Título original: Compulsión Año: 2017 Nacionalidad: España Duración: 69 min. Género: Drama, Suspense Director: Ángel González Guión: Ángel González Reparto: Marina Esteve, Paco Manzanedo, Ánglea Pastor y Naia López
Sinopsis
Una tímida joven tiene razones para sospechar que su enigmático novio le está siendo infiel y, decidida a revelar la verdad, descubrirá un siniestro secreto que convertirá su existencia en una terrible pesadilla...
Valoración
Lo mejor: la elegancia que destila cada plano nada tiene que envidiar a grandes producciones, y tal es así que la cinta bien podría definirse como una especie de versión patria de American psycho sin tanta violencia explícita (aunque vaya si la hay) pero similar consistencia evolutiva (si bien el guión obedece a un devenir más electrizante que en aquella) y frialdad ejecutiva (el uso que se le da a un test de embarazo es, como poco, innovador), aprovechándose cada céntimo del presupuesto más allá de las posibilidades que el mismo brinda para otorgar a este ejercicio de iniciación un atractivo audiovisual (sonido e imagen se integran con pistas y maquillajes de excepción) equiparable a grandes sorpresas (la presente ocasión no deja de ser una mayúscula) como la producida por la maravillosa Obra 67 en su momento; la ocultación de una personalidad tan peligrosa como la del galán que exige se respete su intimidad sin hacer lo propio, alguien socialmente admirado y bienaventurado que aterra sobremanera al ocultar con tanta sencillez su esencia y que debe servir como aprendizaje a interiorizar para tratar de evitar que algo análogo le ocurra a uno (pese a que detectar esa clase de sujetos, como bien se recoge, resulta casi una quimera), pues cualquier herramienta adicional a las ya asumidas es de agradecer; el descubrimiento del indicio (por no sentenciar evidencia) original de criminalidad amatoria (por parte del espectador), grandilocuente instante que determina el camino del resto de escabrosos acontecimientos, del primero (el ya citado) al último (con el que se invita a meditar acerca de la herencia de genes psicopáticos).
Lo peor: el seguimiento en búsqueda de averiguar la verdad de una sufridora mujer provoca, durante treinta minutos, un enorme sentimiento de empatía pero también de desesperación al acaparar mucha trama sin que dicha investigación dé frutos (puede que la clave para que el producto se presente como un largometraje sea esa pero no por ello debe aceptarse sin más al analizar el ritmo argumental, pues lo enturbia logrando que la división de capítulos sea muy grotesca); la alusión a la prostitución como oportunidad de relacionarse con gente y ganar dinero fácil para quien ejerza dicha profesión sin tan siquiera insinuar los riesgos, de todo tipo, que implica mantener relaciones con desconocidos (de hecho, la escena que la plasma es propia de un canal erótico de televisión cuya programación más básica se emite a altas horas de la madrugada); la adicción a las drogas tornada mero entretenimiento (sólo se dibuja al principio y por estimulación opcional más que por correspondencia viciosa sin incidir más en el asunto posteriormente), algo muy trivial si se sugiere como aquí, sin ningún cometido ni inmediato ni en diferido (extrapolando el tema que ocupa a la política que tanto preocupa con su terminología).
Daniel Espinosa
Kuso
(Steven Ellison, 2017)
Ficha técnica
Título original: Kuso Año: 2017 Nacionalidad: EEUU Duración: 89 min. Género: Ciencia ficción, Comedia Director: Steven Ellison Guión: David Firth, Steven Ellison y Zach Fox Reparto: Byron Bowers, Hannibal Buress, Shane Carpenter, George Clinton, Regan Farquhar, Tim Heidecker, Bob Heslip y Anders Holm
Sinopsis
Una serie de sucesos se desarrollan tras un devastador terremoto...
Valoración
Lo mejor: el debut del músico Steven Ellison (más conocido en el mundo de la farándula como Flying Lotus) detrás de las cámaras no podría ser más arriesgado, surrealista e inclasificable (ante la dificultad de catalogar la cinta el autor ha declarado que el género más cercano sería el de ciencia ficción), convirtiéndose en una magnífica muestra de que el cine independiente (bajo la firma de Brainfeeder films en esta ocasión) puede ofrecer contenidos (no necesarios pero al menos sí alternativos) que jamás asumirá el comercial, más centrado en recaudar dinero que en osar hallar nuevos horizontes; la animación de algunas escenas recuerda a la de Terry Gilliam en la maravillosa Monty Python’s flyng circus, un hecho tan reminiscente como plausible al denotar una gran implicación de los responsables a la hora de confeccionar el trabajo que ocupa, singular como pocos al resultar muy repugnante pero mucho más potente que la mayoría de provocaciones recientes, brindando divagaciones como “el Sol llora cuando come helado” y consejos como “no temas a las heces” mientras la futilidad prevalece en el marco de una sociedad que, ante la amenaza de un desastre natural (un terremoto de proporciones épicas) para simbolizar el fin del mundo en el que parece sumergirse diariamente por sus incívicas actividades, continúan como si nada influyera en el devenir de tan delicado fenómeno; la temática, muy experimental y más agresiva, es capaz de causar repulsión entre el público más escrupuloso y desesperación en los más pacientes a causa del sinfín de ocurrencias (sólo en los primeros treinta minutos se suceden una docena de microrelatos que comprenden desde ridículos informativos hasta inconcebibles clanes, pasando por peligrosas prácticas, estomacales leyendas, comprometidas educaciones, malsanas costumbres, fugaces danzas, pretextas abducciones, repentinos entretenimientos, claustrofóbicos sacrificios, sanadoras clínicas e hilarantes concursos, retomándose y expandiéndose todas más tarde sin llegar a resolverse ninguna a la postre) que, no obstante, sorprenderán sin remedio y por las que el visionado es aconsejable obviando su escasa racionalidad.
Lo peor: el aprovechamiento, por parte del director, de los abandonos que acompañaron a la proyección en el Festival de Sundance 2017, llegando a publicar en redes sociales que “solamente fueron unos veinte de cuatrocientos los que se marcharon, no es tan dramático como algunos quieren que parezca, os lo aviso amigos”, un argumento cuanto menos reprochable que secunda la idea de que el constante enfoque erótico y la recurrida oscuridad audiovisual obedecen exclusivamente a desquiciantes intenciones; la dudosa fascinación que despierta el extraño mundo en el que se circunscriben las historias (cabe aclarar que no existe hilo conductor alguno sino que se trata de una antología de diferentes fragmentos intercalados unos con otros sin cruzarse entre sí) hace que la propuesta se aleje por completo de cualquier convencionalismo existente pero ello implica que la nota a atribuir a la misma no tenga valor, siendo igual de válido un cero que un diez (se ha optado por una neutral por mero sentimiento personal y no por razones objetivas, despertando en un servidor sensaciones contradictorias por la mezcla de situaciones tan fantásticas como el viaje introspectivo que experimenta la sufridora madre asiática y tan bochornosas como el método al que se somete el hombre de color que teme a los pechos); la vertiente artística, indiscutiblemente sobresaliente, desmerece la monotonía con la que se desarrolla el extraño guión (que se haya confeccionado entre seis manos tampoco habrá ayudado a clarificar propósitos), al igual que sucede con la contraproducente banda sonora (más ruidosa que eficaz) y la desaprovechada imaginación que rebosa cada plano (anteponer la asquerosidad al sentido común, como se suponía, no ha fructificado).
Daniel Espinosa
MFA
(Natalia Leite, 2017)
Ficha técnica
Título original: M.F.A. Año: 2017 Nacionalidad: EEUU Duración: 90 min. Género: Drama, Suspense Director: Natalia Leite Guión: Leah Kendrick Reparto: Francesca Eastwood, Clifton Collins, Michael Welch, Breeda Wool, Leah Kendrick, Peter Vack, Andrew Caldwell, David Sullivan, Adam Lazarre, Bryant Wood, Mike Manning, Kelly Walker y Ruby Elise
Sinopsis
Una estudiante de arte es agredida por un compañero de universidad y, al tratar de recuperar una cierta normalidad, descubre que en el campus hay muchas más afectadas que no se atreven a alzar la voz...
Valoración
Lo mejor: la empática ofensa de quien observa con estupor una condolencia hacia alguien tan subjetivamente detestable como popularmente admirado (a quien no le haya sucedido alguna vez es que no es humano o vive en la inopia), tan conseguida que uno duda de su validez positivista (no cabe duda que así es, pues el propósito de repeler se logra con creces, al igual que el mensaje de vergüenza e insulto de una víctima poco o nada apoyada como es la del abuso) en su afán por respetar el lema “hacer vida en el lienzo” para captar la emoción detrás de la expresión e inmortalizar una existencia repleta de creatividad; la venganza asumiendo el rol que uno tanto detesta se antoja deplorable pero, en una película que defiende de la peor forma posible el libre albedrío a la hora de mantener relaciones íntimas (la defensa a ultranza de minimizar las consecuencias en lugar de prevenir la fechoría tiene más delito que el propio acto), se debe percibir como el conducto ideal para ofrecer impactantes situaciones (a destacar la búsqueda de una confesión que termina fatídicamente), y más si su abanderada es una pletórica Francesca Eastwood (hija del célebre actor, director, productor y cuantas profesiones en el séptimo arte existen) cual Milla Jovovich (el parecido físico es más que razonable) en cualquiera de las adaptaciones de Resident evil, perdiendo el control para dejar tras de sí un buen número de cadáveres; la captación, con bastante acierto por parte de la responsable (pese a que lo que pueda parecer por su planteamiento la obra proviene de un fémina), de sugerentes e intensos planos, tales como la purificación acuática en una piscina, la quema de la nota en un lavabo, la comida de la pizza en un comedor y la pronunciación del discurso en un atril, expandiéndose así el artístico trasfondo a la técnica de rodaje usada.
Lo peor: el uso de frases hechas (“con el ojo por ojo todos ciegos” y “todo en la naturaleza es oscuro excepto cuando está expuesto a la luz”) que solo sirven para diluir responsabilidades escriturales, y es que el guión de Leah Kendrick contiene demasiadas lagunas como para considerarlo más que medianamente aceptable (poner en entredicho todo el sistema de reinserción social bajo la premisa asegurando que la lamentación no es una opción y el delito nunca prescribe sin citar alternativa alguna más que la muerte, sin ir más lejos); la violación, como en otras tantas ocasiones, se emplea cual detonante de un cambio definitivo de actitud, lo cual denota tanta inmadurez como referirse al miembro viril como “zanahoria y guisantes”, algo propio de una comedia como Algo pasa con Mary (en ella era “flauta y platillos”), mas siendo un asunto tan serio no merece trivializar lo más mínimo y desembocar en una tesis académica de más fundamento obsesivo que racional ante la inutilidad de un departamento policial cuya investigación no puede ser más improductiva (los indicios son tan evidentes que abruma que los agentes no cumplan con su objetivo en segundos); la apología a la atracción carnal más gratuita que uno imagine, recurriendo de manera repulsiva a la seducción (femenina, valga añadir, pues la autora centra todo en dicho sector) como potente e infalible arma, lo cual resulta tan bochornoso como no alegar argumentalmente que un trauma no se supera sublevándose y obviándolo sino trabajándose y superándolo (al contrario, en resumen).