Título original: Maniac
Año: 2012
Nacionalidad: Francia
Duración: 89 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Franck Khalfoun
Guión: Alexandre Aja y Grégory Levasseur
Reparto: Elijah Wood, Nora Arnezeder, America Olivo, Liane Balaban, Sammi Rotibi, Morgane Slemp, Sal Landi, Megan Duffy, Brian Ames, Akbar Kurtha, Délé Ogundiran, Jacqueline Buda y Bryan Lugo
Sinopsis
Frank lleva una vida solitaria como propietario de una tienda de maniquíes; a primera vista parece incapaz de matar una mosca, sin embargo, hay algo profundamente turbador en su mirada, un secreto oscuro y perverso que resurgirá tras su encuentro con Anna, una joven artista que acude a él en busca de ayuda para una nueva exposición.
Crítica
El difundido empeño por realizar revisiones no parece responder al mal envejecimiento de las originales ni al ahorro de guionistas (en tal caso las productoras podrían reestrenar las clásicas con el máximo beneficio, ya que todo se limitaría a encontrar el mejor modo de vendérselas a las nuevas generaciones), únicas explicaciones medianamente racionales para llevarlas a cabo, pero sigue siendo una realidad solamente afrontable con la imploración de una nueva película respetuosa y mínimamente distanciada respecto a su predecesora, deseables requisitos que por suerte se cumplen en la californiana (la película ha sido rodada íntegramente en Los Ángeles) Maniac, y es que la última obra (de hecho la segunda, pues en su currículum consta ésta y la agradable Parking 2, viéndose curiosamente reducido el presupuesto respecto a su debut en dos millones de dólares al destinarse unos escasos seis a la presente) de Franck Khalfoun lo alza como un inexperto aunque ya consolidado director muy a tener en cuenta en vistas a un futuro próximo; tal es el prometedor devenir que depara al autor que ha contado con el inestimable apadrinamiento de Alexandre Aja y su compañero de fechorías Gregory Levasseur para conservar todo aquello reseñable en la antigua versión (la acción plasmada en primera persona se antoja imprescindible) e introducir mejorías en determinados apartados (la adecuación de un guión perteneciente a una época pasada y por ende desfasado es una evidencia, al igual que unos efectos de maquillaje mucho más creíbles) para convertir el clásico de culto de William Lustig (considerado uno de los mejores y más violentos slashers de la década de los ochenta) en un espectáculo audiovisual (al salvajismo explícito le acompaña una banda sonora precisa a la par que singular) de incalculable valor fílmico e inexorable mesura (el libertinaje de determinadas escenas acarreará que la obra lleve emparejada la censura eternamente aunque no se reduzca la misma a tal característica).
Cuando las calles parecían estar libres de peligro, un asesino obsesionado con el cuero cabelludo vuelve a sembrar el pánico en la ciudad, y es que Frank (Elijah Wood, al que resultará imposible atribuirle con anterioridad a la confirmación de la misma una conducta entrañable como la que encarnaba en la trilogía de El señor de los anillos al despertar verdadero terror en la presente), un tranquilo y solitario chico propietario de una tienda de maniquís familiar cerrada desde hace años, comienza a presentar una actitud perversa y obsesiva (de hecho el factor desencadenante de ello fue la muerte de su madre cuando era pequeño, una mujer a la que rodeaban malas influencias que propiciaban el descuido a su necesitado de cariño hijo); su vida se ha transformado en una espiral de dolor, tanto propio como ajeno, en la que intenta sustituir de cualquier manera la ausencia de una figura materna válida, presentándose la oportunidad ideal para dejar atrás su lúgubre y enfermiza reclusión cuando Anna (Nora Arnezeder, significativamente genial en todo momento), una joven artista con ganas de darse a conocer en las altas esferas, acude a su local en busca de ayuda para su próxima exposición, iniciando ambos una profunda amistad que día a día crece.
Obsesionado con encontrar a alguien con quien compartir sus denunciables inquietudes (actitud que obedece a la imperiosa necesidad que lleva implícita el ser humano de sentirse acompañado para así no cuestionarse cuan mísera es su existencia, amén de la mencionada pérdida temprana, necesitando similarmente dicha compañía otros personajes aun distando infinitamente la manera de copar tal deseo), el restaurador cree haber encontrado a su alma gemela, aunque ella desconocerá realmente si lo que quiere de ella es que se convierta en nueva amiga o en un trofeo más al que añadir su colección; las intenciones del joven no se darán a conocer hasta al final de la trama, una conclusión que de buen seguro no dejará indiferente a nadie ni contentará a muchos (en efecto, las convencionalidades quedan excluidas hasta el último instante para sorprender y alejarse de todo aquello racionalmente deducible) pero se mantiene en la línea de todo lo anterior, un ejercicio de desubicación mental que concisa e insanamente resulta muy fructífero.
La distorsionada realidad que cree percibir el maníaco fruto de su demencia se ve incrementada en poderío transmisor por la agudeza empleada para alternar la impactante cámara subjetiva (todo un ejemplo a seguir para las abundantes supuestas grabaciones encontradas que casualmente narran unos hechos transformados con posterioridad en previsible largometraje) con la objetiva (meticulosamente situada para recoger el máximo número de detalles siendo los espejos los mejores aliados para mostrar físicamente al protagonista), no siendo la violencia gratuita (aunque sí abundante en ciertos compases en aras de plasmar en su totalidad la locura que subyace en la historia) al responder a una conducta extrema basada en los deseos más oscuros de un sujeto imprevisible y no a una relación tórrida ansiada por un simple pervertido sexual (complejidad que pudiera ser grotesca pero sin embargo es formidable merced a la delicadeza con la que es tratada en todo momento, incluso en aquellos instantes más complicados en los que la ira cobra especial relevancia para deleite de aquellos ávidos de ver cómo el color rojo sangre inunda la pantalla); atrevido, consecuente y nada cometido es como se muestra un impulsivo pero riguroso Franck Khalfoun fiel a su tan distinguible como demencial estilo, atribuible a una mente privilegiada que no se deja amedrentar por las clásicas pautas preestablecidas ni las despiadadas críticas que un producto con las características de éste obviamente suscitará, afrontando con gran destreza y mayor desparpajo la cuasi quimérica tarea de combinar con maestría todos los elementos pretendidos con los para cualquier otro insuficientes medios de los que disponía primigeniamente y así ofrecer un producto plagado de inolvidables y crueles imágenes dantescas (sin lugar a duda deja poco, por no decir ninguno, lugar a la imaginación).
En el actual panorama de decadencia social en el que la población se encuentra constante y premeditadamente (que los altos cargos podrían hacer más de lo que obran para tratar de solucionar ciertas injusticias no es precisamente un secreto) con globalización e incremento de la crisis (incluso la famosa red social Twitter ha visto reducido el número de caracteres permitidos por mensaje enviado, ejemplo traído al observarse cierta crítica a dicho método de relacionarse con personas completamente desconocidas en el filme aunque los usuarios de dicho servicio apenas vayan a resentirse por ello al limitarse mayormente a pulsar dos símbolos a modo de emoticono), propuestas como ésta se agradecen más si cabe de lo que se haría en el marco de una situación más estable y enriquecedora, pues es habitual que cintas próximas en cuanto a ideas (difícilmente en lo concerniente a contenido) recurran sin medida a la tan deplorable comercialidad en virtud de la arriesgada innovación que pudieran proponer de no verse presionados sus responsables por la compañía que las difundirá, caso que no se aplica a Maniac (ayuda infinitamente el hecho que se trate de Aja/Levasseur Productions junto a Blue Underground y P2 Productions) en absoluto al contar con una libertad direccional prácticamente absoluta que torna cada secuencia en una pequeña obra de arte digna del mejor autor (no sería conveniente citar ninguno en particular porque tildarlo de tal forma significaría algo tan personal como discutible en cualquier caso); en definitiva, el público que adquiera o tenga la posibilidad de ver el metraje (los asistentes al Sitges Film Festival 2013 fueron agraciados al ser exhibido en toda su macabra plenitud) se encontrará ante una bendita locura deliciosamente sádica que rememora el terror que antaño predominaba gratamente y ahora apenas se atisba en alguna producción (proveniente normalmente de tierras francesas, país referencial donde los haya), una memorable a la par que inolvidable oportunidad de presenciar cómo al fin equipo técnico y actoral bordan sus respectivos cometidos (habitualmente uno de ellos cumple religiosamente pero el otro no) unificando esfuerzos para ofrecer un producto realmente convincente en todos los aspectos y mucho más profundo de lo que pudiera parecer.
Daniel Espinosa
Safety not guaranteed
(Colin Trevorrow, 2012)
Ficha técnica
Título original: Safety not guaranteed
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 82 min.
Género: Ciencia ficción, Drama
Director: Colin Trevorrow
Guión: Derek Connolly
Reparto: Aubrey Plaza, Lauren Carlos, Basil Harris, Mary Rajskub, Mark Duplass, Jeff Garlin, William Hall, Alice Hung, Jake Johnson y Karan Soni
Sinopsis
Tres empleados de una revista investigan un anuncio clasificado donde se busca un socio para viajar en el tiempo, desarrollando sentimientos por el paranoico autor y mientras tratan de descubrir qué se propone.
Crítica
Es frecuente el deseo (o al menos despierta cierta curiosidad) de viajar a través del tiempo, aspiración que han recogido numerosas producciones como la exitosa trilogía de Regreso al futuro o la imprescindible 12 monos, motivando al público a plantearse qué haría de ser confrontado con tal posibilidad y vencer al poder de la melancolía, esa añoranza irracional de aquello que tanto de disfrutó y no volverá a acontecer; asiduamente tal concepto teórico reaparece en el séptimo arte con resultados mixtos, que van desde lo brillante hasta lo mediocre, dispar categorización que no se antoja dificultosa de determinar en el caso de Safety not guaranteed, pues se trata de uno de los más consistentes productos realizados en mucho tiempo (gracias, en gran medida, al ingenioso trabajo de Derek Connolly en el que supone su debut como guionista, errando únicamente en la resolución de algunas subtramas, introducidas mayormente para facilitar que el filme alcance la duración suficiente para poder ser considerado un largometraje), no tanto invitando como obligando a reflexionar acerca de cómo el paso de los años afecta a todos y cada uno de los aspectos de la existencia de cualquiera.
Desmotivada desde el accidente de tráfico que acabó con la vida de su madre cuando apenas tenía catorce años, Darius (Aubrey Plaza, cuya singular vestimenta no desentona en absoluto con su formidable manera de actuar) desempeña su nuevo empleo sin más aspiración que la que exige satisfacer a un cliente en la revista “Seattle Magazine” hasta que la redacción la encarga proceder con una sarcástica investigación junto a Arnau (Jeff Garlin, muy correcto en su papel de precavido conservador), un compañero de etnia hindú, y Jeff (Jake Johnson, quien demuestra albergar un gran talento interpretativo al igual que hiciera en la serie televisiva New girl asumiendo un rol de presuntuosidad extrema), el encargado de publicar el artículo referente a las indagaciones que realicen ambos; el trío unirá esfuerzos para intentar encontrar al autor anónimo de un anuncio clasificado en el que se solicita un acompañante para viajar al pasado (advirtiéndose en último término que la seguridad no está garantizada para quien decida unírsele), suponiendo desde el punto de vista periodístico una historia curiosa que relatar, residiendo el principal enigma en si realmente podría ser cierto (el director mantiene esa duda presente a lo largo de la película por medio de una incredulidad que se va transformando poco a poco en apenas incertidumbre).
Emprenden un largo viaje en coche de Seattle al pueblo de origen del anunciante y una vez allí descubren que el mismo responde al nombre de Kenneth (Mark Duplass, uno los artistas más interesantes y multifacéticos del ámbito independiente actual que escribe, dirige y actúa desempeñándose loablemente en cualquiera de las tres facetas), un enigmático y secretista dependiente de un comercio alimenticio que parece estar convencido del curioso anuncio publicado (lo único que precisa para llevar a cabo su empresa es construir una compleja máquina) y que existe una conspiración en contra suyo; éste desprende rareza a raudales (constantemente nervioso, desconfiado y con un complejo de persecución alarmante), aunque la joven se ofrece de todos modos a establecer una relación con él y así conseguir información sobre el hipotético viaje temporal (obviamente sin revelarle que se trata de un reportaje) pero, mientras trata de ganarse su confianza para armar el rompecabezas que supone el misterioso de extrañas conductas sus motivaciones cambian (tal es así que inicia un arduo entrenamiento para afrontar con garantías de éxito los obstáculos que puedan surgir en el proceso con el objetivo de que la considere una candidata apta), y aun dentro de lo descabellado que puede parecer todo la pregunta que se plantea no es cómo viajaría sino qué le impulsa a volver al dos mil uno.
Con un reparto completamente cumplidor (entre el que se encuentran nombres, amén de los mencionados, de tanto renombre como los de Kristen Bell y Mary Rajskub, ambas formidables en sus respectivas fugaces labores) y una argumentación de los acontecimientos ilógica pero absorbente, el desenlace de la propuesta se convertirá en el punto de contención entre los defensores y detractores de la misma, aunque en realidad se trate del hecho menos relevante de ésta, siendo lo verdaderamente importante todo lo que acontece hasta entonces y no el propio final, pues es en la totalidad en la que los personajes existen, crecen y consiguen apoderarse de la simpatía del espectador; no cabe duda de que la cinta merece ser visionada y deleitada (la cantidad de motivaciones existenciales que refleja es formidable), a pesar de las (pocas) carencias que muestra y la simpleza del mensaje que ofrece (aprovechar las oportunidades cuando se presentan para no arrepentirse de haber renunciado a ellas y la subjetivación del concepto locura pudiendo ser transitorio o limitarse a una forma de defensa ante ciertos aspectos especialmente dolorosos para cada cual), alternándose diversión (las conjeturas acerca de la identidad del responsable del escrito a partir de estereotipos es sublime) y profundidad (la mayoría de emociones plasmadas son tan reconocibles que estremecen de veras).
Colin Treverrow se aleja de los aborrecibles aspectos científicos que suelen frecuentar cintas de semejante índole decidiendo centrarse simplemente en el extendido sentimiento de querer cambiar ciertas acciones que desembocaron en resultados poco o nada fructíferos a lo largo de la vida, y lo hace a través de las más variadas y asumibles personalidades (Britt aprovecha su inesperado regreso a su pueblo natal para reencontrarse con un vieja pareja e intentar revivir sus tiempos de gloria mostrándose extrovertido y sin aparentes preocupaciones mientras que por su parte, Darius y Kenneth, redefinen el concepto histriónico asentando sus respectivas razones sobre la primacía del desarrollo de la tierna y comprensiva relación que nace entre ambos);Safety not guaranteed es un regalo inesperado (así lo consideraron los cientos de espectadores asistientes a la correspondiente proyección en el Sitges Film Festival 2012, el Festival de Sundance 2012 y el Independent Spirit Awards 2012, alzándose en estos dos últimos certámenes con sendos galardones en reconocimiento al mejor guión) que demuestra que el dinero y la fama no implican positivismo alguno en comparación con la ingenuidad y el ingenio, una insólita comedia teñida de un trasfondo propio de la ciencia ficción más excéntrica que pivota sobre el sentido del amor verdadero de una manera esperanzadora y certera, poniendo especial énfasis en la necesidad de sentirse comprendido y apoyado.
Daniel Espinosa
The abc’s of death
(Kaare Andrews, Ernesto Espinosa, Thomas Cappelen, Jorge Grau, Banjong Pisanthanakun, Timo Tjahjanto, Andrew Traucki, Jake West, Mikael Wulff, Angela Bettis, Hélène Cattet, Jason Eisener, Bruno Forzani, Adrián Bogliano, Xavier Gens, Lee Hardcastle, Noboru Iguchi, Yoshihiro Nishimura, Simon Rumley, Marcel Sarmiento, Jon Schnepp, Srdjan Spasojevic, Nacho Vigalondo, Adam Wingard, Ti West y Ben Wheatley, 2012)
Ficha técnica
Título original: The abc’s of death
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 135 min.
Género: Comedia, Terror
Director: Kaare Andrews, Ernesto Espinosa, Thomas Cappelen, Jorge Grau, Banjong Pisankun, Timo Tjahjanto, Andrew Traucki, Jake West, Mikael Wulff, Angela Bettis, Hélène Cattet, Jason Eisener, Bruno Forzani, Adrián Bogliano, Xavier Gens, Lee Hardcastle, Noboru Iguchi, Yoshihiro Nishimura, Simon Rumley, Marcel Sarmiento, Jon Schnepp, Srdjan Spasojevic, Nacho Vigalondo, Ti West, Ben Wheatley y Adam Wingard
Guión: Kaare Andrews, Ernesto Espinosa, Thomas Cappelen, Jorge Grau, Banjong Pisankun, Timo Tjahjanto, Andrew Traucki, Jake West, Mikael Wulff, Angela Bettis, Hélène Cattet, Jason Eisener, Bruno Forzani, Adrián Bogliano, Xavier Gens, Lee Hardcastle, Noboru Iguchi, Yoshihiro Nishimura, Simon Rumley, Marcel Sarmiento, Jon Schnepp, Srdjan Spasojevic, Nacho Vigalondo, Ti West, Ben Wheatley y Adam Wingard
Reparto: Ingrid Bolso, Erik Aude, Iván González, Kyra Zagorsky, Peter Pedrero, Chems Dahmani, Fraser Corbett, Miguel Insua y Dallas Malloy
Sinopsis
Veintiséis cortometrajes de veintiséis directores diferentes con total libertad de autoría; solamente existe un requisito impuesto, la historia debe guardar un estrecho y visiblemente claro vínculo con la muerte...
Crítica
Veintiséis trabajos de corta duración (concretamente de entre dos y cinco minutos) de veintiséis directores diferentes de la más variada nacionalidad (española, mejicana, coreana, estadounidense, serbia...) con total libertad técnica para, a partir de la letra del abecedario asignada, llevar a cabo una historia cuyo único requisito es que el final debe estar estrechamente vinculado a la muerte, ésta es la premisa de la que parte The abc’s of death, una antología de terror que reúne a algunos de los nombres más representativos e irreverentes del panorama actual del séptimo arte para confeccionar una abusiva, escatológica, inconcebible, opresiva y urinaria propuesta (haciendo uso de las cinco vocales a modo de adjetivaciones para seguir la mecánica prefijada) que combina imagen real con animación e historias interesantes con otras, de hecho la mayoría, totalmente desechables a la par que pretenciosas.
Entre la larga lista direccional se encuentran nombres tan relevantes como los de Adrián García Bogliano y su “Bigfoot” (una terrorífica historia infantil que se torna realidad, primando gratificantemente las palabras en virtud de la acción), Marcel Sarmiento y su “Dogfight” (una cruente plasmación de la voracidad boxeadora cuyo desenlace no dejará indiferente al espectador, un efectivo y cruel relato que se convirtió en el más aclamado en su proyección en el Sitges Film Festival 2012), Angela Bettis y su “Exterminate” (una paródica situación cotidiana que desemboca en un final apoteósico, repleto de imaginación y contundencia) y Xavier Gens y su “XXL” (una magnífica crítica a la idealidad corporal y los efectos devastadores que genera la considerada imperfección del resto de figuras, un trabajo que revaloriza al director y sirve para que recobre su buena reputación tras la infame The divide).
Así, desde la “Apocalypse” de Nacho Vigalondo (una improvisada consumación de asesinato merced al teóricamente inminente fin del mundo anunciado televisivamente con grandes dosis de humor y espectacular sadismo) hasta la “Zetsumetsu” de Yoshihiro Nishimura (una locura japonesa que confronta dos naciones en aras de demostrar su supremacía innovadora), el abecedario de la muerte (justificado título, por ende, el elegido para uno de los proyectos más ambiciosos del género) se completa con las respectivas aportaciones de cada uno de los elegidos para formar parte de una película que resulta tan llamativa como decepcionante, pues la incomparable experiencia que prometía se convierte vilmente en una propuesta poco menos que convencional.
Como un miembro del propio equipo del filme comentó en la presentación que llevaron a cabo un buen número de responsables del mismo en el anteriormente mencionado Sitges Film Festival 2012, la más alentadora característica que presenta la cinta es que si una pieza gusta se convierte en obra maestra y si disgusta el sufrimiento finaliza en apenas unos segundos para dar paso a la siguiente, un convincente alegato que se desvanece al término del visionado de The abc’s of death al darse muchas más situaciones aborrecibles que disfrutables (de hecho, solamente serían realmente destacables cinco de las historias narradas, siendo el resto mediana o incluso totalmente deficientes).
Pocas cintas pueden prometer tanto y ofrecer tan poco, demostrando que es más saciable y pertinente calidad frente a cantidad, pues la primera apenas se atisba y la segunda inunda la pantalla con indeseable frecuencia, hecho que no permanece en un desapercibido segundo plano debido a la imponente duración de la producción (nada menos que dos horas y cuarto), tiempo que encuentra racionalización de su desaprovecho posiblemente en el desorbitado número de microrelatos que presenta, pero en cualquier caso la perspectiva desde la que se ha elaborado la propuesta se debe considerar errónea, pudiéndose haber estructurado mejor de haberse dispuesto de un presupuesto más equitativo y mejores ideas a plasmar sin la necesidad de recurrir a la oportuna letra concedida (incluso una de las historias, “WTF” de Jon Schnepp, se centra en juzgar la propia película comentado que algunos grafemas dificultan enormemente en desarrollo de una correcta exposición) amén de desperdiciar las dotes interpretativas de los actores al prevalecer en todo momento la importancia del responsable de la obra y no el reparto que conforma la misma (aunque de escasa composición, debería respetarse más la labor interpretativa), algo que sí logró una película que se asemeja a ésta, la tan amena como divertida V/H/S.