The returned 19-04-2024 17:03 (UTC)
   
 

The returned
(Manuel Carballo, 2013)


The Returned




Ficha técnica


Título original:
Retornados
Año:
2013
Nacionalidad:
España
Duración:
98 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Manuel Carballo
Guión:
Hatem Khraiche
Reparto:
Emily Hampshire, Kris Holden, Shawn Doyle, Claudia Bassols, Emily Alatalo, Paulino Nunes, Melina Matthews y Stephen Chambers


Sinopsis


Kate trabaja en una unidad de investigación intentando encontrar urgentemente una vacuna definitiva que impida que la epidemia que asola el mundo se expanda; el caos se desata cuando el gobierno anuncia la escasez de la proteína y la paralización de las investigaciones, obligando a todos los infectados a ingresar en un centro militar.



Crítica


Los zombies (o infectados, según el caso) han protagonizado infinidad de películas y el público no va a librarse de ver unas cuantas más a lo largo de las próximas temporadas, siendo tantas que hay para todos los gustos, desde grandes cintas hasta bodrios tan lamentables que cuesta entender su existencia, acercándose mucho más al primer nivel que al segundo The returned, uno de esos títulos al que se debe conceder una oportunidad de manera obligada aun sabiendo de antemano que no dejará excesivo buen sabor de boca, pues aunque no contraiga demasiadas novedades con respecto a otros de idéntica índole la carencia de excentricidades suplida por asumibles motivaciones sobrecoge e incluso entusiasma en algunos compases; no obstante, la importante mediocridad que prima durante toda la trama unida al incoherente desenlace (tratar de tildar de lección vital algo que apenas se ha alejado de los convencionalismos más aborrecibles no convence para nada aun plasmándose diferentemente la ya sabida caprichosa formalidad de un destino no cambiante por más que se opte una opción u otra dentro del diverso abanico de las mismas) hace que no se pueda captar más que como una producción medianamente entretenida y poco más, siendo más conveniente disfrutar de cualquiera de las tres temporadas de la fantástica y exitosa serie televisiva The walking dead.


El mundo (y el género en sí mismo) ha cambiado y ahora los infectados por un devastador virus que se transmite directamente (como no podía ser de otro modo, sorprendiendo negativamente que no sea así con la saliva) y que les convierte en zombies, antaño pacientes sin posibilidad de mejora, están bajo control catalogados como retornados al mantener a raya su sed de sangre gracias a la administración en sus cuerpos de un tratamiento diario (exactamente cada veinticuatro horas) que les da esperanzas para mantener una vida normal mientras esperan la cura definitiva (es aquí donde el argumento plantea ciertas inventivas al dotar de una ilusionante estabilidad a quienes en otros casos estarían sentenciados sin concesiones, pero éstas van contradiciéndose entre sí hasta tener lugar la anulación total de las mismas), pudiendo causar la ausencia de la pertinente inyección la muerte del individuo e incluso propagar la enfermedad entre los que se encuentran a su alrededor; los rumores suscitados a raíz de un anuncio del gobierno (cómo no la política tenía que estar involucrada en el asunto) acerca de que los internos del hospital más importante de la ciudad serán trasladados a otro lugar, provocan que Clara (Emily Hampshire, el dramatismo que simula padecer es más que convincente), integrante del personal de la Unidad de Rertornados (curiosa y reveladora nomenclatura la del departamento en cuestión) que trabaja de enfermera en el área de cuidados manteniendo una relación que trasciende lo profesional con uno de ellos, Álex (Kris Holden, pausado en algunas ocasiones y frenético en otras borda el complicado cometido que le ha sido encomendado), decide escapar con éste (de hecho se trata de su esposo) y, sin temor a represalias, apoderándose de todas las dosis para poder medicar a su marido como lo requiere la complicada situación (algunos comportamientos ante semejante quilombo se indigestan, como que alguien se haga con el bien más preciado y lo anuncie a los cuatro vientos pareciendo querer buscarse peligrosas complicaciones).


Cuando parece que el matrimonio podrá realizar la huida con éxito después de que un grupo violento de la sociedad que no acepta a aquellos que ellos consideran anormales irrumpiera en el lugar con el propósito de demostrar que puede extinguirse de raíz la otra especie (considerarla como tal al abundar tanto como la supuestamente sana, ideología errónea al consumir ésta multitud de productos y protagonizar actos indecentes con asiduidad que lastiman gradualmente sus teóricamente fortalecidos organismos) convirtiendo el percal en una sanguinaria carnicería en cualquier momento al encontrar cobijo en sus mejores amigos, todo se complica sobremanera al ser traicionados por sus anfitriones; llevados por el miedo y la ira (tal vez quepa señalar para entender mejor el caos generado y el devenir de la trama, así como el desacato de las órdenes por el que algunos han optado, que el comunicado gubernamental incluía la obligación de ingresar a todos los afectados en un centro militar de alta seguridad), la consolidada pareja tratará de encontrar una solución a la escasez del antídoto en una carrera a contrarreloj que les obliga a luchar por sobrevivir cuando las horas para convertirse en un muerto viviente están contadas para el cónyuge masculino al temer que la necesaria inyección proteínica (el principal componente del remedio es éste) a tiempo para impedir su transformación y, posiblemente, hacer que la epidemia se expanda ante la paralización definitiva de las investigaciones precisas para erradicarla.


Los dos posibles escenarios que suelen plantearse en producciones de semejante índole (el inicio de una epidemia y la aparición del primer muerto viviente o la situación directa de un panorama apocalíptico en el que los humanos sobreviven como buenamente pueden) se obvian para proponer una suculenta variación de este esquema tristemente aprovechada en la que el brote queda fiscalizado gracias a una vacuna permitiendo a aquellos que han sido infectados llevar una vida normal siempre y cuando no se descuide su medicación diaria; con este planteamiento el autor edifica un rico contexto escasamente exprimido definiendo las problemáticas de una sociedad aterrada por un virus que no entienden y que les enfrenta con alteridad desplazando el horror al drama y al thriller, equilibrando mínimamente la balanza entre la magnitud del conflicto que está explicando y los efectos de aquello que tiene relación con la joven pareja protagonista, la cual suscita una fuerte empatía al verse afectada por un discurso crítico que pone el punto de mira en el miedo por lo desconocido, así como en los recortes económicos que aniquilan la investigación tanto científica como médica.


Todas las películas que ha realizado Manuel Carballo (tres con la presente) están relacionadas de una u otra manera con la muerte, en El último justo los elegidos por el todopoderoso eran asesinados excepto el último del que también se quería deshacer el ser divino, en La posesión de Emma Evans una joven era objeto de un exorcismo al estar poseída por un espíritu y en esta ocasión de manera expresa siendo los protagonistas son muertos vivientes que siguen un tratamiento con el fin de evitar su apetito, por decirlo de un modo elegante sin recurrir a términos caníbales, carnal, aunque se haga tan sutilmente que nadie podría percatarse de que así es de no ser por la sinopsis oficial; la producción de Julio Fernández para Filmax en colaboración con la canadiense Ramaco media (curiosamente el rodaje se efectuó en su totalidad exclusivamente en el segundo de los países, específicamente en Toronto y Sudbury) propone una nueva visión del universo zombie dando una vuelta de tuerca a uno de los géneros más en auge en los últimos años, gracias en gran medida a un estupendo guión (firmado por el salmantino Hatem Khraiche, responsable del de La cara oculta) que naufraga al embarcarse en un viaje que bien puede significar un hundimiento (argumental) nefasto al no guardar en todo momento una lógica aplastante acogida, eso sí, con mucho temor al sentirse próximo el percal en cuestión, cuasi arraigada en el interior esperando a que circunstancias extremas propicien su corporeidad sentimental, por lo que se antoja más lastimoso si cabe el desarrollo de tan potente premisa.



Daniel Espinosa




 
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