Vile 19-03-2024 10:35 (UTC)
   
 

Vile
(Taylor Sheridan, 2012)


Vile




Ficha técnica


Título original:
Vile
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
86 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Taylor Sheridan
Guión:
Eric Beck y Rob Kowsaluk
Reparto:
Eric Beck, April Matson, Akeem Smith, Greg Cipes, Maya Hazen, Elisha Skorman, Heidi Mueller, Rob Kirkland, Ian Bohen, Stefanie Barboza, Maria Olsen, McKenzie Westmore, Maynard James, Mark Hengst, Keiron Elliot, Artie Baxter, Celidh Reed y Kyle Wasserman


Sinopsis


Un grupo se despierta en el interior de una casa sin escapatoria; la única salida que tienen es generar un componente químico creado por el cuerpo humano cuando experimenta dolor... grandes cantidades de dolor.



Crítica


“Al fin una más que digna heredera de Saw”, pensarían muchos al ver los primeros adelantos de Vile, la que se definiera desde sus orígenes (y de hecho claras muestras de ello se recogen en el propio filme) como una seria alternativa americana a la estupenda Frontier(s) (producción que formó parte de la oleada de exquisitas obras de terror francés con trasfondo concienciador encabezadas por la magistral Martyrs) pero, sin embargo, a pesar de contener ocurrencias loables (intensificadas por la primorosa banda sonora) y escenarios claustrofóbicos como pocos (las puertas y ventanas tapiadas transmiten una sensación de agobio mayúscula), todo se reduce, una vez comprobado el resultado (los dos primeros tercios desconciertan debidamente), a la tríada se acontecimientos clásicas (planteamiento, confrontación y resolución) no llevada tan siquiera al extremo (con ello se habrían copado las expectativas suscitadas a raíz de una campaña promocional reducida pero muy efectiva), una estructura aristotélica (emplear términos considerados por muchos intelectuales a pesar de ser estándares nunca está de más) que no termina de lograr la ansiada tensión que por su misma concepción se la debe atribuir, aun consiguiendo alcanzar un nivel medio (puede que incluso alto en determinados compases) de corrección en su conjunto, pudi
endo haber sido mucho mejor en todos los aspectos.

El uso, a modo de desordenada congregación, de múltiples componentes de otros trabajos de semejante índole que propone Taylor Sheridan en este su debut tras las cámaras (como actor ha participado en numerosas series televisivas) resulta algo prolijo para los amantes del género, y es que se da la carnicería que en un principio se promete pero en ínfimas dosis, cuasi nulas si a lo que uno se refiere es al sentido explícito del vocablo, pues la brutalidad que en la inspiradora saga del actualmente popular James Wan se daba aquí apenas se atisba en acciones mundanas (en lugar de complejas herramientas se hace uso de alicates, clavos, manivelas, planchas, rayadores, tenazas y ollas, entre otros utensilios caseros, lo cual denota más que un ajustado presupuesto una grave falta de originalidad) y, lo que es peor, la progresiva angustia que al inicio se vislumbra se convierte tempranamente en contentadora e insatisfactoria recurrencia argumental (el contenido, sumamente básico, impide que se convierta en una obra decente en la línea de Exam) desembocando en previsibilidad muy pronta e indeseablemente.


Dos parejas amigas (curiosamente la historia no parte de un desconcertante despertar sin más sino que el mismo es originado previa presentación de las desafortunadas víctimas tras comentar entre ellas sus respectivas fobias) que disfrutan de una desenfadada escapada prestan auxilio a una necesitada extraña (o como ellos mismos la denominan no sin razón, una acechadora desconocida) que les solicita ayuda al haberse quedado sin combustible, transportándola hasta el lugar en el que su coche se ha quedado sin gasolina; haciendo valer su declaración de ser una experta diseñadora de perfumes les promete proporcionar unas muestras, pero cuando vuelve al coche del cuarteto no lleva frascos sino una bombona que alberga un potente gas con el cual les rocía y adormece hasta que pierden la conciencia, siendo lo próximo que descubren, una vez recobran el conocimiento, que comparten idéntica suerte con otras cinco personas, la de encontrarse en una casa reforzada con placas de acero (para impedir intentos de forzamientos varios) con cámaras de seguridad en cada habitación para controlar cada movimiento que efectúen y observar cómo la negativa de tortura se convierte en inviable aceptación por turnos de la misma según el azar decida (un sorteo es el método de elección que pactan un
ánimemente).

La mencionada colaboración es precisada porque un vídeo les anuncia constantemente que disponen de las veintidós horas que marca un reloj (electrónico, lo cual supone una novedad mínima pero destacable) de cuenta regresiva para, haciendo uso del dispositivo que tienen instalado en la cabeza (con una pequeña botella y un sensor de vitalidad), llenar el contador que les indica la cantidad de fluidos que les es exigida, productos químicos que fabrica el cerebro exclusivamente cuando el cuerpo sufre terribles dolores; la única oportunidad que tienen de salvarse es asumir la empresa (a lo cual proceden sin tan siquiera conocer las consecuencias de oponerse) cediendo con resignación a la cruenta solicitud asumiendo el control, tratando de ser tan benevolentes como las circunstancias les permitan, pero cuando la desconfianza (y la correspondiente sucesión de fatales traiciones e incombustibles venganzas) se torna más poderosa que el raciocinio todo se complica, y es que, como bien afirmaba Mahatma Gandhi (y elocuentemente se cita al inicio del metraje), la raíz de la violencia es la ciencia sin humanidad...


En Vile parece que los protagonistas siempre van a ser incapaces de continuar con la inhumano tarea que les es encomendada pero lo hacen, envileciendo sus almas en busca de la propia salvación en correspondencia a una atractiva premisa bien rodada pero mal desarrollada, pues el suplicio como algo cotidiano de lo que uno no puede escapar se antoja demagogo e inoportuno en los tiempos que corren, rebajándose el tono ficcional de los asesinos a poco menos que una desternillante parodia si se juzgan la mayoría de actuaciones (precarias sino patéticas), siendo mucho más crudo el diseño que el resultado final, a partir del cual el director ha pretendido distanciarse de otras cintas de idéntica temática de manera errática (el guión, obra de Eric Beck, uno de los actores principales del reparto, es el gran causante de ello), sumándose de este modo a un listado de desilusiones cinematográficas que se ve incrementado constantemente con títulos como éste, largometrajes que tratan valientemente de diferenciarse del resto pero lejos de aterrar debidamente horrorizan, y no por el acierto de infundir miedo sino por la sensación de haber visionado más de lo mismo y, siendo tal vez un tanto desmesurado, peor de lo que se ofrece habitualmente pero mayormente entretenido y medianamente salvable.



Daniel Espinosa

 
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