Título original: My soul to take
Año: 2010
País: EEUU
Duración: 107 min.
Género:Suspense, Terror
Director: Wes Craven
Guión: Wes Craven
Reparto: Max Thieriot, John Magaro, Denzel Whitaker, Zena Grey, Nick Lashaway, Paulina Olszynski, Jeremy Chu, Emily Meade y Raúl Esparza
Sinopsis
En la tranquila y pequeña ciudad de Riverton, la leyenda cuenta que un asesino en serie juró regresar para matar a los siete niños que nacieron la noche que él murió; han pasado dieciséis años y vuelven a haber desapariciones, ¿se ha reencarnado el psicópata en uno de los siete adolescentes o sobrevivió aquella noche que le dieron por muerto?
Crítica
Depositar grandes esperanzas en este proyecto no era extraño, y no sólo (que ya es mucho) porque el responsable del mismo sea el (casi) siempre sorprendente Wes Creven, que ejerce de director y guionista, sino porque la historia me parecía a priori muy interesante y prometedora; quizás ese haya sido el mayor fallo, creer en un producto en el que ni el director pone entusiasmo (ninguna escena resulta sorprendente y/o original) ni los actores se toman en serio sus interpretaciones (a cual peor, cada uno de ellos logra dejar por los suelos unos papeles que podían haber sido infinitamente más que correctos que los presentados).
En el terreno del exploit terrorífico, Wes Craven siempre había conseguido ser un estupendo artesano, curtiendo su cámara hasta tensarla de manera que llega a hacer fácil lo que en absoluto lo es, y es que ha sido capaz, en virtud de esa eficacia artesanal, de fabricar momentos de un terror atmosférico de lo más bruto (en todos los sentidos de la palabra), manejando los elementos de la puesta en escena y el montaje interno; por si esto fuera poco, se ha convertido en uno de los mejores constructores de iconos del cine de miedo de los últimos treinta años, siendo Freddy Krueger (Pesadilla en Elm Street) y Ghostface (Scream) sus creaciones más reconocidas es un maestro. Esta es la primera ocasión en la que se observa de manera indiscutible que sus antiguas ideas se secan, y lo que en tiempos fue pura revolución, al cabo de las décadas no parece más que repetición y acomodamiento al no sufrir cambio alguno (tan siquiera para mal, aunque sí que consiguen provocar esta sensación las cuanto menos mediocres interpretaciones). No hay que olvidar que en la década de los setenta el director empezó su carrera con productos tan incómodos como La última casa a la izquierda (cuyo remake también era de una calidad soberbia) y Las colinas tienen ojos, en los ochenta (casi) inventó el susto juvenil en serie con su saga de la ya mencionada Pesadilla en Elm Street y en los lo actualizó a base de iconoclastia y autoparodia vía Kevin Williamson en la reconocida Scream; pero esta tercera vez no ha dado el mismo buen resultado y la nueva revisión es sobrante aunque se antoje difícil de creerlo, porque esta Almas condenadas con ínfulas de futura saga se rodó antes que la más correcta (y al menos divertida) Scream 4, pero encontrarse con un slasher cuya historia es manida, plana y directamente plagiada de la citada con anterioridad Pesadilla en Elm Street.
En aquella película protagonizada por una jovencísima Neve Campbell el mal era como la energía, que no muere, sino que se transforma y se transmite, esta vez, hay un psicópata paranormal que tras dieciséis años (misma cifra que la edad que cumple el selecto grupo) vuelve de la tumba en forma de reencarnación para terminar con la vida de siete jóvenes que nacieron la misma noche que él fue asesinado (de ahí el título del filme, ya que se pueden considerar almas condenadas al estar marcados por tal suceso); de este modo, tendrá lugar la típica metáfora acerca de la maduración juvenil (los chavales que se ven obligados a enfrentarse a su mayor miedo), en una cultura contemporánea en la que beber en la calle (en este caso en el bosque) parece lo más normal, disponiendo la trama de Almas condenadas únicamente las piezas en el tablero (el grupo de jóvenes con distinto grado de sospecha, el instituto donde transcurre todo, el asesino icónico de turno con mucho menos carisma que los anteriores y el previsible y poco convincente viraje final) para, a partir de aquí, solamente mover tales elementos por una mal llamada trama a golpe de susto barato y degoteo de muertes más o menos gore (pocas se pueden considerar como tal), resultando una historia en la que se mezclan tintes sobrenaturales con un componente religioso que se confunde con el supersticioso y este a su vez con la leyenda urbana.
Suele ser del agrado de un servidor ir mencionando los actores que protagonizan la cinta y valorar uno a uno sus respectivas interpretaciones, pero en esta ocasión no merece la pena centrarse en ellos, y basta con decir que todos (Max Thieriot en el papel de Bug, Denzel Whitaker en el papel de Jerome King, Shareeka Epps en el papel de Chandelle King, Emily Meade en el papel de Fang, Nick Lashaway en el papel de Brandon O’Neal, John Magaro en el papel de Alex Dunkelman, Paulina Olszynski en el papel de Brittany Cunningham, Dennis Boutsikaris en el papel del Principal Pratt, Zena Grey en el papel de Penélope Bryte y Frank Grillo en el papel del detective Frank Paterson), sin excepción, realizar una labor horrorosa bajo el mando de un director que debería enfocar futuras películas hacia nuevos ámbitos (por lo menos como hizo en Scream 4, con la que nos brindó un rato agradable y memorable en cuanto a la autorevisión de la franquicia que tiene lugar en la misma).
Daniel Espinosa
Dogtooth
(Yorgos Lanthimos, 2010)
Ficha técnica
Título original: Kynodontas
Año: 2010
País: Grecia
Duración: 96 min.
Género: Drama, Fantástico
Director: Yorgos Lanthimos
Guión: Yorgos Lanthimos
Reparto: Christos Stergioglou, Michele Valley, Aggeliki Papoulia, Christos Passalis, Mary Tsoni, Stephane Debac y Alexander Voulgaris
Sinopsis
En una villa de alto standing, rodeada por una enorme empalizada, conviven felizmente un matrimonio y sus tres hijos; el cabeza de familia puede salir de la casa mientras que el resto son manipulados en una realidad alternativa que los mantiene aislados por completo del exterior.
Crítica
El desconocido y poco convencional Yorgos Lanthimos nos presenta una cinta que escapa a la imaginación de cualquier ser humano, un terrorífico ejercicio mental en busca de la perfección a través del máximo exponente del popular dicho “todo queda en casa”; no es solamente la claustrofóbica (y a la vez elegante) atmósfera la que consigue atrapar al espectador, generándole una extraña sensación de linealidad pero al mismo tiempo inquietud desde el primer segundo, sino que el hecho que no se pronuncie ni un solo nombre a lo largo de la cinta (solamente escuchamos en un par de ocasiones el apellido de la familia protagonista, los Petrou) logra dotar a la historia de más misterio, y la ilógica (pero al mismo tiempo coherente) evolución de los hechos no hace sino redondear un plato compuesto por curiosos y extraños ingredientes que de buen seguro no gustará a todos los paladares (aunque a los que sí agrade lo hará intensamente); muchos tildarán el filme de aburrido e insulso, falto de ritmo y argumentalmente horrible, pero a mi entender es todo lo contrario, puesto que la inteligencia que se desprende de los diálogos y los hechos desconcertantes hacen de Dogtooth(también titulada Canino en según qué lugares) una película brillante y un símil perfecto entre el adiestramiento que los perros suelen padecer y el que sufren los miembros de esta familia, que forman entre ellos una especie de secta de la que les resulta imposible escapar.
La cinta empieza con un sugerente juego en el que las palabras tienen un significado totalmente distinto al que comúnmente se les suele atribuir; así tenemos que la escopeta es un hermoso pájaro, un zombie es una pequeña flor amarilla, una vagina es una lámpara grande... un vocabulario sorprendente que proviene de la cabeza pensante de la familia Petrou, el padre (un espectacular Christos Stergioglou), quien manipula a su merced a su mujer (la ausente Michele Valley), su hijo (un impresionante Christos Passalis), su hija menor (la virginal pero tremendamente inteligente Mary Tsoni) y su hija mayor (Aggeliki Papoulia, quien ansía salir del hogar desesperadamente), todos ellos conviven completamente aislados de la sociedad en su enorme villa, con la única visita ocasional de Christina, que solamente realiza la función de mantener relaciones sexuales con el hijo (a los cinco minutos tiene lugar la primera de una larga lista, todas ellas frías e impersonales, basadas en la necesidad).
El único que abandona la morada (para ir a trabajar a la empresa en la que ejerce de jefe) es el padre, mientras los demás miembros permanecen herméticamente encerrados, promoviendo juegos tan curiosos como peligrosos (permanecer el máximo tiempo posible con un dedo debajo de agua hirviendo, tomarse un anestésico y ver quién se despierta primero, etc.), para ganar pegatinas que representan logros, intercambiables por diversas elecciones que conllevarán actividades familiares; todo continuará con normalidad, es decir, con suma disciplina y rutina controlada a la perfección, hasta que la hija mayor comience a tener curiosidad por lo que hay fuera, una atracción irremediable por salir a la calle y comenzar a relacionarse con la gente que la llevará a arrancarse un diente (ya que, según han aprendido desde pequeños, el único modo de saber si alguien está preparado para ello es perder uno de los molares) a golpe de piedra, la escena más fuerte de la película que a la vez servirá para llevarnos al desenlace, un final incierto que deja abiertas las puertas a una posible secuela y que en todo caso es una forma extraordinario de poner el broche de oro a la enigmática historia.
Una de las escenas más significativas del metraje es la que acontece en la zona en la que la valla separa la casa del exterior; supuestamente vive el hermano mayor al otro lado de la misma (aunque es una invención de los padres para controlar a los hijos), y ha muerto a causa de un gato, el animal más feroz y peligroso que existe en la faz de la Tierra (esa es la explicación que le dan los padres para evitar que la hija mayor siga empeñada en salir afuera, y por lo tanto que siga con temor y obedezca sus órdenes como siempre ha hecho); asimismo, la poco menos que enfermiza obsesión por mostrarnos cuerpos desnudos (en especial femeninos) no resulta del todo comprensible desde el punto de vista de la necesidad (lo contrario sucede con otra de las constantes del filme, los lametones, ya que sirven para vincular a los protagonistas directamente con los perros, la metafórica finalidad de Dogtooth), puesto que el director parece recrearse excesivamente en estos detalles cuando no parecen tan trascendentes; además, algunas escenas se hacen interminables (como la del baile de celebración del aniversario de los padres), y terminan por desesperar al espectador, que en ningún caso se ve recompensado (visualmente) por su paciencia hasta la conclusión de la cinta, aunque el público más exigente (pero sabio) sabrá valorar muy positivamente el derroche de buenas ideas que van aconteciendo.
Resulta difícil no realizar comparaciones entre Dogtooth y cintas como Caché o Funny Games (ambas del genuino Michael Haneke), aunque ésta se aleja todavía más de los tópicos y nos presenta una trama tan lineal como contundente, en la que la insistencia en la limpieza y la pulcritud son claros ejemplos del cuidadoso y meticuloso trabajo que ha llevado a cabo el equipo de producción para componer un universo paralelo a la realidad (ya que aunque parezca algo exagerado es así) perfectamente creíble en el que no es preciso recurrir a grandes escenas (en cuanto a violencia visual) para transmitir el mensaje que Yorgos Lanthimos pretende, que no es otro que evicenciar que el exceso de estímulos positivos y la carencia absoluta de contacto con la sociedad no evitan en ningún caso la violencia, ya que ésta aparecerá tal vez con más profundidad e intensidad que si fuera invocada de un modo natural.
Daniel Espinosa
Monsters
(Gareth Edwards, 2010)
Ficha técnica
Título original: Monsters
Año: 2010
País: EEUU
Duración: 94 min.
Género: Ciencia ficción, Suspense
Director: Gareth Edwards
Guión: Gareth Edwards
Reparto: Whitney Able, Scoot McNairy y Kevon Kane
Sinopsis
Hace seis años atrás la NASA descubrió una forma de vida alienígena viviendo en nuestro sistema solar; una sonda fue enviada para recolectar muestras pero se estrelló a su retorno en Centro América y la zona fue marcada como restringida y bloqueado su acceso a toda persona...
Crítica
Un par de preguntas invaden la insana mente del espectador tras el visionado de Monsters, ¿quién ha podido realizar semejante bodrio? y ¿cómo se puede digerir tal monstruosidad?; pues bien, la primera cuestión tiene fácil respuesta, el artista de esta cinta no es otro que Gareth Edwards (director que tiene en mente un nuevo remake de la ya tan quemada Godzilla), y la segunda es mucho más complicada de contestar, ya que no hay argumentos suficientes (de hecho no hay ninguno) para poder digerirla tan siquiera medianamente bien.
La historia narra los sucesos ocurridos en Centro América, donde una serie de extraños acontecimientos hacen presagiar una invasión extraterrestre (algo poco original y todavía menos aprovechado), que afecta a miles de personas, viéndose obligadas a permanecer en el territorio a causa de una alarma militar que impide abandonarlo a cualquier persona; en esta tesitura se encuentra Andrew Kaulder (Scoot McNairy), un periodista encargado de cubrir esta serie de noticias que se ve afectado por las circunstancias que por casualidad (no se hace demasiado hincapié en el por qué, y verdaderamente poco importa) se topa en sus investigaciones con Samantha Wynden (Whitney Able), una joven que lo único que ansía es poder volver a su ciudad para poder casarse con su prometido, surgiendo entre ambos una conexión especial.
La tarea de abandonar el lugar resulta prácticamente imposible a menos que dispongas de una buena suma de dinero, aunque por suerte Samantha tiene lo bastante como para poder hacerlo; pero un desagradable incidente (qué casualidad...) hará que pierda todo lo que tiene, teniendo que acudir irremediablemente a la ayuda de Andrew, que gentilmente se ofrece voluntario a luchar por ella y por su misión de huída (algo complicado de creer si realmente se encontraran en esa situación).
A partir de de este momento se comenzará a forjar una intensa relación entre ambos (bochornosa por otra parte), desembocando en un romance prohibido en medio de un entorno apocalíptico que les obligará constantemente a huir de los problemáticos alienígenas (que solamente hacen acto de presencia en los compases finales, de forma poco menos que denunciable y resultando más cómicos que terroríficos); resulta impresionante las falsas esperanzas que ha podido suscitar el director, prometiendo una historia fuertemente apasionante y sin precedentes que en realidad es una horrorosa cinta en la que ni las interpretaciones, ni la trama ni el desenlace (auténticamente horrendo, abarcando más de diez insufribles minutos) consiguen funcionar, y que la convierten en una de las peores películas del año sin concesiones ni discusiones posibles.
El peor aspecto de esta insoportable producción es que en ningún momento se atisba un ápice de tensión o ritmo lógico, y es que la cosa parece no avanzar a lo largo de la hora y media de metraje, en el que lo único que se hace es plasmar un paisaje apocalíptico (ciertamente conseguido, eso sí) y nada más, ya que nada sucede que pueda alterar la normalidad de la trama, un desarrollo tirrioso y difícil de soportar, que logra sacar de quicio a cualquiera (sobretodo a aquellos que acudan a las salas esperando ver algo digno, ya que para nada cumple las expectativas, por pequeñas que sean, que el público haya podido generar al respecto fruto de un vídeo promocional inteligente como pocos con el que se podía suponer que iba a tratarse de una obra de arte).