Día 9 (Sitges Film Festival 2014) 07-10-2024 04:09 (UTC)
   
 

Cold in July
(Jim Mickle, 2014)


Cold in July




Ficha técnica


Título original:
Cold in July
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
106 min.
Género:
Acción, Suspense
Director:
Jim Mickle
Guión:
Jim Mickle y Nick Damici
Reparto:
Michael Hall, Vinessa Shaw, Brogan Hall, Don Johnson, Sam Shepard, Nick Damici, Wyatt Russell, Ken Holmes, Lanny Flaherty, Kristin Griffith, Kris Eivers, Joe Lanza, Tim Lajcik, Brianda Agramonte y Bill Sage


Sinopsis


Un hombre que dispara y mata a un ladrón que había entrado en su hogar armado; aunque parece un claro caso de legítima defensa, el padre del fallecido no opina lo mismo y quiere acabar con el asesino de su hijo...



Crítica


Sin abandonar la senda que tan buenos frutos le han brindado sus tres anteriores incursiones detrás de las cámaras (la desconocida Mulberry street, la sobrevalorada Stake land y la soberbia We are what we are en dos mil seis, diez y trece respectivamente), Jim Mickle sigue prefiriendo remover consciencias en lugar de estómagos (la evolución de su carrera, desde el terror más primitivo que se observaba en su ópera prima hasta la derivación hacia terrenos mucho más impactantes desde una vertiente psicológica de ésta, así lo confirma) y firmar Cold in July, coproducción entre Estados Unidos y Francia que hace alarde de una fotografía (Ryan Samul) y música (Jeff Grace) tan poderosas como desencantador resulta el guión, obra del propio realizador junto a Nick Damici basándose en la novela de Joe Lansdale; es menester destacar en primera instancia estos apartados para ensalzar la categoría que ocupan desde un inicio, dotando al filme de una aura propia de maestros del género ochentero como John Carpenter, Walter Hill y William Lusting, cuyas inconfundibles señas de identidad planean fuertemente sobre esta especie de Pulp fiction texana (pese a que una y otra no guarden similitudes directas sí comparten profundidad argumental, haciendo desaparecer ambas la frontera que separa la seductora ficción de la abrumadora realidad), desaprovechada al irse desinflando la consistencia argumental a medida que avanzan los m
ás de cien minutos.

Lo que más sorprende (tanto para bien como par mal) de la película es que, cuando se está disfrutando una historia de venganza bien elaborada, un giro total acontece (siguiéndole dos más, pero la relevancia de éste es mayúscula) y la trama cobra tintes bien diferentes, manteniendo la calidad pero suponiendo una rotura de esquemas tan grande que pocos espectadores sabrán apreciarla positivamente, en especial aquellos que hayan disfrutado enormemente hasta el ecuador y no sepan desconectar (algo sin duda comprensible) de esa primera hora para complementarla con la segunda, una curiosa y radical forma de dividir la cinta en dos partes plenamente diferenciadas; la oscuridad y violencia que impregna cada fotograma contrarresta con el ingenio que desprende cada comentario del sureño encarnado por el mítico Don Johnson que entra en escena tardía y prescindiblemente, restando gran parte del peso de las escenas más duras, lo cual no se percibe como un acierto sino como un error al desentonar con la esencia del producto, pesimista (aunque ciertamente realista) como pocas, con el aspecto sombrío particular (y puede que privativo) del responsable, a medio camino (muy imaginativo y sin duda discutible) entre El cabo del miedo y Mátalos suavemente.


Un estruendo en el comedor despierta a una pareja que dormía plácidamente en su dormitorio y, cuando el integrante masculino va a comprobar qué ha sucedido, se encuentra con que un ladrón está llevando a cabo un hurto (la ausencia de intimidaciones obliga a referirse así al acto en cuestión), profiriéndole con su arma una amenaza que termina con el deslizamiento accidental de su dedo al puntualizar el reloj del salón una hora exacta, impactando un letal disparo en la cabeza del malhechor; el asaltante es un vagabundo llamado Frederick (Wyatt Russell, incatalogable hasta el último cuarto al ser entonces cuando se muestra su auténtica apariencia física) y la víctima un humilde enmarcador,  Richard (no se trata de Matt Damon sino de Michael Hall, muy certero en su extensa y variopinta labor), quien declarará que, en virtud de la peligrosidad de la situación, todo se ha debido a una actuación en defensa propia para protegerse tanto a sí mismo como a su esposa Anne (Vinessa Shaw, poco más que cumplidora) y a su hijo Jordan (Brogan Hall, quien se limita a señalar sombras en la oscuridad).


Tras el incidente la gente le observa con respeto, tal vez temor, y aun tratando de hacer caso omiso a todo lo que el percal ha suscitado, sus temores cobran corporeidad cuando acude, por caridad y culpabilidad, al funeral del difunto, encontrándose en el campo santo con el padre del mismo (inolvidable frase la que se pronuncia a raíz de este encuentro, “¿vino a ver una mierda caer en el agujero, valiente cristiano”), Ben (Sam Shepard, soberbio en una encarnación de lo más compleja), quien ha abandonado recientemente la cárcel en la que ha permanecido encerrado durante una larga temporada y duda en iniciar una desenfrenada persecución en relación al que cree el asesino de su descendiente; con el único propósito de torturarlo más aún de lo que él mismo lo hace al concienciarse de tan traumático trance, se aprovecha del decline policial de prestarle protección al no hallarse razón legal para otorgarle tal amparo y de que se haya convertido en un anzuelo humano para herir más que sentimientos en su seno familiar con la inestimable ayuda de Jim (Don Johnson, cómicamente desdibujado), un detective que no hará sino evidenciar que está fraguándose una tragedia que se consumará aunque no como se pueda llegar a intuir, pues las confusiones identificativas (una de tantas consecuencias de la corrupción justiciera) son premeditadas y las revelaciones paternofiliales muy devastadoras...


Presentada en la Sección Oficial de Largometrajes a Competición del Festival de Sundance 2014 (y haciendo lo propio en la presente edición del Sitges Film Festival), Cold in July sirve esencialmente para que Jim Mickle se postule como uno de los cineastas más destacables del género en la escena independiente, y es que ésta fábula de traiciones en una pequeña ciudad no hará las delicias de la inmensa mayoría de amantes del séptimo arte al presentar un típico caso para la justicia argentina (por citar una nacionalidad recurrente) en el que los secuestradores, mafiosos, asesinos, violadores y demás lacras sociales gozan de más derecho que la buena gente de a pie (civiles o ciudadanos, llámense como se prefiera) cruda pero desigualmente; gran parte del triunfo del metraje se puede (y debe) atribuir al enorme papel del señor Michael Hall (destacar su estilo armado con bigote y ese corte de pelo tan desfasado sorprende bastante) demostrando tener cabida m
ás allá de la cincluída serie televisiva Dexter, pero es el conjunto del mismo el que el producto no logra alcanzar la notabilidad al compaginar pasajes memorables con otros un tanto confusos (y extremadamente lentos) mediante un montaje convencional y mayormente plano, siendo la banda sonora (puede percibirse como una obvia, omnipresente, redundante y vulgar homenaje a los ochenta pero indulgentemente se traduce en una ironía distante de indudable pertinencia) una perfecta compañera para un desenlace que compensa la larga espera, una (anunciada) carnicería final que, junto a los elementos propios de la ciencia ficción (heroicos salvamientos ferroviarios e ilegales desenterramientos cadavéricos incluidos), justifican (entre otros alicientes) el visionado de la película.



Daniel Espinosa




The double
(Richard Ayoade, 2014)


The double




Ficha técnica


Título original:
The double
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
87 min.
Género:
Comedia, Drama
Director:
Richard Ayoade
Guión:
Avi Korine y Richard Ayoade
Reparto:
Jesse Eisenberg, Mia Wasikowska, Noah Taylor, Wallace Shawn, James Fox, Cathy Moriarty, Yasmin Paige y Phyllis Somerville


Sinopsis


Un hombre empieza a perder la cordura
cuando alguien, exactamente igual que él, aparece en su oficina y reclama su posición profesional.


Crítica


Denis Villeneuve
decidió adaptar las palabras de la novela El hombre duplicado de José Saramago creando Enemy y Richard Ayoade ha hecho lo propio con las de Fiódor Dostoievski en The double (el título escritural y el cinéfilo es el mismo), sorprendiendo no tanto que ambos libros se traduzcan en una investigación sobre la dualidad humana y el sentido de la identidad propia como que hayan visto la luz con apenas unos meses de diferencia aun guardando tantas similitudes entre ellas que lo más elocuente hubiese sido un distanciamiento temporal algo mayor, sin embargo, a pesar de compartir tema existencial, cada cinta toma su propio camino consiguiendo que puedan ser disfrutadas en aspectos muy diferentes y, por ello, la desestimación de ésta (la anterior posee el atributo de haberse lanzado al mercado con anterioridad) no es viable (al menos por tal alegato); aunque carezca de la fuerza visual que posee la citada conversión del dramaturgo español, la presente consigue momentos con más ristra cómica (aunque uno no pueda sino sentir compasión al reconocer las situaciones) que hacen más ligera la carga psicológica que contiene, la cual juega constantemente con el temperamento de sus personajes y con el espectador mismo, convirtiéndose la perspectiva optada en la base de la realización cuando el protagonista se ve sorprendido por alguien que es exactamente igual a él, despertándole una lucha interna entre la idiosincrasia y la revelación que le llevará al punto álgido del filme, plantearse seriamente explotar su potencial sin contemplar las consecuencias de tan arriesgada opción.

Pese a que la dirección sea poco arriesgada (no carente por ello de estilo) y el actor principal no cuente con más de dos muecas para diferenciar sus dos caracterizaciones, el metraje crea un diálogo intrínseco tan inteligente y oscuro que abruma, adentrando al público en la asfixia del mismo con un sentido del humor un tanto singular acompañado por un apartado sonoro que lo mantiene expectante, siendo una buena recomendación (si bien hay que tener en cuenta que el interés va disminuyendo paulatinamente al ser el primer tercio absorbente, el segundo consecuente y el tercero divagador) para quienes ansíen algo diferente donde últimamente sólo aparecen historias planas cuya única pretensión es la captación económica en taquilla; la contemporánea visión del relato original sobre, como parcialmente se ha adelantado en el párrafo preliminar, un burócrata que empieza a perder la cabeza cuando un doble exacto a él aparece trabajando en su misma oficina y parece tener intenciones de suplantarle, adquiere los ribetes de un ácido fingimiento que busca la carcajada en lo cruel pero también una reflexión evidente, la de la singularidad de cada cual y la imposibilidad de que se pueda dar el caso de que dos seres sean análogos, y es que la lectura insinúa un fraccionamiento ante la ruptura de los deseos más íntimos a partir del cual se origina un nuevo individuo que simboliza las decepciones y deseos del primigenio, el lado oscuro del corazón que, sin decoro, se comporta anormalmente (a veces con decisión y raigambre y otras ocasiones con ambages y engaños), bien sea por educación o imperativos (tanto morales como sociales), resultando indiscutible que muchas almas mantienen a diario esa lucha fútil que aquí se muestra con imágenes vertiginosas mediante una universalidad de muy buen ritmo.


En una sociedad manipuladora y prácticamente automatizada (es decir, una escasamente distanciada a la actual), sin cabida para la elección personal o las ideas fuera de los márgenes preestablecidos por unos superiores ensimismados, Simon James (Jesse Eisenberg, algo encasillado en este tipo de papeles pero, al igual que en la desinhibida y supremamente diferente a ésta Zombiland, borda su estricto aunque complejo cometido) el contable de la empresa de procesamiento de datos más importante del planeta, lidia con una madre que no es capaz de reconocerle sus méritos y su perenne motivación en la sombra, Hannah (Mia Wasikowska, nadie diría que ésta actriz australiana de ascendencia polaca sólo tiene veinticinco años juzgando la descomunal profesionalidad que denotan sus variopintas encarnaciones), la empleada de la copistería de su misma compañía y vecina del bloque del frente del apartamento que habita por la que se siente irremediablemente atraído (y quién no con esa sonrisa ilusionante y rostro angelical); un día como otro cualquiera el imperceptible, infravalorado y solitario trabajador se ve asaltado por alguien que posee todo aquello con lo que tan siquiera se ha atrevido a imaginar y, lo que realmente le inquieta, compartiendo ambos idéntico rostro, apareciendo reflejadas en esta especie de gemelo sus deseos más internos y, a medida que crece entre ellos la (supuesta) confianza y va adoptando el original los hábitos de la admirada, extrovertida y respetada nueva incorporación a su vida dejándose influenciar por la personificación de la anti ética que supone la misma, descubriéndole la ferocidad de un cosmos que siempre le ha anulado y desgarrado mediante el cumplimiento de una repetitiva rutina, austera, insoportable, patetismo activo que siempre ha circulado por su persona devorando sus entrañas aniquilando una delicada y fina sensibilidad que intenta resistir los avatares cotidianos y que ahora, al fin, se propone remediar para no seguir siendo el insulso y mustio sonámbulo andante que es, inequ
ívocamente, desde que posee querencia de razón.

“Soy Pinocho, un niño de madera, no uno de verdad, y eso me mata”, éstas son las palabras textuales con las que se define, tras muchos deliberes, el deprimida y frecuentemente humillada (la primera secuencia muestra cómo se ve obligado a cederle el asiento en el metro a otro usuario siendo ellos los dos únicos que viajan en el vagón en cuestión, llegando a comunicarle telefónicamente su madre que es una decepción para ella) estrella que no brilla precisamente en un cielo lleno de luminiscencias que tratan de desestabilizarle en una prominente promesa de cinta eficaz y persuasiva cuyo impacto sensorial no se certifica totalmente con el cognitivo, pues el encanto y entusiasmo de la involucración inaugural se evapora con inconsciencia no adquirida por insatisfacción (la misma polaridad que se recoge es la sufrida), no encontrándose la sublevación apasionada esperada ni una mayor implicación ferviente, desapareciendo la confusión que alimenta la tesis en virtud de un texto que consigue un atractivo y temporal caos que se diluye conforme avanza el formato óptico por el que se ha optado, cuya hilaridad y expectación no sacia completamente el interés estimulado; el dibujo reconstruido previa recuperación de los trozos que lo componen y el suicidio de un extraño tras saludarle con la misma herramienta que el propio ninguneado (de hecho sí que lo tienen en consideración, pero para aprovecharse o burlarse de él) emplea a modo de espionaje de la chica a la que ama en secreto (por citar dos ejemplos inmediatos de la simbología incluida) son algunos de los visionarios matices a los que alude Richard Ayoade (y, por ende, Avi Korine en la confección argumental)  acerca de la necesidad de ser (o al menos creerse) preciso entre tanta insignificancia magnificada y valoración meramente subjetiva.


Da la impresión de que The double, película nada fácil de realizar, se le ha escapado un poco de las manos al responsable en el sentido de que trata de abarcar más de lo que puede, y es que después de firmar un proyecto tan convincente como Submarine era de esperar que ese estilo propio se repitiera en ésta pero no del modo tan irregular que lo hace, observándose grandes inspiraciones (como bien señalan por la red, pues ésta vigilancia ha sido llevada a cabo por otro crítico) respecto a otras en varios compases (concretamente A short film about love de Krzysztof Kieslowski y La chica de la fábrica de cerillas de Aki Kaurismaki y, en menor medida, Disturbia de D.J.Caruso y The necessary death of Charlie Countryman de Fredrik Bond), algo totalmente lícito pero demasiado evidente, sin llegar a defraudar lo más mínimo; así, la producción se queda en algo más que anécdota pero, curiosamente, no por lentitud sino por rapidez en el desarrollo de la trama, escaseando la profundidad de los aspectos más importantes tratados en la misma y olvidando de dotar de naturalidad a los escenarios (tal vez la intención era esa, la de recrear entornos artificiales, pero el desconocimiento hace que la opinión se circunscriba en el desencanto), pese a ello, el nivel general que alberga es más que aceptable y la intríngulis interesante a la par que inteligente, una obra especial de indiscutible brillantez conjuntiva aunque sea, en último término, un largometraje rígido que se ve apurado para sostener impulsos a lo largo de su duración, no llegándose a desplegar todo el potencial de su temática y, por ello, no siendo inolvidable pero sí parcialmente demoledor (la sentida carta de despedida “a quien corresponda, he decidido poner fin a mi vida porque ya no existo, y una persona debe contar algo y no flotar por el mundo como un fantasma” modificada por “a quien corresponda, soy un fantasma” refleja el reflexivo trasfondo de inmenso valor en la que se traduce el filme, siendo la dilapidaria frase de cierre “me gusta pensar que soy único” una tormentosa ideología compartida por propios y extraños, sin distinciones ni excepciones, en aras de sentirse valorado).




Daniel Espinosa




V/H/S: Viral
(Aaron Moorhead, Gregg Bishop, Justin Benson, Marcel Sarmiento y Nacho Vigalondo, 2014)

V/H/S Viral




Ficha técnica


Título original:
V/H/S: Viral
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
77 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Aaron Moorhead, Gregg Bishop, Justin Benson, Marcel Sarmiento y Nacho Vigalondo
Guión:
Aaron Moorehead, Dave White, Gregg Bishop, Jay Cimfel, Justin Benson, Marcel Sarmimento y Nacho Vigalondo
Reparto:
Emilia Zoryan, Justin Welborn, Amanda Baker, Emmy Argo, Carrie Keagan, Natalia Ferreiro, Jawed Berni, Michael Flores, Amanda Hall, Jessica Luza, Blair Redford, Michael Milligan y Greyson Chadwick


Sinopsis


Varios adolescentes ansiosos por convertirse en estrellas de internet toman decisiones primeramente equivocadas y finalmente mortales...



Crítica


La tercera entrega de la franquicia de segmentos de terror más disfrutable de la última década llega con una oleada de nuevas piezas bajo el título de V
/H/S: Viral (la variación de un añadido en lugar de otro dígito no es ni bueno ni malo pero sí curioso y significativo de los cambios que respecto a las anteriores se observan en ésta, traduciéndose en toda una declaración de intenciones) y el sello personal de Aaron Moorhead, Gregg Bishop, Justin Benson, Marcel Sarmiento y Nacho Vigalondo (sumándose a ellos Dave White y Jay Cimfel en la elaboración de alguna de las tramas), un septeto direccional de lujo para una obra que mantiene el espíritu de sus predecesoras (sin la característica reproducción de una cinta en el ya anticuado V/H/S como recogedora de todos los acontecimientos desarrollados) aportando formas alternativas de pavura; los responsables, respectivamente (a modo situacional se mencionará el trabajo más representativo), de Resolution, The other side, Resolution (en efecto, el único que consta en su currículum es el compartido junto con el primero), Deadgirl, Los cronocrímenes y The apparition, a los que se les suma Dave White (No tell more) en la faceta de guionista, han sabido, sin abandonar sus credenciales, cómo gestionar sus recursos para dotar al conjunto de una calidad más que notable y un mantenimiento del interés absoluto, convirtiéndolo en un largometraje enérgica e impactantemente logrado.

Digno merecedor de una proyección entre amigos y hasta de ocupar cualquier sesión en certámenes especializados (el Sitges Film Festival fue uno de los marcos más idóneos, pudiéndose nutrir la organización del festival de un formidable torrente de pensamientos circunscritos en el género que con tanto ahínco defienden), el metraje supone el enésimo ejemplo de cómo brindar al espectador (incluso al más exigente) un beneficio fílmico disponiendo de apenas unos pocos de miles de dólares (pese a que la inversión dineraria no se ha desvelado de forma oficial es obvio que la cantidad no alcanza tan siquiera el millón); sin concesiones, los autores mantienen las dosis de sangre (muy bien racionalizadas) y el contenido adulto (sin mostrarse tan siquiera un seno, lo cual es de admirar) presupuesto sustentando sus respectivas propuestas (curiosamente ninguna pertenece al género de terror estricto aunque sí presentan pinceladas del mismo, transitando entre el romántico, el fantástico, el de ciencia ficción y el de acción, por orden de narrativas) sobre dos pilares básicos, el misticismo y el vicio en todas sus vertientes, resultando un cúmulo de espeluznantes imágenes a las que acompañan tétricas atmósferas, una fórmula tan dinámica como efectiva que no llama especialmente la atención pero sí congratula sobremanera al digerirse instantáneamente, siendo mucho más funcional que otras producciones cuya ridícula exposición llega a irritar sino a enervar al no obtener de ellas más que efímeras banalidades disfrazadas de impagables genialidades.


El hilo argumental, “Vicious circles” de Marciel Sarmiento (el guión lo han escrito a seis manos el mismo junto a David White y Jay Cimfel), muestra cuán dañino puede llegar a ser el fenómeno viral (aquel cuya máxima es destacar en la red para que muchas personas sigan un trabajo concreto, habiéndose convertido en una enfermiza meta que no entiende de costes limitados) a partir de una persecución policial en la que varias unidades tratan de dar caza a una camioneta de helados que parece causar graves consecuencias a quienes se aproximan a ella, mientras que la apertura de cortometrajes unidos para conformar un metraje, “Dante the great” de Gregg Bishop, propone cómo sería la magia en estado puro mediante la existencia de una capa negra como el carbón que dota a quien la posee de inimaginables poderes; por su parte, “Parallel monsters” de Nacho Vigalondo, recoge la confrontación entre dos universos paralelos prácticamente iguales a excepción de ciertos detalles (como bien es sabido en las pequeñas diferencias residen los grandes contrastes) y la pieza conclusiva, “Bonestorm” de Aaron Moorhead y Justin Benson (el argumento ha sido urdido en solitario por éste último), narra las peripecias de un grupo de descerebrados amantes del monopatín que involuntariamente despiertan una fuerza demoníaca en la frontera mexicana viéndose envueltos en una sucesión de brutales disturbios a cada cual más violento y pirot
écnico.

Habrá a quienes no les guste el formato en el que la película es presentada (el recurso de la cámara en mano siempre ha contado con detractores desde sus orígenes), pero éste es tan preciso para la ocasión (de ningún otro modo podría experimentarse tan sufrida y subjetivamente el desarrollo de la trama) que incluso aquellos menos partidarios del mismo deberían hacer un esfuerzo y concederle una oportunidad al filme, pues de buen seguro V/H/S: Viral, con sus muchos aciertos (el “Himno de la Alegría” sonando a todo volumen en los compases finales y la originalidad máxima de la que hacen gala a lo largo de escasos setenta y siete minutos los cuatro capítulos) y algún que otro defecto (la resolución se antoja incomprensible por más que se trate de adivinar el motivo de tanta microescena y el desenlace impropio de una saga que nunca había cedido ante la siempre seductora pretenciosidad) gratificará; se aconseja proceder a ello tanto a propios como a extraños porque los primeros pasaran un fugaz período de entretenimiento y los segundos puede que contemplen como una alternativa la manera de plasmación en cuestión a partir de entonces e incluso, tal vez, les haga reflexionar acerca de si los prejuicios les han impedido divertirse de otras tantas películas por el mero hecho de aparentar poca profesionalidad (nada más lejos de la realidad, pues si hay una técnica que requiera amplios conocimientos del medio es precisamente la que aqu
í se da).

Todo hace suponer que, si nada extraño sucede, la temporada próxima verá la luz la cuarta parte de esta eternamente inventiva y contemporáneamente reivindicativa (citarse que se basan en hechos reales sería una impertinencia pero algunas contingencias sí han parecido extraerse de recientes problemáticas, sin ir más lejos el asedio, cada vez con mayor frecuencia, que enmascarados están protagonizando en muchas zonas estadounidenses es directamente relacionable con los minutos que sirven de antesala al poco próspero término, lo cual se antoja tan pertinente como preocupante) franquicia; de ser así se respetaría la norma que ha imperado de que cada anualidad, desde que en el dos mil doce la primera viera la luz, se lance al mercado una entrega, forjándose una trilogía (hasta la fecha) que, a medida que se hace más extensa y longeva, más convence de su valía y de la necesidad de su existencia, ya sea unitaria o conjuntamente (el maratón implicaría destinar más de cuatro horas pero en absoluto sería una mala opción).




Daniel Espinosa

 
 
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