Día 4 (Sitges Film Festival 2012) 29-03-2024 01:16 (UTC)
   
 

Berberian sound studio
(Peter Strickland, 2012)


Berberian sound studio




Ficha técnica


Título original:
Berberian sound studio
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
92 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Peter Strickland
Guión:
Peter Strickland
Reparto:
Toby Jones, Cosimo Fusco y Tonia Sotiropoulou


Sinopsis


Gilderoy, un reputado ingeniero de sonido, debe viajar hasta Italia; su vida cambiará a raíz de mezclar una de las obras más importantes pertenecientes a uno de los grandes maestros de la música clásica.



Crítica


Todo aquel adepto al género de terror, a películas que producen pavor real sin importar el medio a través del cual fructificarlo, debe alejarse rápidamente de la segunda propuesta de Peter Strickland (director hasta la fecha de diversos cortometrajes y productor de discos de música abstracta que se alzó con el Oso de Plata a la Mejor Película en el Festival de Berlín 2009 por la intensa Katalin Varga), pues con Berberian sound studio ha tratado (sin éxito) de exponer una sucesión de voces y gestos inconexos a modo de sonoras grabaciones de estudio que centraran su manipulación en infundir miedo; comenzando con un inocente texto en italiano y sumándose posteriormente distintos ruidos (la música propia de un órgano, el eco producido por unos pasos, los gritos procedentes de la oscuridad, los golpes emitidos por entes desconocidas...), un cúmulo de resonancias que no hacen sino agravar paulatinamente el sentimiento de malestar e inquietud mediante una trama (si realmente puede catalogarse como tal la suma de, en física, cualquier fenómeno que involucre la propagación en forma de ondas elásticas a través de un medio elástico que esté generando el movimiento vibratorio de un cuerpo (es decir, el infravalorado sonido) con un desarrollo excesivamente pausado y desesperadamente repetitivo.


Gilderoy (Toby Jones, majestuoso a pesar de la complejidad que supone su personaje y la parsimonia con la que avanza su complejo parecer interior) es un reservado montajista de producciones de inmaculada trayectoria que residente en tierras inglesas con experiencia en sonido de películas familiares e infantiles y se ve obligado a viajar a una nueva asignación italiana con el propósito de demostrar su don natural y hacer encuadrar a la perfección el último trabajo de uno de los maestros del terror italiano de la época (aunque en un principio éste insiste en que la historia es terrorífica pero no está englobada dentro de dicho género acabará contradiciéndose para demostrar que no es así); haciendo alarde de su excéntrica y caprichosa personalidad, el exitoso autor se encuentra elaborando una película de clase b con cierta similitud a la mítica Suspiria (en este punto cabe recordar que en la década de los setenta el estudio que da nombre al título fue el lugar de postproducción de sonido más barato y sórdido de toda Italia, por el que solamente las cintas más perturbadoras procesaron y editaron sus mezclas de sonido), sosteniendo que el dinero no es una motivación para llevar a cabo un resultado digno (creencia que además le sirve de excusa idónea para no abonar al extranjero el importe de su billete de avión aun insistiendo).


En el nuevo entorno en el que se ve inmerso el experimentado sonidista inglés (tal es su grado de maestría que es capaz de convertir una bombilla en un objeto volador no identificado), continúa comunicándose con su querida madre vía correspondencia postal (las cartas que recibe son tan peculiares como relevadoras) mientras va perdiendo la cordura y la amabilidad que lo caracterizaron desde el principio, y es que el metraje en el cual está trabajando parece tener implícita una maldición que imposibilita terminarla, debiéndose repetir las escenas indefinidamente por razones varias; afectado profesional y en especial moralmente por su incalificable implicación, entrará en un ciclo infinito sin salida, implicando tomar medidas desesperadas en aras de desprenderse de la angustiosa carga profesional asumida en un mundo prohibido poblado por actores maniáticos donde los caprichos artísticos y la burocracia más absurda (tanto como la interactuación que el protagonista realiza con las diversas personalidades que aparecen en pantalla) dictaminan la cotidaneidad.


El indiscutible poder del sonido, enorme y variado, sirve para que el director inglés desarrolle una trama que si bien es banal se traduce en una voraz y sutil crítica en relación con las diferencias culturales entre italianos e ingleses (el protagonista se ve abrumado por el resto del elenco italiano que grita y golpea por cualquier razón mientras la dificultad para expresar su descontento contribuye a que pierda la cordura), disimilitudes que se convierten en elementos originales e inteligentes para las escenas cómicas (las cuales abundan en el filme, siendo la más memorable tal vez la protagonizada por el responsable al cual Gilderoy presta sus servicios cuando éste pretende acercarse a su ingeniero en sonido tratando de evitar que abandone el proyecto y, tras varios abrazos incómodos, le convida a la ingesta de una uva pidiéndole que proceda a la manera italiana, generando en el desubicado recién llegado un gesto cargado de sumisión y malestar); a este hecho cabe sumarle la muy entretenida y educativa documentación concerniente a los pequeños trucos de efectos especiales de los que se servían los sonidistas de antaño (rebanaban sandías para simular ataques, acuchillaban repollos para las escenas más violentas... encontrando su máximo exponente en la impactante escena en la que Gilderoy le quita el tronco a un manojo de rábanos para simular el arrancamiento de pelo a mechones a una bruja), recogiendo cómo se elaboraba el cine cuarenta años atrás, abismalmente diferente a la tecnología tan incorporada actualmente.


Toby Jones
demuestra en su primer papel principal (a pesar de haber actuado en más de cincuenta producciones como parte del reparto secundario) que está capacitado para participar en roles protagónicos que requieran una gran capacidad actoral, pues para la ocasión cambia radicalmente su actitud, su vestimenta e incluso su voz a partir del ecuador de la cinta para compensar la carencia idiomática que denota cierta debilidad en su persona y mostrarse tan fuerte como los demás personajes de la historia, por lo que la camaleónica labor que realiza es sensacional; muchos son los aspectos que pueden desilusionar al espectador (desde la inexplicable recurrencia presencial de arañas al efímero discurso religioso que se propone), pero el más alarmante probablemente es el inapropiado a la par que repentino desenlace, ya que resulta tan inexacto que lo verídicamente padecido por el protagonista no se concreta aunque el objetivo primario de Berberian sound studio de poner de manifiesto la importancia de los sonidos (especialmente cuando no se corroboran visualmente, pasando a formar parte de una dimensión diferente en la cual la desestabilización se magnifica) se logre magníficamente, convirtiendo la película en un producto original y entretenido (muy lejos del entusiasmo) que rinde homenaje a aspectos no tan convencionales de la cinematografía pero en la que la manera complaciente e impersonal de hacerlo también la torna sumamente aburrida y provocadora de nulo interés (al no haber propósito
deducible posible la curiosidad prevalece pero el sinsentido también).



Daniel Espinosa




El cuerpo

(Oriol Paulo, 2012)


El Cuerpo




Ficha técnica


Título original:
El cuerpo
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
107 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Oriol Paulo
Guión:
Oriol Paulo y Lara Sendim
Reparto:
José Coronado, Belén Rueda, Hugo Silva, Aura Garrido, Juan Pablo Shuk, Cristina Plazas, Oriol Vila, Manel Dueso y Albert López


Sinopsis


La desaparición del cadáver de la empresaria Mayka, una mujer dura que siempre ha creído tener todo bajo control y que fue asesinada en condiciones poco claras, propicia una investigación; el encargado de llevar el caso será el inspector Jaime Peña, un hombre destrozado anímicamente después de la repentina muerte de su propia esposa.



Crítica


Al fin se puede afirmar, sin riesgo a equivocarse, que el cine íntegramente español (sin reparto ni director de nacionalidad distinta) ha alcanzado el nivel ideológicamente sobresaliente que caracteriza a la industria estadounidense (al menos a las buenas producciones que ésta produce), pues El cuerpo, obra del debutante Oriol Paulo, guarece todo aquello que han hecho populares a cintas de semejante índole procedentes de tierras americanas (giros inesperados a la par que elocuentes, dobles moralidades de difícil asimilación, enigmas que únicamente se desvelan en los compases finales de la trama, personajes tan variopintos como interesantes...), convirtiéndose indudablemente en una de las mejores propuestas (originariamente patrias) del presente año; generando continuas sospechas acerca de la verdad absoluta que se oculta tras el complicado mosaico de posibilidades plasmadas (en incremento exponencial a medida que avanza la película), el director va desgranando magistralmente los múltiples aspectos de cada uno de los protagonistas, construyendo un thriller (policíaco a la par que psicológico) de épicas dimensiones propio de la mejor de las estrategias planteadas en la mundialmente exitosa saga Saw (de hecho son muchos los componentes que se podrían atribuir directamente a la misma).


El cadáver de Mayka Villaverde (Belén Rueda, considerablemente rejuvenecida aunque igualmente aborrecible), una de las mujeres más influyentes y adineradas de la sociedad española difunta hace escasas horas, cuyo poder solamente era comparable al arriesgado estilo de vida que llevaba, desaparece misteriosamente del depósito de cadáveres tras la enigmática huída del guarda nocturno del recinto, quien es atropellado posteriormente al emprender una acelerada marcha en aras de alejarse rápidamente del lugar, su hasta entonces esposo Álex Ulloa (Hugo Silva, sorprendentemente ideal) se ve en la obligación de acudir a la morgue con la finalidad de responder a las preguntas que le formula el inspector Peña (José Coronado, sobreactuación y singularidad se unen en su persona), el cual sospecha amargamente de la involucración del mismo; a
unque en un principio parece no restar ningún indicio en la escena del delito que esclarezca la anómala situación en aras de encontrar el cuerpo ausente, comienzan a aflorar una ingente multitud de secretos que rodean la teóricamente plácida e irreprochable existencia de Álex, descubriéndose su relación de larga duración con Carla (Aura Garrido, deseable pero subjetivamente inadecuada) y sus verdaderas intenciones matrimoniales, alejadas por completo de lo que los papeles conyugales recogían, de este modo, una serie de giros repentinos terminarán por revelar el auténtico acontecer cronológico de los hechos y determinar las responsabilidades de cada uno de los citados personajes, tanto pasadas como presentes, confluyendo en un desenlace en el que la medicina y la astucia convergen para provocar una sorpresa arduamente deducible (tal es así que se sitúa peligrosamente en el siempre estrecho límite que separa lo racionalmente aceptable de lo totalmente inconcebible).

Belén Rueda
(que con tres inauguraciones en el Sitges film Festival interpreta a una mujer que dista enormemente de sus papeles anteriores, demostrando así que se encuentra en un gran momento interpretativo y que es capaz de solventar con notabilidad la empresa que la sea precisada), Hugo Silva (que alcanza un nivel extraordinario con su encarnación y pletórico devenir, siendo ejemplo de ello la escena en la que debe ingerir una hoja de papel para hacer desaparecer cierta prueba incriminatoria, tan angustiante como formidable) y José Coronado (que se muestra canoso, profesional y premeditadamente alicaído) facilitan la complicada labor que Oriol Paulo ansía (direccional y escrituralmente, pues también firma el elaborado guión de la propuesta junto a Lara Sendim), la de transmitir con seriedad y personalidad las sensaciones (impredecibles y evolutivas) de las respectivas caracterizaciones que transitan por la pantalla a lo largo de la gran e impredecible trama.


Diferenciando a la perfección los dos tiempos espaciales en los que se divide la historia vinculados con la representación de dos mundos completamente opuestos (en el depósito de cadáveres transcurre el presente durante una única noche entre pasillos oscuros y viejos, mientras que en la casa que comparten Mayka y Álex acontece el pasado repleto de lujo en espacios suntuosos), el primero ocasiona las motivaciones postulares y el segundo hostiga cierto racionalismo europeo, resultando un componente laberíntico (inmejorable símil con la situación en la que se encuentra Álex, un embrollo virtual del que no consigue escapar) y mostrando así claramente la diferenciación de caracteres a lo largo de la cinta; no obstante, el ocurrente entramado, macabro e inverosímil, no convence especialmente, ya que si bien es cierto que la primera parte de la producción infunde suspense e inquietudes, no lo es menos que la segunda agota la paciencia hasta del más tolerante debido al atildado proceso progresista (con un ritmo trepidante pero, por desgracia, cuantiosas carencias conectivas).

El filme se podría englobar fácilmente en la clásica narrativa, pues su factura presenta de manera transparente la trama asemejándose al cine negro de los años cuarenta y cincuenta, aunque la meticulosidad con la que van evolucionando los hechos está directamente relacionada con trabajos mucho más actuales (tales como Una simple formalidad, de Giuseppe Tornatore); a pesar de la excelente conceptualización y el continuo desarrollo de la historia, ciertos aspectos como la poca convicción del desenlace (apresurado y desacertado) y la escasa credibilidad del reparto en determinadas secuencias cruciales (intolerable actitud que finalmente suscita repulsión) terminan por convertir el producto en uno mucho más intrascendente de lo que debiera ser, pues los elementos empleados y el proyecto mismo son primariamente geniales, no cabe (o no deber
ía) la menor duda de ello.



Daniel Espinosa




The cabin in the woods

(Drew Goddard, 2012)


The cabin in the woods




Ficha técnica


Título original:
The cabin in the woods
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
95 min.
Género:
Comedia, Terror
Director:
Drew Goddard
Guión:
Drew Goddard y Joss Whedon
Reparto:
Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Anna Hutchison, Fran Kranz, Jesse Williams, Richard Jenkins, Bradley Whitford y Brian White


Sinopsis


Cinco amigos se disponen pasar un fin de semana tranquilos, sin que nadie los moleste, en una cabaña perdida en lo más profundo del bosque; lo que no sospechan es que van a formar parte de un experimento que les llevará al límite de la extenuación hacia el horror...



Crítica


Atrevida, inquietante e inteligente son los tres adjetivos que mejor definen la nueva propuesta de Drew Goddard (guionista de Monstruoso secundado para éste su debut direccional en el guión y la producción por Joss Whedon, director de Los Vengadores, con el que ya había colaborado anteriormente en múltiples ocasiones), quien osa con sumo acierto ahondar en el misterioso y atrayente origen de las pesadillas (de la más diversa índole) al mismo tiempo que trata de modo irónico la tan recurrida temática terrorífica, arriesgada intención que resulta totalmente gratificante merced a la primorosa originalidad, las consecuentes fatalidades entramadas y el genuinamente entendible desenlace (sangriento, apoteósico y explosivo, en el más amplio sentido del término) de los que hace gala The cabin in the woods, una superproducción disfrazada de falso producto independiente (disimulo que lejos de desagradar satisface enormemente); con el objetivo de proteger al máximo el guión de posibles filtraciones, los responsables del filme no vacilaron a la hora de escribir escenas falsas para que las interpretaran los actores en las audiciones, un clarificador ejemplo de la seriedad con la que se ha llevado a cabo el rodaje de una cinta, que bien podría interpretarse como el máximo exponente del mayor espectáculo televisivo de interrelación social o el mejor videojuego de realidad virtual, pues las similitudes que guarda con ambos ideales resultan tan evidentes como asombrosa y perfectamente combinadas por parte del director.

La película se configura desde un inicio (sin pretensiones ni vacilaciones) como un homenaje a los clásicos del género (de hecho varias escenas recuerdan irrefutablemente a otras plasmadas en Posesión infernal y Suspiria), realidad que no se debe a la casualidad, pues el director de fotografía es Peter Deming (el cual ejerció la misma labor en Terroríficamente muertos y Scream) y ésta ha sido rodada en Canadá (concretamente en Vancouver y Coquihalla Canyon Park), inmejorables premisas que se han cuidado especialmente en la construcción de los diálogos y del bosque y la cabaña que dan título al metraje en aras de aportar al mismo el espíritu añejo que la ocasión exige; la fascinación mórbida es otro de los aspectos más reseñables de la producción, pues es indiscutible el placer que siente el público al visionar una película de terror en la que el mismo no se configura como un simple espectador, sino que participa en ella directamente en el análisis de los pormenores que la sustentan en medio de puro y recurrente horror exquisitamente desgranado, una extraña mezcla que no hace prescindir al director en ningún momento de la ironía más mordaz (aunque algo ridícula en ciertos compases, como la sarcástica posición que adoptan Dana y Marty, quienes agonizando malheridos fuman y divagan sobre un supuesto relevo existencial de dioses malvados gigantes), conservando en todo momento cierto grado cómico para desvincularse así de la clásica cinta de terror insostenible que resulta tan predecible como aborrecible.

Jules (Anna Hutchison, aceptable aunque prescindible) y Curt (Chris Hemsworth, actor cada vez más solicitado y entregado) forman una pareja que decide visitar una vieja cabaña situada en la frondosidad del bosque que posee el tío de éste, junto con sus respectivos amigos Dana (Kristen Connolly, especialmente locuaz) y Holden (Jesse Williams, frío e impasible), para permanecer en el lugar el fin de semana y evadirse de la rutina, viaje al cual no duda alistarse otro miembro conocido por los integrantes del cuarteto, Marty (Fran Kranz, cargante pero simpático); paralelamente, una misteriosa organización (los altos cargos son interpretados por el siempre agradable Richard Jenkins, el intransigente Bradley Whitford, el inexplicablemente pausado Brian White, la sensual Wendy Lin y la colapsada Sigourney Weaver) cuyo propósito deriva en asuntos místicos, dispone de un complejo sistema de seguimiento que permite controlar minuciosamente lugares artificiales protegidos cibernéticamente, tecnología englobada dentro de un proyecto de carácter mundial que solamente permanece activo en Japón y Estados Unidos (en el resto de países ha fracasado estrepitosamente), el cual se basa en mantener a la vanguardia las más modernas técnicas futuristas (niebla artificial que desprende feromonas, tinte de pelo que se introduce en el cuero cabelludo y modifica la cognición del sujeto, conductos de ventilación por los que recorren gases tóxicos, cámaras ocultas en lámparas de luz...) para que los incautos e inconscientes participantes vean alterados sus sistemas vitales y registrar de este modo un espectáculo sin precedentes que demuestre la crueldad que alberga el ser humano, agravada considerablemente cuando el estrés y desesperación hacen mella en él y se apoderan de su locuaz cordura.

Haciendo valer la popular creencia que versa sobre el negativismo que aporta la curiosidad desmesurada, los jóvenes se verán envueltos en una vorágine de indeseables acontecimientos (ante los cuales los miembros de la citada corporación realizan apuestas clandestinas y los más inconcebibles comentarios) cuando encuentren en el sótano de la lúgubre cabaña y procedan a su lectura un antiguo diario escrito un centenar de años atrás, el presagio definitivo del fatídico e inminente catastrófico destino que les depara sus míseras existencias; demonios, zombies y criaturas horrendas desfilarán por la pantalla invocados, de forma fortuita por los cinco jóvenes (pues el devenir de los hechos depende parcialmente de las personas objeto del estudio pero está racionalmente estipulado), quienes sufrirán las más diversas clases de sufrimiento inhumano en un emplazamiento sin cobertura móvil, sin recursos exteriores y, en definitiva, sin ayuda alguna a la que recurrir de precisarla.

Religión, intriga, artificialidad (tanto mecánica como humana), manipulación y sobresaltos confluyen en una trama que justifica el tradicional orden de las muertes (ramera, atleta, estudiante, tarado y virgen) en cintas de semejante índole sosteniendo que responde a un ritual de sacrificio que castiga a los jóvenes por el mero hecho de pertenecer a dicha franja de edad como muestra de respeto a los ancestros (conclusión a la que apela el director al término de la cinta, algo inimaginable y por ende reprochable), quienes padeciendo dolor y confusión se amparan inconscientemente a una única regla confesada, “la muerte de la virgen es opcional siempre y cuando sea la última superviviente”; la abundante irracionalidad que presenta la sociedad actual queda plasmada continuamente en las actitudes adoptadas por los controladores (el mejor ejemplo es el final, cuando mientras la supuesta última víctima sufre sin compasión la ira de los revividos muertos los responsables de dirigir el juego celebran el creído éxito culminado), la incomprensible mentalidad juvenil en las absurdas acciones llevadas a cabo por el grupo protagonista y la difundida inutilidad existencial en el liberal desenlace, el cual baraja la posibilidad de desaparecer en virtud de una nueva especie ansiosa de solventar las infinitas problemáticas generadas por la irresponsabilidad del ser humano; el simple hecho de recogerse éstos tres grandes pilares argumentales de manera tan clara y concisa demuestra la calidad del filme, sin embargo, los apartados visual y sonoro también alcanzan un nivel sobresaliente, por lo que la valoración global del filme alcanza la excelencia (únicamente el raciocinio explicativo espirativo y diversas secuencias de absurdez extrema no terminan de encajar en una historia compleja a la par que elocuente, la cual tampoco permite englobar el producto dentro de ningún género en concreto).



Daniel Espinosa

 
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