Título original: Beasts of the southern wild
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 92 min.
Género: Ciencia ficción, Drama
Director: Benh Zeitlin
Guión: Benh Zeitlin y Lucy Alibar
Reparto: Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montanna, Amber Henry y Jonshel Alexander
Sinopsis
Hushpuppy es una niña de seis años que vive sola con su padre en una zona de agua creada por antiguos meandros; su madre los abandonó hace ya tiempo y la niña se ha acostumbrado a vivir casi en solitario con su progenitor y, aunque a Hushpuppy le gusta el orden de su entorno tal y como lo conoce, una tragedia natural está a punto de arrebatárselo...
Crítica
La ópera prima del joven prometedor Benzh Zeitlin, Bestias del sur salvaje (basada en una pieza teatral de la dramaturga Lucy Alibar titulada Juicy and delicious, quien ha participado en la elaboración del guión) ha causado tanto furor entre los asistentes en sus respectivas proyecciones como fervor interno en los mismos al disfrutar de la elocuencia con la que la trama es presentada, fructificando ésta las pretensiones del estadounidense y asemejándolo enormemente (en su forma de discernir entre realidad y metáfora, ésta última constante en la película) al siempre polémico Mel Gibson (en especial en comparación con la impresionante Apocalypto, tan visceral y purificadora como la presente); aprovechando el innato y prematuro talento interpretativo de la protagonista femenina y exprimiendo al máximo la entrega sentimental del masculino, la elaboración historial alcanza tal contenido psicológico que los pequeños errores de montaje que se pueden observar pasan completamente desapercibidos, resultando un debut soñado (tal vez ni en sueños alguien se hubiera figurado la excelencia final que del metraje se destila) y una experiencia incomparable a la par que imprescindible.
Sin necesidad de extenderse innecesariamente (la duración de la cinta es la idónea) ni excederse en cuanto a escenas dramáticas se refiere (todas ellas basan su enorme poderío en la simpleza a través de la cual son desarrolladas), el debutante direccional consigue empatizar desde el primer segundo con el espectador y hacerle reflexionar acerca de la existencia humana, de la enorme felicidad que puede suscitar el minimalismo más extremo si se valoran los recursos de los que se disponen y la crueldad con la que las personas afrontan un futuro incierto que lejos de resultar esperanzador se traduce en una inquietud sumamente deprimente; afrontando los peligrosos contratiempos que la grabación suponía, el director emplea con maestría los escasos medios disponibles para lograr plasmar una historia dura, profunda y trascendental haciendo valer las intríngulis originadas en una feroz lucha de supervivencia por parte de una reconocible relación paterno filial tan realista como emotiva en un significativo panorama de cruenta pobreza.
En una olvidada y orgullosa comunidad instalada en una zona pantanosa formada por antiguos meandros del río Misisipi apartada del mundo por un inmenso dique (un paisaje que luce tan salvaje como bello), la pequeña Hushpuppy (Quvenzhané Wallis, la cual demuestra pletóricamente que haber sido la elegida de entre los cuatro mil niños que se presentaron para encarnar dicho personaje fue un acierto monumental), de seis años de edad, se ha acostumbrado a vivir casi en solitario con su riguroso progenitor, Wink (Dwight Henry, inmensamente genial aun habiendo sido cuanto menos curiosa su selección, pues trabajaba en una panadería cercana a las oficinas de producción y la casualidad quiso que fuera conocedor del susodicho proceso), quien no duda lo más mínimo en educar a su hija con actitudes despreciables pero fundamentadas en la inculcación de la más pura valentía para, en caso de ser preciso, poder sobreponerse ante situaciones desesperadas; rodeada por la naturaleza más virgen y los animales salvajes que la habitan, Hushpuppy se siente totalmente integrada con su entorno, gustándola el orden del mismo tal y como lo conoce y contemplando muy lejanamente la posibilidad de deber utilizar los consejos recibidos.
Un día, de repente, una tragedia natural se alza para arrebatarle su tranquilidad existencial, y es que la temperatura sube provocando el deshielo de los glaciares y un aumento del nivel de las aguas jamás visto acontece (posiblemente lo haga verídicamente con el paso de los años), fenómenos por los cuales los uros (unas criaturas prehistóricas que se encontraban en estado de congelación, bestias que metafóricamente simbolizan la paulatina y forzada madurez que la protagonista va adquiriendo) recobran vida y amenazan la existencia de todos los humanos, aunque el gran contratiempo para la pequeña es descubrir que su padre está gravemente enfermo y corre un alto peligro de morir, contexto en el cual deberá emprender un viaje en solitario en búsqueda de su propia supervivencia; percibiendo la naturaleza como una frágil red poblada de cosas que viven, respiran y expelen agua para que todo ser viviente del universo encaje a la perfección, tratará de reparar la estructura del mundo y así salvar a su padre y su hogar, convirtiéndose en una diminuta heroína ante una imparable catástrofe de proporciones épicas (los cambios desconocidos, aun pudiendo ser positivos, se recogen en todo momento como un agente extraño a evitar, clara ejemplificación de la falta de concienciación que la ciudadanía contemporánea posee y la frecuente pasividadadoptada por la misma).
Convertida en el fenómeno indie (el más elemental cine independiente más conocido como de autor) del pasado año, Bestias del sur salvaje se debatirá junto a las grandes producciones de Hollywood por el premio Oscar a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Adaptado y Mejor Actriz, estando precedida su rotunda celebración al haberse alzado con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance 2012 y la Cámara de Oro y el Premio Fipresci en el Festival de Cine de Cannes 2012 (así como la curiosa hazaña ser una de las tres mejores películas del año para Barack Obama según declaraciones del propio presidente); tales prematuros reconocimientos no hacen sino demostrar la positiva acogida de la que la producción ha gozado (a pesar de la pulquérrima disposición dineraria y técnica dispuesta, prevaleciendo la importancia ideológica y talentosa frente a tales adversidades), galardones que de buen seguro aumentarán en número e importancia en próximas fechas y acabarán consagrando tanto a director como a obra, posicionando a ambos en un lugar privilegiado del séptimo arte que servirá de muestra ejemplar para futuros éxitos cinéfilos, y es que deshacerse en elogios no se torna un exceso sino una inmediata obligación ante tan maravillosa propuesta.
Daniel Espinosa
The day
(Douglas Aarniokoski, 2011)
Ficha técnica
Título original: The day
Año: 2011
Nacionalidad: EEUU
Duración: 83 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Douglas Aarniokoski
Guión: Luke Passmore
Reparto: Shannyn Sossamon, Ashley Bell, Dominic Monaghan, Shawn Ashmore, Cory Hardrict, Will Farrell, Brianna Barnes y Michael Eklund
Sinopsis
El mundo ha sido destruido y tan solo quedan cinco supervivientes que, armados con todo lo que encuentran por el camino buscan, desesperados, un lugar donde refugiarse de todos los peligros que les acechan; por suerte se topan con una granja abandonada que parece segura y confortable, pero mantenerse con vida no será nada sencillo...
Crítica
La temática catastrofista vuelve a cobrar especial relevancia en los últimos años merced al pronosticado fin del mundo, el cual parece se consumará sin dilaciones al término del año dos mil doce, por lo que tal vez sea conveniente barajar la posibilidad de asumir el fatídico desenlace existencial de la raza humana y comenzar a buscar un refugio nuclear para tratar de evitar lo asegurado como ineludible en lugar de preocuparse por cosas aparentemente insignificantes como el carente estado económico del país o la siempre debatida prima de riesgos; precisamente ésta novedosa (adjetivo puramente irónico) postura es la que invita a adoptar Douglas Aarniokoski quien, formado como director a partir de la nueva oleada de innovación representada por el icónico Robert Rodríguez elabora un producto cuyo título, The day, es tan explícito como minimalista, adjetivos que curiosamente pueden aplicarse al mismo sin demasiados inconvenientes al resumirse en una vacua representación se relaciones entre personas bien distintas cuyos propósitos (dibujados con insistencia a lo largo del primer tercio de metraje a través de fallidas habladurías acerca de un mundo mejor y recordaciones de tiempos pasados que creen memorables aunque por aquel entonces se les antojaran mundanos) tras un manto de inquietudes.
La cinta surgió de la voluntad de su productor y protagonista Dominic Monahan (esto podría ser considerada una mala señal pero es todavía peor de lo que pudiera parecer al antojarse un lucimiento personal más que una decente producción) para tratar exponer sus ideales en un producto que se convirtiera en apasionante y realista, algo que dista mucho del resultado logrado al ser éste plano, frío y recurrente y por ello, lejos de conseguir tal quimera, la producción provoca constantemente una sensación de habitualidad nada deseable (el guionista, Luke Passmore, tampoco intenta que sea diferente) en la que el atrevido salvajismo que se muestra puede considerarse irracional e inverosímil aun destacando ciertas secuencias, mayoritariamente de contenido psicológico, no por su sentido trascendental sino por la contundencia con las que han sido elaboradas (las muertes de algunos de los peligrosos asaltantes ciertamente compunge con fuerza); la premisa, por poco convincente que pueda parecer, entusiasmó al autor (tal vez quepa recordar que se trata de un hombre que ha participado en cintas tan desternillantes como Austin Powers: Misterioso agente internacional e inolvidables como Abierto hasta el amanecer, por lo que su consagración en el séptimo arte se produjo hace tiempo), que no dudó en llevarla a cabo aun cosechando lo que se presumía de ella, mediocridad.
Diez años después de haberse decretado el tan temido Día D la humanidad ha decidido optar por el canibalismo como método de supervivencia ante la imposibilidad de recolectar alimentos, por lo que la violencia está siempre presente en cualquier situación y circunstancia y mantenerse con vida supone un enorme reto diario, sin embargo, el grupo formado por Hannon (Shannyn Sossamon, hermosa y convaleciente aun adecuándose mejor a sus aptitudes el protagonismo absoluto del que dispuso en la extraña y absorbente Catacumbas), Mary (Ashley Bell, inquietante como en El último exorcismo aunque no la convenga volver a repetir el papel de impasible e implacable asesina aun suponiendo la pieza más importante del complicado y tramposo rompecabezas presentado), Rick (Dominic Monaghan, fiel a su particular modo actoral de padecer exclusivamente subjetivo), Adam (Shawn Ashmore, sumamente semblante en cuanto a físico se refiere con el anterior actor citado aunque mucho menos gratificante de visionar) y Hensosn (Cory Hardrict, profundamente odioso y enfermizo en el más amplio sentido de la palabra), negándose a convertirse en bestias salvajes como el resto.
El colectivo se dirige hacia una casa marcada en el mapa que poseen que les proporcionará (o al menos eso creen) cuanto necesitan en medio de un panorama extremadamente desolador en el que apenas se dispone de recursos, pero una intensa lluvia que colorea de colores grisáceos el cielo les sorprende, por lo que deciden salvaguardarse en una vieja granja en cuyo sótano encuentran esperanza y fe en forma de un buen número de suministros, lo cual invita a sospechar que tal vez alguien más esté ocupando el emplazamiento y guarde sus provisiones allí, pero sus teóricamente avanzadas mentes tan siquiera barajan dicha posibilidad, aunque no tardarán en darse cuenta de que así es cuando comiencen a interactuar con las mortales trampas montadas en tan lúgubre espacio; armados con todos aquellos elementos que atisban a su alrededor, los cinco supervivientes (número que sucesivamente se reducirá), desesperados, tratarán de permanecer atrincherados en el creído confortable lugar y protegerse de los peligros que les acechan, y aunque el colectivo de insurrectos se muestra en un principio convincente en cuanto a sus pretensiones antisociales (así se debe considerar tal posicionamiento, pues el popular es completamente opuesto), pronto comenzará a aflorar entre los miembros del mismo la duda de si la amenaza es externa o interna, dificultando una convivencia cerrada que deja de ser plácida a medida que transcurren las horas y se magnifican las necesidades primarias, instante en el que afloran las primeras sospechas y la temible aunque consecuente paranoia en relación a la idea de que el enemigo está más cerca de lo que creen, entre ellos...
Escénicamente irreprochable e interpretativa sobresaliente salvo puntuales excepciones (los antagonistas apenas aparecen en pantalla pero cuando lo hacen desprestigian bastante el buen hacer del resto), el gran déficit de la obra reside en la aportación de originalidad al subgénero apocalíptico vinculado a las relaciones humanas, ya que ésta no se atisba lo más mínimo salvo en el inesperado giro que se produce en relación a la creída protagonista en un inicio en el ecuador de la trama (tampoco parece el momento idóneo para haberse llevado a cabo tal cambio argumental pero cuanto menos se da) y el empleo de una fórmula prometedoramente efectiva basada en la intríngulis subyacente en la decadencia y el pesimismo socialmente difundido (muy semejante a la utilizada en Melancolía de Lars von Trier y Contagio de David Soderbergh), una enfermiza aunque mayormente atrayente combinación de desolación y dramatismo que poco aporta si no se ve complementada por algún otro aspecto destacable (requisito que no se da en la presente película); las malas vibraciones que despierta en el espectador The day se deben a que a la postre todo se reduce en un duelo de falsas apariencias en el que lo único que parece importar es dejar entrever la crueldad (en sentido explícito escasa obviando el desenfadado devenir de los compases finales en los que la pantalla se tiñe con ahínco de rojo sangre) que alberga el ser humano y ofrecer un espectáculo más propio del cine bélico que de cualquier otro, una historia en la que no hay buenos y malos ni inocentes y culpables, de hecho no haya nada, pues la trama esconde el peor vacío imaginable (y posible) en el que subyace una dudosa y confusa moralidad de castigo y perdón con premeditación.
Daniel Espinosa
V/H/S
(Adam Wingard, David Bruckner, Ti West, Glenn McQuaid, Joe Swanberg y Radio Silence, 2012)
Ficha técnica
Título original: V/H/S
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 116 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Adam Wingard, David Bruckner, Ti West, Glenn McQuaid, Joe Swanberg y Radio Silence
Guión: Adam Wingard, David Bruckner, Ti West, Glenn McQuaid, Joe Swanberg, Radio Silence, Simon Barrett, Matt Bettinelli Olpin, Tyler Gillett
Reparto: Calvin Reeder, Lane Hughes, Adam Wingard, Hannah Fierman, Sophia Takal, Kate Lyn Sheil, Jason Yachanin, Chad Villella y Tyler Gillett
Sinopsis
Un grupo de delincuentes son contratados para que vayan a una misteriosa fiesta a recuperar una cinta de vídeo, sin embargo, pronto se darán cuenta que su trabajo no es tan fácil como pensaban; en el salón de la casa, frente a un viejo televisor, se encontrarán un cuerpo sin vida rodeado de cintas VHS, todas ellas repletas de vídeos espeluznantes.
Crítica
Reunir en un mismo trabajo a Adam Wingard, David Bruckner, Ti West, Glenn McQuaid, Joe Swanberg y Radio Silence era una hazaña que parecía impensable hasta la llegada de V/H/S, una curiosa propuesta estadounidense de imprescindible visionado que narra cinco historias de corta duración (a las que cabe sumar la central, aunque ésta únicamente sirva de excusa para unificarlas en una misma trama) tan interesantes individualmente como distantes entre ellas, hecho que hubiese sido preciso modificar para conformar una experiencia completa y coherente (la inconexión es tal que nada tienen que ver conjuntamente), aunque de esta manera el público se encuentra ante la posibilidad de disfrutar de cinco pequeñas aportaciones arto solventes plagadas de tensión y terror; sin embargo, la objetividad empleada en la totalidad del metraje no resulta del todo agradable, pues se convierte en nefasta y denunciable merced a la pésima calidad visual de la que goza aún dotando de mayor credibilidad y efectividad de transmisión de sensaciones al filme, ya que los factores negativos citados impiden deleitarse con una sucesión de acontecimientos que se tornan desconcertantes en cuanto a claridad y mareantes en lo referente a la visceralidad mostrada (abundante pero lastimosamente aprovechada en ciertos compases de la intensa trama).
Un grupo de desechos humanos, cuya ocupación es la de incordiar y dificultar la vida a cuantas personas puedan grabando sus atrocidades en cintas de vídeo a cambio de una mísera suma de dinero proveniente de sus enigmáticos contratantes, se disponen a irrumpir en una casa deshabitada con el objetivo de recuperar una cinta filmada en el ya anticuado formato VHS (anticuado formato carente de valor en la actualidad pero albergador de irrepetibles obras añejas) desconociendo tanto su contenido como su autor; indagando encuentran un lugar repleto de filmaciones, grabaciones que darán forma a la trama central de la producción (la descrita hasta el momento Cinta 56, dirigida por Adam Wingard) a través del visionado por parte de los citados delincuentes.
La primera de ellas, Noche de aficionados (de David Bruckner), cuenta las peripecias de tres calenturientos amigos que planean divertirse toda la noche a costa de inocentes chicas dispuestas a mantener relaciones sexuales con ellos, conquistándolas mediante sus encantos drogadicticos, viéndose inmersos en una vampírica aventura adolescente algo ridícula y jurásica pero disfrutable enormemente en su tramo final (la frenética huída del último superviviente es agónica a la par que primorosa desde su vertiente artística); la segunda, Segunda luna de miel (un desdibujado Ti West es el responsable de la misma), se centra en una joven pareja que recorre la carretera en busca de nuevas sensaciones inmortalizando sus andanzas para recordar dicha escapada romántica, topándose con una misteriosa figura adivinatoria que les augura un cercano encuentro con alguien conocido promovido por el interés, motivo por el cual el sentido de la amabilidad distará mucho del de ellos y se convertirá en un presagio vinculado al aterrador para ellos y gratificante para el espectador desenlace que les depara el destino.
Cuatro dispares personalidades que únicamente comparten el intervalo de edad considerado como juvenil se dirigen al epicentro de un frondoso bosque sin propósito aparente, cuya naturaleza esconde mucho más de lo que muestra (inexplicablemente la cámara recoge dicha realidad oculta), una metafórica relación directa entre las drogas, el miedo y las alucinaciones que éstos dos elementos pueden suscitar de la que se vale Glenn McQuaid en Martes 17 para mostrar, de manera inconcluyente y parcialmente pésima, una obra que encuentra especial repulsión en sus actores; Joe Swanberg simboliza en Lo mal que lo pasó Emily cuando era más jóven su particular visión de las relaciones basadas en cámaras web, protagonistas de una curiosa relación cibernética que por parte de la integrante femenina sufre visiones fantasmagóricas, extrañas presencias (los sucesos paranormales no sorprenden lo más mínimo pero atemorizan sin remedio) que últimamente suelen acechar su apartamento y que encontrarán una explicación ínfimamente mezquina en la versión más mística de la esquizofrenia, un desenlace decepcionante para una evolutiva genialidad direccional; por último, en 10/31/98 de Radio Silence (Matt Battinelli Olpin, Tyler Gillett, Justin Martinez y Chad Villella), es la última propuesta de esta múltiplemente elaborada cinta, la cual encuentra su existencia en una monumental fiesta de Halloween celebrada en una casa desconocida, emplazamiento al cual han sido invitados cuatro chicos dispuestos a pasarlo en grande careciendo de conocimiento alguno sobre sus moradores y demás personalidades convidadas; la preciosa morada resultará ser una auténtica casa de los horrores en la que la sobrecogedora atmósfera no será el único factor que incida sobre el cuarteto, sino que el gigantesco y satánico hogar aguarda silencioso el momento de poder nutrirse de los recién llegados, convirtiéndose en la más clásica y sencilla obra de entre las cinco (a pesar de ello, los efectos especiales abundan, hecho que curiosa y sorpresivamente propicia un mejor resultado final de la obra).
Los distintos directores, todos ellos empleando las mismas escuetas herramientas tecnológicas y haciendo valer la mínima duración (similar a la de un cortometraje en cada uno de los casos, hecho que facilita la intensidad argumental enormemente sin perder sentido alguno ni prescindir de la ineludible sensación de agobio constante) como mejor alegato en un festival de misticismo, sexualidad y violencia (las escenas explícitas no abundan pero su contundencia y atrevimiento son sublimes), tres características que reúnen cada una de las crónicas plasmadas, se muestran fieles a sí mismos y aglutinadores de numerosos tópicos del género al mismo tiempo; unas actuaciones infernalmente convincentes (aún careciendo totalmente de popularidad y reconocimiento público) y la mínima labor de postproducción avalan un producto singular a la par que creíble, no tanto por lo tratado en el mismo sino por la forma de llevarlo a cabo, tan genuina como recurrentemente empleada de forma errónea al suponer la perfecta ocasión de realizar un trabajo de bajo coste aún sin medios (el problema suele residir en que la idea también carece de valor), siendo por lo tanto una de las películas más prometedoras de los últimos tiempos que lejos de defraudar consigue entretener y abrumar.