Título original: Contracte: Phase II
Año: 2015
Nacionalidad: EEUU
Duración: 74 min.
Género: Drama, Terror
Director: Josh Forbes
Guión: Craig Walendziak
Reparto: Najarra Townsend, Marianna Palka, Alice Macdonald, Adam Robitel, Anna Lore, Matthew Mercer, Yvette Soledad y Morgan Brown
Sinopsis
El más reciente portador de la repugnante y virulenta enfermedad que dos años atrás destruyó la vida de una joven trata de localizar el origen de la plaga mientras intenta mantener a raya la degeneración de su cuerpo.
Valoración
Lo mejor: la inapelable fotografía con la que Mike Testin vuelve a ensalzar el estupendo maquillaje del que hace gala la franquicia, apartado más explícito si cabe en esta ocasión; la incorporación de una serie de personajes tan interesantes como relevantes para la trama conjuntiva resultante de ambas partes, en especial la figura de un villano justiciero cuya filosofía se asemeja a la del popular Jigsaw elevando al infinito más radical su creencia castigadora, portando tatuado en el dedo corazón de su mano derecha el nombre de la deidad satánica a la que rinde culto, “Abaddon”; el nivel global de la obra, desmintiendo aquello de que segundas partes nunca fueron buenas al situarse, por lo menos, en el mismo escalón cualitativo y, sin llegar a entusiasmar explicativamente, pudiéndose incluso afirmar que es necesaria al señalarse y resolverse los ni mucho menos pocos cabos sueltos restantes de la pieza original.
Lo peor: el imperioso requisito de haber visionado la primera entrega si uno no desea perderse ningún significativo elemento que derroche algo de luz a la necrótica enfermedad de transmisión sexual dibujada en aquella, iniciándose la presente exacta e inmediatamente donde terminó la misma, aprovechando tal detalle para expandir el particular universo presentado ostensiblemente al derivar de un simple caso aislado a una firme plaga poblacional; la insuficiente delicadeza con la que el debutante direccional plasma un terrible sufrimiento, externo e interno, ya conocido, regalando, eso sí, celebrables escenas de auténtica repugnancia sin censura de la corrupción corporal que padece el protagonista, como la de la hemorragia nasal, la diuresis hemática y la extracción de gusanos subcutáneos; la gran cantidad de frentes abiertos que la película deja a su término, los cuales serán presumiblemente tratados en el anunciado final de la trilogía, escuétamente avanzado en el postrero desenlace de ésta.
Daniel Espinosa
Star Trek: En la oscuridad
(J.J.Abrams, 2013)
Ficha técnica
Título original: Star Trek: Into the darkness
Año: 2013
Nacionalidad: EEUU
Duración: 130 min.
Género: Acción, Ciencia ficción
Director: J.J.Abrams
Guión: Alex Kurtzman, Damon Lindelof, Gene Rodden y Roberto Orci
Reparto: Chris Pine, Zachary Quinto, Benedict Cumberbatch, Zoe Saldana, Alice Eve, Karl Urban, John Cho, Anton Yelchin, Simon Pegg, Bruce Greenwood, Peter Weller, Tom Archdeacon, Kraisit Agnew, Kasia Kowalczyk, Beau Billingslea, Leonard Nimoy y Christopher Doohan
Sinopsis
Tras vencer al malvado Nero, la tripulación de la nave Enterprise es sorprendida por una fuerza que ha conseguido destruir la flota y todo lo que ésta significa, poniendo al mundo entero en peligro; con el capitán Kirk como líder, el deber de la nave es intentar atrapar al responsable.
Crítica
Consolidado como uno de los directores (por no sentenciar el máximo exponente ateniendo a la enorme repercusión que tienen los célebres hermanos Wachowski) más referenciales y presupuestarios (en esta ocasión la cifra invertida asciende a nada menos que dos cientos millones de dólares) de la última década dentro del tan explotado género de acción (habitualmente entremezclado con la ciencia ficción, llegando a primer esta segunda sobre la primera), J.J.Abrams regresa con más efectividad que fuerza retomando una de las franquicias televisivas más laureadas de todos los tiempos (la creada por Gene Roddenberry compuesta por tres temporadas emitidas del ocho de septiembre del sesenta y seis hasta el dos del mismo mes del sesenta y nueve); como si de un episodio extendido de aquella primera etapa se tratase (posteriormente vieron la luz un sinfín más situando los hechos en un momento anterior a ésta traduciéndose en intentos en mayor o menor medida acertados de precuela), la película presenta una estructura tan formal, heroica y respetuosa que incluso la mítica frase pronunciada por William Shatner en los créditos iniciales de cada episodio a modo de introducción para establecer el propósito primordial de los protagonistas es recogida al término del metraje (“el espacio, la última frontera, estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, en una misión que durará cinco años dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar”), claro ejemplo de la seriedad con la que ha sido tratada esta reconversión tanto para bien como para mal (las particularidades de cada personaje rememoran una época inolvidable pero la historia misma no está exenta de trivial futilidad).
En el trayecto de vuelta a casa tras haber emprendido un largo viaje al futuro para vencer al malvado Nero (Eric Bana, el cual no aparece en ningún momento al tratarse de lo sucedido en el anterior capítulo), la tripulación de la nave Enterprise es sorprendida por una fuerza que ha conseguido destruir la flota y todo lo que ésta significa, poniendo al mundo entero en peligro, siendo el deber del capitán Kirk (Chris Pine, irregular aunque mayormente aceptable en su cometido) como líder intentar atrapar al responsable y restablecer la paz y el equilibrio; para lograr tal quimera contará con la inestimable ayuda del impávido robot Dpock (Zachary Quinto, soberbio en su interpretación aun viéndose presionado en determinados instantes por las enormes exigencias del papel que le es atribuido), el responsable general Hikaru (John Cho, alejado por completo del divertimento en el que suelen traducirse sus participaciones), el antipático médico Bones (Karl Urban, crecientemente sobrante a lo largo de la cinta), el profesional comunicativo (Simon Pegg, desternillante aun sin pretenderlo), la bella comandante (Zoe Saldana, a la que la popularidad no parece haberla afectado negativamente) y la añadida doctora Carol (Alice Eve, ciertamente incomprensible resulta su integración) aunque nada será como en un principio pareciera, sencillo y rápido de realizar y conseguir.
La tripulación se dirige hacia un planeta en guerra para capturar a Harrison (Benedict Cumberbatch, quien sin llegar ni mucho menos al nivel del tristemente fallecido Heath Ledger en El caballero oscuro ni al de Javier Bardem en Skyfall encarna decentemente al oportuno antagonista), un arma devastadora a medio camino entre lo maquiavélico y lo escalofriante, entre lo atractivo y lo terrorífico, que aniquila todo lo que encuentra a su paso, viéndose inmersos en una batalla en la que tendrán que luchar por su vida, una batalla en la que la amistad y el amor se verán puestos en entredicho y en la que el deberán realizar auténticos esfuerzos por salvar la unión de su única familia, la tripulación de la nave Enterprise; la tarea se tornará más dificultosa si cabe cuando descubran el contenido de los proyectiles que el propio villano se encarga de perder premeditadamente para que los transporte el equipo, un factor que no habían tenido en cuenta y trastocará por completo sus objetivos y prioridades al generarse una descomunal incertidumbre acerca del propósito final de la imperiosa necesidad de confiar a unos extraños tan valiosas pertenencias con tanto desasosiego y a la vez gran confianza.
Bruce Greenwood (brillante) y Anton Yelchin (cargante) se unen a los ya mencionados integrantes principales del reparto (todos ellos perfectamente ecualizados) para conformar un equipo actoral tan coral como solvente en otra entrega de la que parece convertirse en una saga inacabable (siempre y cuando la trama se limite a narrar una aventura de la intrépida tripulación no podrá ser de otra manera, ya que los daños son mínimos para los mismos y las bajas inexistentes) que cada vez se asemeja más a la legendaria La guerra de las galaxias (salvando las distancias, pues aquello situado en la excelencia no puede tan siquiera compararse con aquello otro apenas atractivo más allá de la simpatía que despiertan las figuras); la metafísica que envuelve el apasionante mundo poblado por razas extraterrestres acostumbradas a discutir sobre la moralidad de sus actos y los desarrollos y aplicaciones de la ciencia (la inevitable atracción estética de las mismas viene dada por la correcta conjunción entre lo espectacular, lo dramático y los mecanismos sugestivos en su vertiente espacial) se aprovecha levemente para dotar de especial importancia al concatenado de secuencias de acción transfiguradas en un flujo constante de emociones enloquecidamente interconectadas superpuestas unas a otras, una orgía de referencias cruzadas puestas al servicio del mejor entretenimiento que uno pueda imaginar pero al mismo tiempo éstas se convierten en un auténtico sinsentido general, únicamente empleado para entusiasmar a aquellos que se consideren acérrimos seguidores y agradar (sin más) al resto.
Siendo categórico se podría asegurar sin pensar que existe lugar alguno al equívoco que Star Trek: En la oscuridad es para el presente año lo que supuso Los Vengadores para el pasado, un espectáculo audiovisual que parece no conocer límites y donde los elementos fantásticos literalmente dinamitan las posibilidades de la narración clásica en aras a construir un producto final abrumador, consiguiendo ese complejo híbrido resultante de la simbiosis entre el generalmente despersonalizada comercialidad y la fascinante mitología del material de base transfigurando su código genético al somatizar los fenómenos de culto de una minoría selecta (los lectores de cómics de superhéroes) para convertirlo en una productiva máquina generadora de millones de dólares; a pesar de lo expuesto, construir una imagen total, magnética y embelesadora, épica y trágica, que consiga convertir en veraz toda la imaginería propia de una fábula no es en absoluto tarea sencilla, y este es precisamente el aspecto más decepcionante del presente filme, pues la integración de los poderes emergentes de los efectos digitales (recurridos hasta decir basta) y la siempre útil tridimensionalidad no se exprimen tan siquiera una cuarta parte de lo que pudieran (llegar a tal porcentaje se debe al análisis del aprovechamiento de las situaciones plasmadas) al estar al completo servicio de la cinética narrativa (la intensidad aplicada a las imágenes reluce pero el resto de matices se dilapidan), más como mera excusa para disfrazarla que para acabar por rendir tributo a todos esos fabricantes del fantástico que han dedicado su vida a la recreación de lo concebido como imposible en la gran pantalla.
Daniel Espinosa
We are still here
(Ted Geoghegan, 2015)
Ficha técnica
Título original: We are still here
Año: 2015
Nacionalidad: EEUU
Duración: 77 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Ted Geoghegan
Guión: Richard Griffin y Ted Geoghegan
Reparto: Barbara Crampton, Andrew Sensenig, Lisa Marie, Larry Fessenden, Monte Markham, Susan Gibney, Michael Nicholson, Kelsea Dakota, Guy Gane, Elissa Dowling, Zorah Burress y Marvin Patterson
Sinopsis
Una ancestral maldición provoca que, cada cierto tiempo, un horror oculto tenga que asesinar a la familia residente en una imponente mansión...
Valoración
Lo mejor: la enésima muestra de que es preferible insinuar a mostrar, inquietando más mediante sonidos que por medio de imágenes, algo que se respeta merced a una fotografía de corte ochentero en la que los planos fijos apenas tienen cabida, reforzando contínuamente el mensaje de que aceptar las ausencias no es tanto una alternativa como una obligación; la cuidada banda sonora, en la que las piezas minimalistas y perturbadoras abundan con el nexo en común de enturbiar la sensación de paz que los paisajes transmiten; la historia que esconde la morada a la que se muda la pareja protagonista tras permanecer treinta años deshabitada, una antigua funeraria local en la que los cuerpos no se incineraban sino que se vendían al mejor postor siguiendo el olor a humo impregnado en ella, una tétrica costumbre que conllevó la oportuna posterior maldición que versa sobre la necesidad de una nueva familia que sirva como ofrenda salvadora para un pueblo consciente de ello.
Lo peor: el acto de fe que se requiere tras unos primeros minutos excesivamente descafeinados, prácticamente soporíferos, pese a que la compensación sanguinaria que superado el ecuador de la cinta se da es más que notable; el convencionalismo de los sobresaltos, predecibles para cualquiera mínimamente curtido en la materia y, es más, las pocas novedades introducidas a modo de predecesoras tesituras no se justifican competentemente al tratar de desmentir multitud de hechos creídos misteriosos, como se desprende de los artículos periodísticos que acompañan a los créditos finales, a pesar de defender el campo espectral durante todo el filme; la obviedad de un guión no reminiscente sino directamente fotocopiado de éxitos del género, tales como La morada del miedo y el vacío en la pared del sótano, The Inkeepers y la búsqueda incierta de entes, The Conjuring y el rodamiento de la pelota escaleras abajo, Paranormal Activity y la fotografía rota, Insidious y la sesión de espiritismo, The house of the Devil y las falsas apariencias residentes y, definitiva, un amplio etcétera de largometrajes similares.