Título original: I am not a serial killer
Año: 2016
Nacionalidad: Irlanda
Duración: 100 min.
Género: Drama, Suspense
Director:Billy Brien
Guión: Billy Brien y Christopher Hyde
Reparto: Max Records, Christopher Lloyd, Laura Fraser, Karl Geary, Bruce Bohne, Matt Roy, Morgan Rysso, Ryan Gilmer, William Jones, Tim Russell, Joel Thingvall, Lucy Lawton, Molly Gearen y Emmy Bard
Sinopsis
Un adolescente obsesionado con los asesinos en serie hace todo lo posible para no convertirse en uno de ellos, pero cuando el frío pueblo donde vive se ve acechado por una ola de sangrientas muertes, decide perseguir al culpable bajo la amenaza de creer que él es mucho peor...
Valoración
Lo mejor: la labor de Christopher Lloyd como el más impensable villano, entrañable cuando envía afectuosos besos a su amada esposa por medio de un teléfono de última generación que ni siquiera sabe utilizar e imperturbable a la hora de ejecutar determinada función vital, encarnando a la vez al vecino que cualquiera quisiera tener y al homicida que nadie desearía contender, luciéndose en dicha bipolaridad social; la impecable síntesis del estilo setentero de la cinta, cuidándose hasta el más mínimo detalle para trasladar al espectador a un remoto pueblo de la américa más profunda azotado por un sujeto con la inteligencia de un hombre y la ferocidad de una bestia cuya afición es destripar a sus víctimas refugiándose en la oscuridad de la noche y apropiarse de ciertos órganos, dejando una balsa de aceite negro en las cercanías de las escenas de sus crímenes que, aun siendo un matiz relevante, no llega a elucidarse el motivo de que así sea; el arte de manipular los cadáveres para analizar las causas que convirtieron un cuerpo con vida en uno sin ella fascina tanto como se hace creer, pese a que apenas se aludan técnicas específicas y, juzgando el conjunto, sea más un pretexto contextual que motivacional.
Lo peor: la profanación de una funeraria familiar como ocasional y menoscabado proscenio, lugar que en la primera mitad de la propuesta fascina pero en la segunda no causa más que indolencia al desperdiciar la oportunidad de transformarse en la más idónea representación escenográfica de una de las teorías más impactantes sostenidas por Ted Bundy según la cual, pasando suficiente tiempo con quien se va a matar, el mismo puede ser quien uno quiera, subjetiva solución al ansia de cercanía humana en contra de la voluntad del otro muy poco eficaz; el esbozo de la hipótesis definitiva que explique la complejidad de las conexiones emocionales a través de un joven con serios problemas de integración social que, aparentemente, asila múltiples factores predictivos del comportamiento sociópata pero, entre ellos, no los de la conocida “tríada MacDonald”, tres rasgos compartidos por el noventa y cinco por ciento de los asesinos en serie (enuresis, piromanía y crueldad animal), contradicción tan alarmante como concluir la trama con la existencia de un ente alienígena, por mucho sentido figurado del que se dote, cuando el drama puramente sensato ha primado; la flaqueza a la que induce meditar sobre el destino, estando tácitamente en manos de cada cual pero siendo evidente que no siempre es así y, en muchas ocasiones, factores internos y presiones externas delimitan las posibilidades decisorias por mucho que se sigan estrictas reglas para controlar todo, pues lo inevitable es incontrolable y la genuina esencia se impone sobre la apremiada artificialidad, por muy trabajada (no en demasía) que esté.
Daniel Espinosa
Sadako vs Kayako
(Koji Shiraishi, 2016)
Ficha técnica
Título original: Sadako vs Kayako
Año: 2016
Nacionalidad: Japón
Duración: 95 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Koji Shiraishi
Guión: Koji Suzuki y Takashi Shimizu
Reparto: Mizuki Yamamoto, Tina Tamashiro, Aimi Satsukawa, Misato Tanaka, Masahiro Komoto, Masan Ando, Rina Endo y Maiko Kikuchi
Sinopsis
Tras ver una perturbadora cinta, dos jóvenes creen ser víctimas de una fatal maldición mientras que, por su parte, una adolescente se adentra en la siniestra casa abandonada enfrente de su hogar buscando algo...
Valoración
Lo mejor: la ocurrencia de aunar célebres personajes del celuloide suele resultar atractiva pese a que muchos espectadores traten de convencerse de lo contrario (incluso en el caso de una de las propulsoras en la materia, Freddy vs Jason, la congratulación parcial está asegurada si es seguidor de uno o ambos combatientes), siendo el problema no este sino la ejecución de la idea en cuestión, en este caso particular partiendo de dos historias paralelas sin demasiado contenido pero respetuosas respecto a la fórmula original de suspense sostenido y sobresaltos recurrentes previo asedio a unas afligidas víctimas tan inocentes como despreocupadas siendo, no obstante, tremendamente irrisoria al ofrecer un disfuncional desenlace en el que el sacrificio eterno parece ser la opción más grata para quien debe consentir que las presencias fantasmagóricas que le han estado acechando sin cesar se apoderen de su alma, algo sin duda impropio para un director ya veterano en estos lares, pues se trata de su decimosegunda obra detrás de las cámaras en otros tantos años, todas ellas del mismo género; el formato en el que una de la villanas hace acto de presencia, concretamente la que propone cuántos días puede sobrevivir una persona en el fondo de un pozo (como curiosidad señalar que en la revisión americana eran siete y en la versión nipona solamente dos, en cualquier caso con la gentil llamada anunciadora del comienzo de la cuenta atrás), es anticuado pero origina un sinfín de inolvidables recuerdos cinéfilos; el tipo de película que ocupa exige una determinada duración y, aunque se perciba un tanto extensa debido al ritmo de algunos compases y la introducción de aportaciones varias (ya sean acertadas como la obsesión de un admirador de la mitología más oscura hasta que la misma literalmente le consume y la penitencia de un marginado del que abusan sus compañeros de escuela hasta que la venganza ajena se apodera de todos o, al contrario, desastrosas como la metodología de una exorcista que combate a las fuerzas del mal hasta que descubre que no puede hacerlas frente y la insensibilidad de un parapsicólogo que gesticula sin pausa hasta que se percata que no le es suficiente para proteger a quienes presta costosos servicios), parece la idónea, lo cual es de agradecer a fin de no aborrecer el filme.
Lo peor: la descarada apropiación indebida de un cartel promocional (aunque existen muchas variantes el principal es el adjuntado al inicio de la presente crítica) exactamente igual al de Batman vs Superman, mostrando a los rostros que se confrontarán durante la trama, aunque el duelo en cuestión acapara escasos segundos y no convence lo más mínimo; la forzada conexión entre las más populares insignias del horror japonés por antonomasia, la de La señal (Sadako) y la de La maldición (Kayako), ambas entidades vengativas de prácticamente idéntica estética que elevan al cuadrado el terror que provocan por separado; el pésimo sentimiento de empatía de unos actores que, al contrario de lo que debiera suceder, impacientan por conocer cómo morirán y no por si su desesperación de fallecer en soledad será una realidad o mera fantasía, creencia suscitada por las leyendas urbanas que irrumpen en sus vidas cual poderoso ciclón, siendo los elementos identificativos un vídeo maldito en una y una casa embrujada en la otra.
Daniel Espinosa
The silenced
(Hae-young Lee, 2015)
Ficha técnica
Título original: Gyeongseonghakyoo
Año: 2015
Nacionalidad: Corea del Sur
Duración: 97 min.
Género: Drama, Suspense
Director:Hae-young Lee
Guión: Hae-young Lee
Reparto: Won-hee Go, Ryun Jo, Bo-bi Joo, Dong-hyun Kim, Ye-ji Kong, Sun-ah Lee, Bo-yeong Park, Joo-hee Park, Se-in Park y So-dam Park
Sinopsis
Una chica que sufre una enfermedad crónica es trasladada a un internado y, recuperando la salud gracias a un programa de tratamiento especial, comprueba cómo sus compañeras empiezan a desaparecer...
Valoración
Lo mejor: el dispar recibimiento de una recién llegada a un sanatorio próximo a la ciudad de Gyoung-sung, a mitad del semestre de un curso de rehabilitación extremo, por parte de unas residentes que han contraído diversas dolencias y conviven con pocos lujos y menores condolencias, despertando más odio competitivo que simpatía simbiótica por el simple hecho de llamarse igual que la chica gracias a la cual dispone de plaza, muy en la línea del que cabría esperar en una situación similar; la rigidez conductual practicada en el citado centro, una en la que las normas son la clave de su intimidatoria estabilidad mediante un docente abuso que exige minuciosas preparaciones para toda actividad desempeñada y que se oculta tras prometedoras recompensas para quienes lo acaten; la manipulación metabólica desarrollada por las supuestamente implacables profesoras a partir de suplementos medicinales subministrados a diario, alteraciones activas que tienen impactantes efectos (especialmente poéticos y desconcertantes resultan los de la escena del fondo del lago del tramo medio y la del bordado con piel humana del final) y atemorizan por poder asumirse sin excesivas complicaciones en la vida real, siendo éste y no otro el sencillo mensaje captado por el espectador, que seguirá creyendo que la medicación sana pero también es peligrosa.
Lo peor: el drama personal de las tildadas de alumnas (pese a no aprender nada de índole facultativa) no cautiva en absoluto, ya sea por su clasicismo o intrascendencia, resultando una importante lacra para el conjunto fílmico; el nerviosismo que despierta la forma de hablar de la protagonista que se ve envuelta en un experimento pseudomilitar, la cual no abre la boca más de lo estrictamente necesario para que un fino hilo de voz salga de ella y se pronuncien las palabras que desea proferir con el menor esfuerzo imaginable, lo cual es tan desquiciante como la retrógrada filosofía que su figura representa de practicar deporte obsesivamente y entender la amistad, en una vertiente casi sexual, como si de un mal supremo se tratase; el exiguo aprovechamiento de cierto lugar en el que se ocultan multitud de objetos, revolucionarios para el emplazamiento que los albergan, y, sobre todo, del pozo típico de películas niponas (si bien otros elementos de esta clase de producciones se observan durante la trama, mucho más oscura de lo que aparenta en un principio), cuidándose solamente determinada libreta tapizada de rojo para que sirva como unión de las no pocas piezas dispuestas en una buena historia repleta de misterios, desapariciones y fuerzas sobrenaturales.