Título original: Lovely Molly
Año: 2011
Nacionalidad: EEUU
Duración: 99 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Eduardo Sánchez
Guión: Jamie Nash
Reparto: Johnny Lewis, Alexandra Holden, Gretchen Lodge, Katie Foster, Tony Ellis, Brandon Thane Wilson, Lauren Lakis, Daniel Ross, Tara Garwood, Kenny Caperton, Todd Ryan Jones, Dan Manning y Greg Cool
Sinopsis
Molly y Tim acaban de casarse, y se instalan en la antigua casa familiar de ella; al poco tiempo resultará obvio que algo no anda bien en el lugar. Ruidos inexplicables, golpes... el ambiente se enrarecerá mientras Molly ve resurgir los fantasmas de su pasado, los cuales se apoderan de ella.
Crítica
El cubano Eduardo Sánchez, codirector de una de las cintas de terror más influyentes de los últimos tiempos, El proyecto de la bruja de Blair, regresa a su género insignia para presentar una angustiante cinta que alterna narración en primera persona (escenas filmadas de tediosa y confusa manera, reveladoras aunque limitantes) y tercera (con cámaras situadas en lugares poco adecuados en numerosas ocasiones) para, empleando una numerosa barbaridad de extraños y ensordecedores sonidos equívocos, infundir pánico y nerviosismo al público, cometido que logra holgadamente merced a la relativa originalidad que aleja por completo la producción de otras de semejante (e incluso idéntica) índole, generando un profundo y constante malestar general que perdura más allá del visionado de la misma dependiendo de la afectación personal.
Tras un inquietante inicio que en realidad se sitúa en el ecuador de la historia, Tim (Johnny Lewis, creíble aunque presencialmente discontinuo) y Molly (Gretchen Lodge, desde el primer hasta el último segundo fantástica) contraen matrimonio con la pretensión de iniciar juntos una nueva vida en la casa que poseían los difuntos padres de ésta, tan lúgubre como tradicional; los sucesos inexplicables y aturdidores comienzan a manifestarse tempranamente (concretamente a los tres meses de comenzar dicha convivencia), sufriendo los nueves huéspedes la ira de una enigmática energía que solamente visualiza la integrante femenina de la pareja, cuyas consecuencias son recogidas la mayoría de ocasiones por la misma chica a través de una cámara casera.
La adorable y primariamente inocente Molly únicamente encuentra consuelo en el consumo de sustancias ilegales, vía de escape que agrava la intensidad de los sucesos paranormales, los cuales se manifiestan exclusivamente cuando la joven aguarda sola en la morada tras las constantes partidas de su cónyuge, quien por motivos laborales de ausenta habitualmente; la infernal metamorfosis de la chica se consuma a medida que transcurren los días, trastocando su locuacidad al inundar de malsanos recuerdos familiares su lastimada mente, convirtiéndose en un ser incongruente, peligroso y sumamente visceral.
Avalado por la premiada Gabriel’s dream, la cual dirigió diez años atrás con escasos tres mil dólares de presupuesto consiguiendo extraordinarios resultados, Eduardo Sánchez no se muestra receloso en cuanto a hacer uso de los más tópicos clichés del género (algunos de ellos inesperados) para sobresaltar con asiduidad, tales como alarmas que se activan solas, lámparas que se encienden sin explicación aparente, puertas que se abren sin que nadie interactúe con ellas, sonidos provenientes de la nada que perecen albergar un mensaje trascendental, acciones que posteriormente se desvanecen de la memoria, cámaras de video que registran una realidad distante a la creída... para, así, magnificar el terror y la tensión, muy presentes durante toda la trama; la agobiante e inquietante atmósfera generada, unida al misterio, la paranoia, la sexualidad y la ingente cantidad de drogas consumidas, alcanza tal nivel que la loable explicación científica transformada repentinamente en puro misticismo y la clásica a la par que obtusa premisa permanecen en un segundo plano, cobrando mucha menos importancia (negativa) de la debiera, también, por el magnífico desenlace, tan macabro como trágico y premeditadamente pasional.
El vertiginoso ritmo inicial del que goza Lovely Molly, repleto de secuencias terroríficas (previsibles pero innovadoras en cuanto a su construcción), sirve de antesala para una serie de planos que dificultan el agradable disfrute del filme, cuya interesante trama se ve envuelta en la incongruencia más absoluta (el ejemplo más evidente es la propia protagonista, de la que se presupone una enfermedad patológica que no se aclara a lo largo del desarrollo del metraje, por lo que la hipotética incomprensión se torna absurda incredulidad); de este modo, queda patente que es menester que prevalezca cierta cordura argumental frente a la introducción se teóricos elementos sorpresivos, pues sacrificar la mediana sensatez que pudiera conservar la historia en virtud de contraproducentes rarezas no resulta complaciente en cuanto a rigorismo aun conservando una calidad (visual y sonora, primando la segunda) más que destacable si se juzga el producto en su conjunto, muy correcto.
Daniel Espinosa
Robot & Frank
(Jake Schreier, 2012)
Ficha técnica
Título original: Robot & Frank
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 90 min.
Género: Ciencia ficción, Drama
Director: Jake Schreier
Guión: Christopher Ford
Reparto: Frank Langella, Susan Sarandon, James Marsden, Liv Tyler, Jeremy Sisto, Jeremy Strong, Bonnie Bentley, Joshua Ormond, Hunter Reid, Barbara Vincent, Katherine Waterston y Ana Gasteyer
Sinopsis
En un futuro no muy lejano, Frank, un ladrón de joyas retirado con mal humor y tendente a la cleptomanía que se aburre en su granja y pasa la mayor parte del tiempo recordando sus buenos tiempos y leyendo libros, recibe por parte de sus dos hijos un robot programado para velar por él; al principio a Frank no le sentará nada bien eso de ser cuidado por un montón de chatarra, pero cuando su librería favorita esté a punto de desaparecer para siempre, contará con la ayuda de su autómata para maquinar un plan para salvarla de alguna forma, aunque sea poco legal.
Crítica
Jack Schreider debuta en la dirección con una película que mezcla la comedia (siempre presente e igualmente oportuna), el drama (profundamente sentimental en ciertos compases y onírico en otros) y la ciencia ficción (grandiosamente elegante gracias a la sencilla pero efectiva puesta en escena) de manera exquisita, delicada, logrando que cada uno de los planos que la componen se convierta en una pequeña obra de arte fugaz que deja paso a otra de idéntica calidad e igual profundidad (puede parecer que la sutileza con la que son narrados les hechos resta enteros a ésta pero si se aprecia como es debido conseguirá suscitar el parecer contrario); pocas veces ha sido tan cierto que desvelar detalles de la trama destroza el encanto de la misma, aunque la cuádruple perspectiva que presenta (atracos sin violencia, amistad dispar, ciencia ficción sin efectos especiales y comedia en torno a la senectud) favorece el oportuno comentario acerca de la excelente aunque algo plana cinta que supone Robot & Frank, la cual trata filosóficamente temas tan controvertidos como la cada vez más evidente implantación de la tecnología en los quehaceres diarios, la absoluta oposición de ser ayudado por otros al considerar la autovalía como única forma aceptable de vida, la (en ocasiones inconsciente) memoria selectiva destinada a aquellos aspectos más arraigados y, en especial, el extremo egoísmo que el ser humano contrae ante situaciones que cree contrarias a sus intereses aun antojándose la solución más elocuente.
La promoción sobre el filme no podía ser más engañosa, hecho que no se debe a la casualidad sino a la intencionalidad del director, quien constantemente hace uso de fórmulas para mantener la guardia baja del espectador para que finalmente asista a una comedia con pocos momentos absurdos (alguno acontece para amenizar la velada) y sea testigo de atracos donde no media auténtico suspense, residiendo la verdadera intríngulis de la propuesta en la amistad entre el protagonista y su nueva adquisición tecnológica (la evolución futurista apenas es palpable y el análisis de la ciencia ficción no demasiado impactante, pero éste no es precisamente el propósito cercado); todo ello encuentra explicación en el desenlace que propone el metraje, alejado por completo de la irrealidad al situarse en un plano eternamente dramático y humano, el cual logra estremecer sin remedio y agradar a todo aquel que se hubiera sentido parcialmente decepcionado al no encontrar los elementos que la premisa promete (como se hacía mención anteriormente, el autor juega para embaucar con ideas totalmente alejadas a las plasmadas, no siendo éstas últimas poco interesantes).
En un futuro muy cercano en el que la mecánica ha avanzado prósperamente (reconocible solamente por un vehículo y el protagonista de hierro), Frank (Frank Langella, impresionante y transmisor, consiguiendo cautivar en todo momento), un ladrón de joyas retirado con mal humor y tendente a la cleptomanía que se aburre en su granja y pasa la mayor parte del tiempo recordando sus buenos tiempos y leyendo libros, añora con alegría y a la vez tristeza (la primera provocada por las sensaciones vividas y la segunda por no poder repetirse las mismas) tiempos pasados mejores; absteniéndose de hablar con nadie salvo con su amiga bibliotecaria Jennifer (Susan Sarandon, memorable y fructífera, la cual cobrará suma relevancia en el tramo final del filme al suponer un personaje vital) al no aportarle nada el resto de personas que le rodean, su única conexión con el mundo significando una vía de escape respecto a su aislación habitual, apenas se relaciona con nadie debido al menosprecio que siente le brindan debido a sus continuas pérdidas de memoria, haciéndole sentir un ser dependiente y poco menos que inútil.
Sus hijos dos hijos, Junter (James Marsden, al inicio sobrante y posteriormente agradecible resulta su presencia) y Madison (Liv Tyler, hermosa pero algo perdida en su interpretación al no encontrar en ningún momento el punto exacto en el que situar sus emociones), preocupados por él y por su desquiciante problema venido a más con el paso del tiempo, deciden regalarle un objeto de última tecnología, un robot humanoide de inteligencia superior (Rachael Ma, sin demasiados halagos posibles cumple con su función vocalmente) programado para velar por Frank y mejorar tanto su salud física como la mental; al principio el anciano se muestra reacio a aceptar el asistente social al creer que es una ofensa a su estado y un malgasto absurdo, pero cuando su librería favorita está a punto de desaparecer piensa que contar con la ayuda del mismo para maquinar un plan y así tratar de salvarla de alguna forma puede ser beneficioso (cabe señalar que el androide tiene como único propósito satisfacer las necesidades de su dueño y fomentar la actividad, por lo que sopesa las propuestas de éste con cierta benevolencia aun situándose peligrosamente en la delgadas línea que separa la inofensiva justicia propia de la castigable ilegalidad), forjando con la máquina una gran amistad y compañerismo que desembocará en una decisión fatalmente complicada si no quiere verse perseguido por las autoridades.
Es cierto que el elenco ayuda enormemente a dar solidez a una propuesta que, por inesperada (únicamente cuando la comedia da un giro dramático hacia asuntos de gran calado será cuando se descubra la verdadera naturaleza de la producción) es aún más eficaz, pero no lo es menos que la atracción que se siente hacia la misma se va desvaneciendo cuando la magia futurista se va tornando realista contemporaneidad basada en una delicada y sencilla parábola de la memoria, por lo que la excelencia imaginaria se convierte repentinamente en rutinario dramatismo que, sin embargo, calará muy hondo por la trágica habitualidad social que alberga; por último, y a modo de mera anécdota, añadir que la banda sonora cuenta con piezas interpretadas por el grupo del que el propio director fue teclista “Francis and the Lights” y otros temas en esperada correspondencia con la temática evocativa corriendo a cargo de grandes autores clásicos como Johann Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart (concretamente “Requiem”, “Ave verum” y “Fuga en do menor”), perfecta ejemplificación del clasicismo que en todo momento subyace en la historia y que infunde ciertas reminiscencias históricas a pesar de instaurarse en un lugar espaciotemporal completamente contrapuesto.
Daniel Espinosa
Sinister
(Scott Derrickson, 2012)
Ficha técnica
Título original: Sinister
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 110 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Scott Derrickson
Guión: Scott Derrickson y Robert Cargill
Reparto: Ethan Hawke, Juliet Rylance, Fred Thompson, James Ransone, Clare Foley, Victoria Leigh, Cameron Ocasio y Ethan Haberfield
Sinopsis
Ellison es un periodista especializado en escribir artículos y novelas sobre casos de crímenes célebres; para poder dedicarse a esta tarea en cuerpo y alma ha instaurado una sistema de vida itinerante un tanto particular con su familia, trasladándose todos juntos de condado en condado para instalarse durante un tiempo en el lugar de los hechos y así poder investigar en profundidad, y de cerca, cada uno de los casos.
Crítica
Demostrando que no es necesario emplear ingentes y contraproducentes elementos terroríficos para confeccionar un escalofriante thriller de calidad, Scott Derrickson (responsable de la irreprochable El exorcismo de Emily Rose) hace uso únicamente de los pertinentes y necesarios reclamos (ejemplificados en los primeros planos más inesperados) en esta su primera incursión en el género de terror, aconsejado por los productores de ésta (los responsables de la próspera saga Paranormal Activity y la pavorosa Insidious), para dirigir con inusual destreza una historia en la que prima el elocuente argumento por encima de innecesarias secuencias alargadoras y recurrentes, haciendo valer su innato talento para compaginar sobrecogedoras escenas con sorprendentes sobresaltos (todos ellos generados a raíz de la colocación de la oportuna cámara en el lugar más inhóspito) perfectamente vinculados a los hechos narrados, gozando el metraje de un guión sobresaliente y una teóricamente clásica aunque realmente primorosa premisa de presumible pero equivocada convencionalidad y atracción.
Ellison (Ethan Hawke, inmejorable en una encarnación que recuerda enormemente a la realizada por Kevin Bacon en El último escalón, cinta con la que la obra objeto de la presente crítica guarda varias similitudes) se traslada junto a su bella mujer Tracy (Juliet Rylance, intermitente en presencia, constante en convencimiento) y sus dos hijos, la pequeña y artística Ashley (Clare Foley, fructífera y sumamente idónea, cuya relevancia final atribuida afronta con maravilloso talento) y el aterrado nocturnamente Trevor (Michael Hall D’Addario, dificultosa calificación atribuible merced a la irrelevancia que supone, aunque en todo caso positiva) a las afueras de Transylvania, sugerente emplazamiento en el que no tardarán en recibir la inhospitalidad hogareña personificada en el sheriff Fred Dalton (Fred Thompson, apenas presente pero rotundo); el motivo de la temporal mudanza, como otras tantas veces anteriores, reside en la profesión del citado padre de familia, consistente en escribir relatos de terror basándose estrictamente en crímenes reales, razón por la cual decide ocupar la morada en la que acontecieron los mismos para impregnarse del ambiente que ésta desprende e indagar en la realidad que tras tales atrocidades se esconden en aras de alcanzar la fama que solamente una vez logró diez años atrás y el reconocimiento de los residentes del pueblo, aunque éstos suelen interpretar sus investigaciones como insultantes oportunismos de inconcebible inhumanidad en absoluto gratificantes.
Comprobando el contenido que alberga el inmueble, encuentra en el desván (propicio lugar en el que permanecer ocultos los secretos más oscuros del pasado, numerosas veces empleado para tal finalidad en producciones estadounidenses) diversas filmaciones en formato Super 8 (debidamente digitalizado con posterioridad para poder manipularlas y analizarlas) que recogen cinco asesinatos en serie con tres características en común, pues en todas ellas el crimen se perpetra sobre unidades familiares, uno de los integrantes desaparece misteriosamente en el momento crucial y se aprecia la presencia del mismo rostro sobrecogedor aguardando en la opacidad del entorno; indagando en los casos para hallar una relación racional y explicativa descubre, con la inestimable colaboración del agente Deputy (James Ransone, tan ridículo como concienzudo), quien desea figurar en el futuro nuevo libro del escritor en el apartado de agradecimientos, que dicha figura amenazante se corresponde con un Baghuul, ancestral demonio que se alimenta de las almas de los niños para sobrevivir, atrayéndoles mediante el empleo de métodos diversos para lograr dicha consumición albergando la particularidad de residir en las imágenes (éstas son suponen pasadizos por los cuales transita en busca de nuevas presas).
Distanciadas en espacio y tiempo, las mortíferas grabaciones de titulación tan sugerente como significativa (tanto los ahorcamientos en el jardín del hogar que actualmente habita la familia protagonista de la historia como las calcificaciones en el garaje, los ahogamientos en la piscina, los degollamientos en las camas y los atropellos con el cortacésped) y grabadas en primera persona por los responsables (desconocidas autorías que se desvelarán al término de la cinta mediante el impropio descubrimiento de las versiones extendidas de éstas por parte de Ellison tras regresar a su gigantesca casa en propiedad) forman parte de un ritual de ocultismo tan sádico como efectivo que responde a un orden cronológico previamente urdido por la fuerza maligna mencionada (la familia asesinada siempre habita anteriormente, durante un breve periodo de tiempo, la casa de las víctimas predecesoras); la información que vierte el quinteto afectado solamente es el preludio del cruel destino que el mal en su estado más corpóreo depara al escritor y su familia, vinculación que tratarán de impedir con afán que se consuma.
Sinister se inscribe en la línea de películas de terror de casas encantadas y espíritus sobrenaturales, subgéneros que en los últimos tiempos han propiciado títulos como la intrascendente The Messengers, la revisionada La morada del miedo, la formidable No tengas miedo a la oscuridad y la genial The cabin in the woods, sin embargo, son los pequeños detalles (inapreciables y erróneamente malinterpretados en un primer momento, tales como las apariciones de venenosos escorpiones, interminables serpientes y salvajes perros), todos ellos minuciosamente introducidos en la trama para finalmente suponer un refuerzo argumental a la tesis que se plantea, los que hacen que la obra se pueda calificar de inconmensurable, traduciéndose en una historia aparentemente inofensiva de ritmo y tensión crecientes con unos efectivos efectos audiovisuales que paulatinamente va calando en el incrédulo espectador; el placentero efecto que genera el trabajo debe especial gratitud a los mencionados efectos sonoros y a la claridad visual (pues aun desarrollándose gran parte de ella en la penumbra de la noche se distingue perfectamente cada menudencia, extremadamente cuidada), sin olvidar los destacables destellos de sadismo que el guión posibilita (firmado por el propio Scott Derrickson y por Robert Cargill), imágenes angustiosas y macabras que parecen emerger del proyector empleado para su visionado con destino directo a la retina del espectador, y es por todo lo expuesto que el filme resulta ineludible para todo buen amante del cine y entendido en entramados sobrecogedores, generadores de tanta incerteza como el fallo técnico que en su proyección en el Sitges Film Festival 2012 se produjo (eficaz y rápidamente solventado, denotando la indiscutible profesionalidad de la organización del prestigioso certamen), inquietante percepción que siempre es agradable sentir y pocas veces se da satisfactoriamente.