Título original: Arder Año: 2017 Nacionalidad: España Duración: 62 min. Género: Drama, Suspense Director: David González Guión: David González Reparto: Asier Hernández, Aránzazu Zárate y Carlos Algaba
Sinopsis
Un hombre sin nombre camina incansable a través del tráfico infinito...
Valoración
Lo mejor: la ausencia total de diálogos (no se trata del clásico cine mudo porque ni de subtítulos hace gala), anunciada con la advertencia “esta película no tiene sonido ni tampoco acompañamiento musical, transcurre en estricto silencio”, posibilita que se pueda proceder al visionado en cualquier lugar (siempre que se disponga de una copia digital o de un acceso privado para reproducirla, tarea muy complicada en la actualidad a causa de la escasa distribución de la obra), aunque la atención exigida por parte del director, un atrevido David González, es mucho mayor que la habitual; el actor protagonista, un inmenso Asier Hernández, trasmite las muchas emociones que su personaje siente (riendo, llorando, ritualizando, maldiciendo, rezando, vomitando, convulsionando, dibujando, esperando, implorando, comiendo, alucinando, fantaseando, sufriendo y sucumbiendo, no necesariamente en este orden ni en iguales cantidades), firmando una encomiable labor más meritoria si cabe atendiendo a las singularidades de un metraje que relata (amén de lo ya expuesto en blanco y negro a excepción de la terrorífica visión de cierta criatura) el mágico y extático viaje que lleva a cabo (caminando, cojeando y gateando) una especie de señalado (la interpretación de cada cual dictará más sentencia que el propio devenir de la trama sobre la discusión de si el don responde a una bendición o a una maldición) resguardándose bajo su sucio abrigo mientras porta un maltrecho carro para alcanzar una meta que sólo él conoce hasta su llegada; la estampa de la fuente natural es maravillosa, al igual que las resultantes de otros tantos paisajes, sorprendentemente mundanos pero increíble bellos, tales como el boscoso sendero que sigue sin dudar el prójimo o la cárcel que suponen las infraestructuras humanas.
Lo peor: la experimentación llevada al extremo que aquí se propone será recibida por la mayoría de espectadores como algo negativo al no brindar obvias garantías de satisfacción, no obstante, aquellos que aprecien este hecho más contemplativamente concebirán la ocasión como una inmejorable oportunidad para expandir sus horizontes sensitivos y ver correspondidas, al menos parcialmente, místicas inquietudes en relación al convencimiento personal que expirar pecados requiere y los sacrificios inertes en ello; la extravagancia del método narrativo puede cautivar o, por contra, desagradar hasta plantearse (o hacerlo directamente) abandonar la empresa prematuramente, es decir, renunciar a los poco más de sesenta minutos que abarca el trabajo al decidir volver a su rutina con total incomprensión (si bien la conclusión es poco ejecutable y menos asimilable para mentes poco metafísicas); la segmentación fílmica da lugar a más confusión de la ya generada por la cinta misma, explicándose poco o nada de los muchos elementos observados durante su transcurso (sin ir más lejos, y por citar algunos, los símbolos que tanto interés suscitan o la melodía que la flauta profiere, así como la lasciva lamida a dicho elemento musical de determinada escena).
Daniel Espinosa
Boys in the trees (Nicholas Verso, 2016)
Ficha técnica
Título original: Os garotos nas árvores Año: 2016 Nacionalidad: Australia Duración: 109 min. Género: Drama, Suspense Director: Nicholas Verso Guión: Nicholas Verso Reparto: Toby Wallace, Gulliver Grath, Mitzi Ruhlmann, Justin Holborow, Henry Reimer, Jayden Lugg, Tom Russell, Patrick Gilbert, Wendy Rule, Trevor Jamieson, Ezra Barry, Elle Rogers, y Winta Grath
Sinopsis
La infancia se acaba y la vida adulta llama a un grupo de patinadores, pero para uno de ellos su pasado tiene algunos asuntos pendientes...
Valoración
Lo mejor: la fecha en la que se desarrolla la historia atraerá por sí sola a más de uno, y es que “Halloween” o, como se nomenclatura aquí, “La noche del deleite de la tumba”, resulta una fiesta atractiva como pocas desde un punto de vista audiovisual y más con la alucinante (textualmente) visión de la que la dota el debutante en el celuloide Nicholas Verso, cuya extravagancia trasciende a toda convencionalidad (tanto para bien por la fantasía que despierta como para mal por la pesadumbre que suscita) para patentar un relato que transita entre lo oscuro y lo mágico; el juego consistente en cruzar un puente para dejar atrás el reino mortal y emprender un viaje hacia tierras en las que los sueños se hacen realidad (llámese “Cocytus” en la obra o inquietud existencial en el mundo tangible), un imaginativo elemento cuyos simbólicos tintes están muy en sintonía con los de un clásico de culto como es Donnie Darko en cuanto a la luminosidad (o ausencia de ella) que aquella proponía y esta recoge como testigo fílmico (en especial la filosofía defendida en ambos trabajos, sirviendo de inmejorable ejemplo la frase “nadie debería morir solo”), conteniendo mucho más de lo que aparenta en un principio por la fórmula de acción (parcial), drama (excesivo) y terror (anecdótico) de la que se vale el responsable; el abuso (ya no llevado al extremo sino en su vertiente menos evidente) refleja lo que implica, una serie de terribles consecuencias que afectan no solamente al acosado sino a quien practica el ruin arte de aprovecharse de su situación de superioridad una vez entiende en lo que han derivado sus deplorables actos, enseñanza que nunca está de más recordar a quienes atraiga posicionarse en una de las dos figuras.
Lo peor: el guión, en general, se antoja tan contradictorio como el hecho de tener miedo a las alturas y subirse a un inestable andamio a varios metros del suelo (en efecto, como se puede deducir es una de las secuencias a analizar), algo tan preocupante como plantearse seriamente por qué merece la pena crecer (o madurar) más allá de lo estrictamente necesario o si la obligación de renovarse constantemente que dicta la sociedad fomenta la marginalidad global; el retrato que se pretende dar de la desaprensión y el desarraigo en una etapa tan convulsa de la vida como la que se plasma, la adolescencia, caracterizada por la capacidad de sorprenderse con suma facilidad y luchar por causas lógicamente indefendibles, no es demasiado estimulante pese a la dureza empleada, en gran medida a causa de un inicio (término extensible a la primera hora) que puede llevar a equívocos y conllevar la presunción de que se está ante un largometraje trivial en lugar de una invitación a la reflexión sobre cómo las creencias pueden llegar a influir en la personalidad de cada cual si no se adoptan ciertas actitudes y potencian determinadas defensas; el diseño de las camisetas de la banda protagonista de rebeldes e incomprendidos patinadores es tan lamentable como ceder ante imposiciones para sentirse integrado como lo hace el fotógrafo que se disfraza de licántropo (sin otro particular que para ser el perfecto lobo con piel de cordero tratando de sintonizar con quienes cree le conviene hacerlo por su propia supervivencia en detrimento de aquellos que de veras se preocupan por él, tanto verdaderas almas gemelas como resignados familiares), cuyas aspiraciones van más allá de la tranquila normalidad que le rodea, cotidianeidad en la que la renuncia a pedir ayuda, incluso cuando más la necesita, parece ser la mejor decisión.
Daniel Espinosa
Jeepers creepers 3
(Victor Salva, 2017)
Ficha técnica
Título original: Jeepers creepers 3 Año: 2017 Nacionalidad: EEUU Duración: 85 min. Género: Suspense, Terror Director: Victor Salva Guión: Victor Salva Reparto: Meg Foster, Gabrielle Haugh, Stan Shaw, Brandon Smith, Chester Rushing, Ryan Moore, Jordan Salloum, Michael Sirow, Joyce Giraud, Michael Papajohn, Cade Burk, Frankie Smith, Meg Wright, Gina Philips, Jonathan Breck, Thomas Murphy, Patrick Cragin y Gina Philips
Sinopsis
Un escéptico sargento une sus fuerzas con un grupo armado que quiere destruir a una letal criatura desvelando sus oscuros orígenes...
Valoración
Lo mejor: la recuperación de icónicos elementos de la saga, tales como la matrícula del vehículo del antagonista (en la cual se lee “beatngu”) o varios escenarios pasados (la historia transcurre entre la primera y la segunda entrega, dándose el inicio inmediatamente después de una en la comisaría y el desenlace justamente antes de la otra), dotan a tan esperado regreso de cierta nostalgia; la negación con el índice de la mano derecha del mítico devorador de órganos ante la amenaza de ser disparado, una escena cuanto menos curiosa que dibuja una cómplice sonrisa en el espectador; el estreno, tanto en territorio americano (en formato doméstico y en el canal Syfy en su programación especial “31 day of Halloween”) como en español (en contadas salas y solo por un día), se antoja un ajusticiador hecho a tenor de la calidad de la obra aunque el mismo desprestigie una franquicia que, para sus miles de acérrimos seguidores, no ha encontrado (ni lo hará jamás) alternativa fílmica alguna, pero es que de su genuina esencia poco o nada resta.
Lo peor: el imperdonable pecado de haber sacrificado el hasta ahora tan alabable trabajo artesanal en virtud de la digitalización (bastante poco pionera, por cierto), lo cual se observa con especial horror en la autodefensiva camioneta automática del reptiliano engendro, una trampa mortal en toda regla sin un ápice de encanto audiovisual (al igual que sucede con el apreciado Creeper, quien parece engendrado ahora por un imaginario matrimonio entre los míticos Pinhead y Terminator para aumentar sus poderes y elevar su existencia a la de semidiós); la difuminación de las pretensiones originales de sobrecoger mediante recursos básicos (adjetivo para nada peyorativo sino todo lo contrario, empleado cual sinónimo de sinceridad), uno de tantos errores que corroboran la opinión de que la ocasión no es más que un aprovechamiento sin fundamento para añadir otra carnicería (cabe recordar que solamente acontecen cada veintitrés primaveras) a la lista; el vértigo que provoca imaginar una cuarta entrega (la aparición estelar de Gina Philips en los compases finales invita a pensar seriamente que verá la luz próximamente) y es que, tras visionar la presente, su consistencia resulta, cuanto menos, de costosa asunción.