Día 7 (Sitges Film Festival 2012) 19-04-2024 21:13 (UTC)
   
 

Compliance
(Craig Zobel, 2012)


Compliance




Ficha técnica


Título original:
Compliance
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
89 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Craig Zobel
Guión:
Craig Zobel
Reparto:
Ann Dowd, Dreama Walker, Pat Healy, Bill Camp, Philip Ettinger, James McCaffrey, Ashlie Atkinson, Matt Servitto, Ralph Rodriguez, Desmin Borges, Raymond McAnally y Michael Abbott


Sinopsis


Becky y Sandra son dos mujeres cuyas vidas se cruzan cuando comienzan a trabajar juntas en el mismo restaurante; un día, un pequeño incidente sobre el robo de una cartera señala a Becky como la principal sospechosa del robo y, el arresto de la joven empleada, traerá consigo una serie de conflictos para ambas donde la injusticia estará presente.



Crítica


Craig Zobel
dirige Compliance, uno de tantos filmes etiquetado como polémico que, más allá de honrar la relevación corroborada de basarse en uno de los más de setenta incidentes similares reportados anualmente en una treintena de estados estadounidenses, no resulta lo suficientemente contundente que debiera (ni visual ni situacionalmente), pues aun cobrando un aspecto mucho más realista de lo que pudiera haber presentado en caso de optar por una matización más espectacular la película mantiene en todo momento un estado verosímil tan agradecible (salvo en los compases finales, en los que cobra tintes absolutamente irracionales) como aborrecible; lo que resulta indiscutible de la propuesta es la espectacular perversidad de la que hace gala, una ácida crítica (directa y prolongada, abarcando absolutamente toda la duración de la trama) hacia la sociedad actual que de buen seguro no dejará indiferente a nadie, asemejándose al clásico metraje vengativo de los años ochenta, logrando que el espectador se sienta (aunque no lo pretenda) cómplice activo de la manipulación e inhumanidad que se muestran en pantalla y residiendo la falla más mortificante en el pausado (aunque intenso) ritmo que éste adopta desde el inicio, el cual se mantiene hasta el desenlace.

Rebecca (Dreama Walker, lujuriosamente impecable) es una joven de diecinueve años que presta su dedicación laboral en Chick Wick, una cadena de comida rápida cuya evaluación de calidad de alimentos y servicio tiene lugar durante la noche en la que transcurre la historia (motivo relevante, pues justifica la estresante sobrecarga de trabajo que se da en un lugar ya de por sí exigente); controlada estrictamente por su amargada y desconfiada supervisora Sandra (Ann Dowd, poco apreciable, adecuándose al odioso papel que la ha sido atribuido), únicamente encuentra divertidas distracciones profesionales en Kevin (Philip Ettinger, poco presencial pero correcto), compañero con el que comparte edad y consumación de fechorías en sus rutinarios quehaceres.


En pleno horario de máximo aforo Sandra recibe la llamada del oficial Daniels (Pat Healy, pletórico, desvinculándose por completo de su anterior interpretación en The Innkeepers, igualmente destacable), supuesto miembro del departamento de policía que asegura estar en posesión de suficiente información como para poder afirmar que una de sus empleadas ha robado dinero de la cartera de una clienta; la acusada en cuestión es Sandra, quien ve como su encargada, obedeciendo al extraño que asegura representar a la autoridad del estado para teóricamente evitar que se opte por la apertura de un proceso penal, la obliga a entregarla su móvil y permanecer retenida en la oficina del establecimiento (desnuda tras ser inspeccionada en la que se podría considerar la escena más angustiosa de la producción junto con la última) hasta que lleguen los miembros para registrarla m
ás profesionalmente.

A medida que avanzan los minutos las coacciones y humillaciones irán cobrando dimensiones terroríficas, mientras el impostor permanece en contacto con el local mediante el uso de tarjetas prepago que imposibilitan su posterior localización realizando entretanto sus quehaceres diarios en la tranquilidad de su morada (una diversión doméstica tan macabra como cómoda de realizar) cosechando información acerca de cada uno de los implicados en el percal al tiempo que les propone preguntas tan manipulantes como personales; posiblemente para evitar contraer problemas legales, Sandra, Kevin, el futuro marido de Sandra (Bill Camp, complicada aunque lograda resulta su labor) y el habitual transportista de alimentos del restaurante (Stephen Payne, incalificable al no aparecer apenas en pantalla) se convierten cronológicamente en inusuales cooperadores, confiando en la palabra de un desconocido sin comprobar su identidad real (es decir, aceptando la sumisión policial descartando hacer uso del oportuno raciocinio) y siguiendo ciegamente las instrucciones que les va remitiendo (algunas de ellas cercanas a la tortura más cruel, poco creíbles y muy privativas).


De incómodo visionado, moralmente vejatoria y psicológicamente dura, Compliance se convierte tempranamente en una angustiosa experiencia que encuentra su principal valor en la naturalidad con la que los acontecimientos van aconteciendo, asombrando y al mismo tiempo estremeciendo, pues la supuesta ficción recogida parece no distar demasiado de la realidad en la que se basa; a pesar de la inexplicable esclavitud autoritaria que muestra la antagonista de la historia (que no es otra que la encargada de la protagonista, aunque actúa bajo las órdenes del desconocido autor de la llamada alteradora), los procedimientos llevados a cabo para averiguar si la culpada empleada realmente esconde el dinero que se le supone ha hurtado no se manifiestan excesivamente inaceptables aunque sí tremendamente evitables (búsquedas en cavidades, crueles castigos, favores sexuales...), ante los cuales prevalece la importancia del deber a la autoridad en virtud de la solidaridad, hecho que posiblemente sucediera en las situaciones narradas pero con limitaciones considerablemente más rigurosas, motivo por el cual se dilapidan parcialmente los resultados (precipitados y conservadores) de una cinta de la que, en cualquier caso, se esperaba más (probablemente por el enorme interés suscitado desde su primeriza concepción y la promesa de una visceralidad lejanamente atisbada).




Daniel Espinosa




Grabbers

(Jon Wright, 2012)


Grabbers




Ficha técnica


Título original:
Grabbers
Año:
2012
Nacionalidad:
Gran Bretaña
Duración:
94 min.
Género:
Ciencia ficción, Terror
Director:
Jon Wright
Guión:
Kevin Lehane
Reparto:
Richard Coyle, Ruth Bradley, Russell Tovey, Lalor Roddy, David Pearse, Bronagh Gallagher, Pascal Scott, Clelia Murphy y Ned Dennehy


Sinopsis


En un pequeño pueblo irlandés el pánico está a punto de estallar, pues la aparición de unos extraterrestres pondrá en alerta a todos y cada uno de sus habitantes; el caos se apoderará de ellos, pero tratarán de salvarse de estas extrañas criaturas conocidas como Grabbers pasando el mayor tiempo posible ebrios, ya que el alcohol se convertirá en la única solución.



Crítica


Terror, ciencia ficción y comedia se unen en Grabbers, película que se postulaba como seria candidata a convertirse en la mejor cinta cómica de horror de la temporada siguiendo la estela de anteriores éxitos como la reciente y altamente recomendable Attack the block o, trasladándose mucho más atrás en el tiempo, la mítica Gremlins, de las que precisamente bebe sin estupor ni disimulo Jon Wright (en cuanto a la primera por el inconfundible trato que se brinda a la criatura y en relación a la segunda por la concepción visual típica de los años ochenta, llegándose a extralimitar el evidente plagio de la fuente) para patentar una producción de incuantificable carisma inicial pero absoluta linealidad clasicista en su segundo acto, respetando en exceso los cánones que estipulan las directrices del género en el cual se engloba y manifestando cierto descontento social (disfrazado de magnificado sarcasmo) aun enorgulleciéndose de la serie de
marcadas recurrencias  por éstas.

Un pequeño pueblo irlandés situado en la costa recibe la visita de Lisa (Ruth Bradley, extrovertida, natural y deseable), una intrépida policía de ciudad acostumbrada a lidiar con los más dificultosos actos delictivos que, supliendo al guardacostas local (Pascal Scott, inservible y poco presente) durante un período de dos semanas por motivos vacacionales de éste, asume responsabilidades compartidas con Ciarán (Richard Coyle, genuinamente conveniente), la habitual autoridad que asume roles de poca complejidad con más aburrimiento que entusiasmo; adictos (la una al trabajo y el otro a la bebida) y confrontados entre sí por la disparidad de pareceres que ambos defienden inflexiblemente, descubren atónitos que la historia que les narra Paddy (Lalor Roddy, desternillante y querible), el clásico dipsómano que frecuenta la misma taberna noche tras noche, es real, pues la tenencia de un monstruo marino hallado horas antes en la orilla de la playa en su bañera es veraz.


El insólito descubrimiento casual desencadenará toda la problemática suscitada con posterioridad al averiguarse, a raíz de la practicidad de la experiencia profesional de Adam (Russell Tovey, odiable y primitivo), el estudioso doctor marino del lugar batallante en un absurdo e intenso pulso mantenido con Ciarán por el amor de Lisa, que las dos imperiosas necesidades que busca saciar la bestia y por las que se ha dirigido a la costa son las de alimentarse de sangre y desarrollarse en un medio acuoso; el parte meteorológico anuncia lluvia inminente cuya intensidad se prologará durante toda la noche (convirtiéndose en el primer caso en la historia que dichos profesionales aciertan en su pronóstico), por lo que deben actuar con rapidez y decisión si quieren salvaguardar las vidas de los habitantes del pueblo, optando finalmente por acudir a la iglesia y anunciar la celebración de una desinhibida fiesta en el único pub de la zona con el pretexto de festejar la llegada de la nueva guarda empleando como reclamo la disponibilidad de barra libre para todo aquel que asista (perspicaz manera de plasmar lo atrayente que resulta para la muchedumbre todo aquello que sea gratuito), argucia urdida tras comprobar fehacientemente que la horrible masa de tentáculos se muestra austera respecto a la ingesta de elementos (y seres humanos) alcohólicos y deducir que la única posibilidad de sobrevivir hasta el día siguiente es permanecer ebrios en el citado bar, cuyos responsables, Brian (David Pearse, despoblado y preciso) y Una (Bronagh Gallagher, sufridora y puritanamente cumplidora), participan forzosa y activamente en el disparatado proyecto previa oportuna explicaci
ón del mismo.

El pánico se comienza a apoderar de los presentes cuando numerosas crías empiezan a invadir el local (en una escena que recuerda sospechosamente a una acontecida en la ya citada Gremlins, entrañable pero arduamente positiva a causa de la descontrolada similitud mencionada) y devorar todo lo que encuentran a su paso, momento en el cual las autoridades representantes de la ley deberán tomar las decisiones que crean oportunas y actuar sin dilación aun alcanzando tal propósito en un lamentable estado de embriaguez; valiéndose de los instrumentos que encuentran en el escenario y envalentonándose por el precario estado que presentan, combatirán insaciablemente contra las bestia marinas sin concesión, refugiándose en la falsa convicción de protegerles la ingesta de alcohol (teoría desmentida cuando Adam es repelido con gran violencia por la gigantesca madre alienígena).


Aun presentando el injustificable desenlace de la trama (un enamoramiento como el que se plantea no se antoja ni creíble ni preciso) y el denunciable remedo de numerosos supuestos homenajes fílmicos (uno de los más reconocibles sea tal vez el recogido en la imagen final del filme, en el que se visualiza una última sorpresa idéntica a la de la terminación de Godzilla), Grabbers encandila de tal modo que las los errores se desvanecen, aunque vuelven a cobrar importancia a raíz de la presentación formal (y corpórea) del monstruo (de aspecto desfavorecedor y mejorable complejidad adulta); la poca sensatez (agradecible al inicio y aborrecible al término), el cuantioso humor (mayoritariamente falto de originalidad) y las grandes dosis de situaciones cómicas (altamente criticables) que ofrece la propuesta provocar
án una gran contrariedad de aceptación entre el respetable.



Daniel Espinosa




Iron sky

(Timo Vuorensola, 2012)


Iron sky




Ficha técnica


Título original:
Iron sky
Año:
2012
Nacionalidad:
Australia
Duración:
86 min.
Género:
Ciencia ficción, Comedia
Director:
Timo Vuorensola
Guión:
Jarmo Puskala, Johanna Sinisalo y Michael Kalesniko
Reparto:
Julia Dietze, Gotz Otto, Christopher Kirby, Tilo Pruckner, Udo Kier, Stephanie Paul, Kym Jackson, James Quinn, Nick Dong, Fang Yu, George, Irshad Panjatan, Samir Fuchs, Marvin Davis y Monika Gossman


Sinopsis


Hitler y sus tropas lograron escapar al espacio refugiándose en la Luna y generando allí una oculta; ahora, construida toda una flota de platillos volantes con la intención de restaurar el Tercer Reich a escala más global, deciden actuar, pero todo el plan se descubrirá antes de tiempo cuando un astronauta aterrice y se percate de sus malvadas intenciones.



Crítica


La preocupante carencia de ideas genuinas que padece el actual panorama cinematográfico es tan desagradable como palpable al ir sucediéndose revisiones, secuelas, películas clónicas y, especialmente, sobredosis de malentendidos superhéroes durante los últimos años plagando el catálogo de mezquinas obras (con contadas excepciones, por supuesto), aunque muy de vez cuando aparecen cintas que apuestan por algo diferente, ya sea a nivel formal (donde se tiende a alabar en exceso el ir a contracorriente) o argumental (la sobredosis de intencionalidad en muchas ocasiones propicia un errático giro final) que, a menudo, tienen que optar por lo disparatado para no ser relacionadas con otras, y en esta corriente se sitúa Timo Vuorensola, quien pretende hacer realidad tal quimera con Iron Sky, una cinta cuya curiosa premisa (los nazis mandaron a la Luna una nave en los estertores de la Segunda Guerra Mundial para regresar en un incierto momento adecuado futuro para proceder a la dominación mundial) resulta tan absurda como llamativa pero en todo caso prometedora de grandes dosis de diversión, las cuales no se observan en la constitución del producto final al no deja de ser éste una especie de aspiración a erigirse en objeto de culto desde su frase promocional apelando al espíritu gamberro de la serie z y el humor cafre que alienta la festiva sátira sobre el absurdo plasmada, aunque nada más lejos de la realidad; el mayor problema del filme (entre muchos otros) es que el guión, obra principalmente de Michael Kalesniko (cabe tildar de tal manera su autoría al estar basado en un escrito de Jarmo Puskala adaptado junto a Johanna Sinisalo y el propio director), es incapaz de encontrar el tono adecuado para transmitir con eficacia lo que cuenta, mezclando claros elementos burlescos a través del intento de frivolizar con un personaje (para más señas residente en la Casa Blanca) que recuerda conscientemente a Sarah Palin con demasiada deducibilidad recurriendo sin ninguna limitación a tópicos, previsibilidad y falta de inspiración, fatídica combinación de incorrecciones a la que no ayuda positivamente el hecho de que la figura parodiada ya haya sido caricaturizada hasta la saciedad con anterioridad en un buen número de ocasiones, evidenciando m
ás las debilidades.

Cuando las tropas de Hitler (Udo Kier, inquietante es su mirada como formidable su controvertida labor) estaban a punto de ser vencidas un programa secreto logró escapar al espacio, refugiándose en la Luna y generando allí una base oculta en el famoso lado oscuro de la misma (el único que no ha podido ser estudiado hasta el momento) en forma de una mina de helio esvástica tres que fue preparándose para, en un futuro próximo, tratar de conquistar y dominar el mundo en su totalidad, instante que se traduce en el presente, habiéndose construido toda una flota de platillos volantes con la intención de restaurar la autoridad del Tercer Reich (reconvertido en el Cuarto) mediante la evolución de los pérfidos nazis que constituyen dicho proyecto; sin embargo, todo el plan se descubre antes de tiempo cuando un astronauta, James (Christopher Kirby, genuinamente aborrecible aunque meritoria sea su prestación de llevar una importante cantidad de maquillaje durante el noventa y cinco por ciento de la trama), aterrice y se percate de lo que se están urdiendo (de hecho se trata del archiconocido primer aterrizaje del hombre en dicha superficie), siendo involuntariamente el detonante de que la situación comience a desmadrarse todavía más de lo que lo hubiera hecho ya de por sí, un total desfase en el que no faltarán infundadas menciones racistas y machistas, así como feministas (la vertiente irrespetuosa abunda sin diferenciaciones de ning
ún tipo de clase).

Una vez el proceso avanza sobremanera representantes de los nazis recluidos en el citado escondite alemán deciden viajar a la Tierra para imponer su voluntad, por lo que el descerebrado recién llegado (creído espía terrícola por todos los allí presentes) ha de actuar con rapidez, ocurriéndosele solamente que es un actor hollywoodiense que conoce a la actual presidenta de Estados Unidos (Stephanie Paul, forzada hasta la extenuación para encarnar el siguiente paso tras uno de color), motivo por el cual consigue viajar junto al despiadado Adler (Gotz Otto, muy convincente a pesar de la locura que le rodea) y la comprometida mujer de éste Renate (Julia Dietze, inevitablemente sensual e imperdible), dos de los altos mandos que ostentan más poder; aunque para entonces los invasores ya son conscientes de que únicamente necesitan la tecnología que posee la sociedad mundana para desarrollarse, misión que tratarán de cumplir presionando al pueblo para que ceda ante sus intereses (la fundamentación es la clave de ello, pues la promesa de un futuro mejor a través de un teórico mensaje socialista de paz), a lo que el siempre batallador equipo militar contesta con un feroz ataque suicida portando decenas de cabezas nucleares para propiciar una masacren que, en último término, se volverá en su contra sea cual fuere el desenlace al traducirse en la mejor campaña posible para la presidenta para volver a ser elegida aludiendo al son de “yes, she can” (estrategia igual de lamentable que muchas otras sucedidas verazmente, palabras conscientemente semejantes a las proferidas por Barack Obama que de buen seguro serán criticadas por aquellos considerados patrióticos).

Amén del pulquérrimo retrato de los nazis que no termina de ser o amenazador para hacer creer que verdaderamente quieren dominar el mundo o delirante para que puedan ser disfrutados, cuantiosas ocurrencias supuestamente graciosas e indudablemente desaprovechadas van sucediéndose, tales como romanticismos fundamentados en la compatibilidad genética para resaltar el sentido científico, nuevas definiciones para las siglas USB (en este caso Unión Sistemática Brillante), móviles de última generación que son la clave para hacer funcionar gigantescas armas secretas, besos de despedida a los que les sigue la frase “volveré triunfante”, himnos irrespetuosamente reproducidos para distraer a decenas de fieles e incluso electrocutarlos, cámaras lentas tan impactantes como inapropiadas, aperturas de escotillas exclusivamente válidas para desnudar a féminas, avances medicinales que son capaces de cambiar tanto el color de la piel como las creencias políticas de aquel a quien se las administre, saludos marginales que suplen a los clásicos sin tan siquiera cuestionar su origen, cultivos de marihuana empleados no para ser consumidos sino para servir de pistas de aterrizaje para naves espaciales, culturas callejeras cruelmente desdibujadas, altos cargos que no gozan de seguridad alguna, flechazos sentimentales nacidos de una clara farsa, fortuitas peleas en las que la intervención policial no da los frutos que se presumen a su actuación, escritos propios del cine mudo que se introducen ridículamente, muertes de personajes que apenas aportan algo a una historia ya de por sí precaria, detestables mofas acerca del extendido e higiénico hábito de rasurarse el vello púbico, reporteros que mantienen la compostura hasta que les place, pilotajes que son comparados con el mando de una consola de videojuegos, nacionalismo disfrazado de mero sensacionalismo, calzados cuyos tacones se tornan mortales..., por citar algunas y obviar el denunciable hecho de señalar directamente al territorio finlandés como desleal (todos los países menos éste unen fuerzas en la conclusiva unión internacional para salvar la Tierra, movimiento que es considerado un ultraje por parte de aquellos que no están interesados en más que hacer cundir el pánico, por lo que se presume que dicho territorio es partícipe de tan fatídico desenlace).


Resultando imprescindible reconocer los méritos del director en la puesta en escena y de su equipo técnico en la elaboración de los distintos elementos que constituyen el metraje (tanto ambientación como acabado visual lucen incluso de mejor forma que en no pocas superproducciones que se estrenan en salas comerciales anualmente), el popular reparto no encuentra en el filme de corte independiente una base sólida sobre la que asentar sus indudables dotes interpretativas, las cuales permanecen en sintonía con la indeseablemente poco fluida evolución de la trama que se ve interrumpida continuamente por cortes propios de un producto televisivo que permite acudir al baño mientras la publicidad que los responsables de la cadena se emite, por no mencionar que tildarlo de descomunal plagio (tanto de la espectacular Independance day desde que los objetos voladores no identificados comienzan a consumar la sufrida venganza hasta que la trama recupera su patetismo original como de la incomparable La guerra de las galaxias en cuanto a estructuras espaciales y cualquier capítulo de la legendaria serie Star Trek en innumerables concepciones interiores de los vehículos voladores que se observan); Iron Sky es, en resumen, una mala imitación de la desigualmente recibida Aterriza como puedas y nueva muestra de cómo desaprovechar un punto de partida con muchas posibilidades cayendo en tópicos suficientemente delirantes como para que el conjunto realmente funcione medianamente bien aun contando con un apartado audiovisual impactante en relación con las limitaciones presupuestarias dispuestas, aunque esto es insuficiente si todo lo demás oscila entre lo mediocre (muy fallidos son los aspectos de crítica hacia las personalidades históricas y la política estadounidense) y lo aburrido (la tediosa relación entre el protagonista y la nazi disidente es el mejor ejemplo de ello), siendo una verdadera lástima que un trabajo tan surrealista e inicialmente prometedor como éste termine perteneciendo a la extensa lista de errores fílmicos dentro del género fantástico, así es.




Daniel Espinosa

 
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