Varsity blood 29-03-2024 12:38 (UTC)
   
 

Varsity blood
(Jake Helgren, 2014)







Ficha técnica

Título original:
Varsity blood
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
85 min.
Género:
Comedia, Terror
Director:
Jake Helgren
Guión:
Jake Helgren
Reparto:
Lexi Giovagnoli, Wesley Scott, Debbie Rochon, Natalie Peyton, Blair Jackson, Elyse Bigler, Melody Herron y Jessica Ferrari


Sinopsis


Un grupo alumnos se disponen a disfrutar de una gran fiesta de Halloween en una remota granja; en pleno desmadre, alguien vestido con el disfraz de la mascota del equipo de futbol inicia una masacre...


Crítica


Hubo un tiempo en el que los crímenes sinsentido no se limitaban a complementar la psicológica historia, frecuente tormentosa, de un determinado sujeto cuya desgracia consistía en presenciar cómo sus seres queridos morían a manos de un misterioso enmascarado descubriéndose finalmente que la identidad del malhechor se correspondía con la de alguien con el que el desgraciado protagonista tuvo un percance y decide cobrarse su particular represalia del modo más dañino que puede existir reservándose su verdadero objetivo para una última instancia normalmente frustrada, ya sea por el cuerpo de policía de la localidad en la que suceden los acontecimientos o por el propio afectado al asumir un rol de incauta heroicidad, sino que dichos maníacos acaparaban la intríngulis argumental de una película en su totalidad, exterminando para ver el mundo arder, sin miramientos ni piedad, a cuantos se cruzaran con ellos; en el que supone su primer largometraje (de corta duración dirigió en el dos mil seis una obra titulada Severed lives, ejerciendo en aquella y en ésta de fluido guionista y forzado productor, pudiendo ser la presente la que le brinde la oportunidad de que algún adinerado confíe en él para futuros proyectos, pues derrocha talento aun con el paupérrimo presupuesto del que ha dispuesto), Hake Helgren, texano compartidor de edad con la religiosa figura cristiana por excelencia (treintaitrés para aquellos que no sean devotos o simplemente la desconozcan), recupera esa memorable etapa cinematográfica homenajeándola con sumo acierto, sin pecar por ello de pretenciosidad sino denotando un gran sentido del espectáculo y aprovechamiento de los escasos medios con los que cuenta el independentismo cinéfilo, insinuando mucho y mostrando paulatinamente en un concepto de promesa vengativa aseguradora de una carnicer
ía.

A los alumnos (no es preciso mencionar la larga lista de actores, cuyos esculturales cuerpos contrarrestan con su nulo uso de la lógica, que conforman el reparto al aparecer todos ellos, por muy diferentes que sean sus personalidades para abarcar todo el abanico de típicas clases universitarias, con el único y simple designio de ser asesinados, sirviendo de justificación que en menos de tres minutos se nombran diez nombres y acaban sumándose otros tantos) del instituto Hogeye High lo único que les importa es que el equipo de futbol americano, los Warriors, se alcen con la victoria cada fin de semana, pero alguien infundido en el traje de la mascota (una especie de ancestro tribal armado con una afilada hacha y un infalible arco) se ha propuesto sembrar el caos en el centro actuando premeditada y salvajemente; en vísperas de la noche de Halloween, que se antoja la cita perfecta para que el enmascarado asesino actúe libremente sin levantar la menor sospecha, y todavía con el recuerdo de la muerte de una carismática atleta y la desaparición de un depresivo deportista de la temporada pasada (de éstos y otros sucesos se hace eco la prensa, mostrándose al inicio de la cinta varias publicaciones en referencia a ello), porristas y animadoras (sólo existen tales clasificaciones a las que pertenecer) organizan una parrillada en la hace tiempo abandonada granja Williamson, a las afueras de la ciudad.


El último partido se consume y todos, sin excepción, se disponen a acudir a la fiesta para celebrar tan señalada fecha pese a las incipientes advertencias de sus progenitores (el detalle no debe pasar desapercibido ateniendo a la relevancia que cobra a la postre) y, entre alcohol y otras drogas, efímeros problemas, sarcásticos comentarios, sangrientos degollamientos, dolorosos rechazos, virginales convicciones, satíricas conversaciones, violentas disputas, protervas influencias, amenazantes presencias, policíacas imposiciones, adorables fotografías, desconcertantes rumorologías, minimalistas decoraciones, pésimos consejos, injustificados lucimientos, jurisdiccionales percales, provocativos bailes, raciales injurias, letales acrobacias, indirectos homicidios, malsonantes expresiones, malhumorados propietarios, indiciarios disturbios, inocentes defensas, evitables atropellos, inútiles arrojamientos y consumadas venganzas se suceden; entre tanto desvarío (por qué no citar textualmente dos frases para demostrar que la enumeración podría seguir, “los disfraces son para preadolescentes y pervertidos” y “es fácil decir te quiero cuando en realidad amas un orificio específico”, memorables), uno más a añadir, el abandono sin previo aviso, en estado catatónico y por iniciativa propia de uno de los pacientes del psiquiátrico local que, tras renunciar a seguir internado en la citada institución mental, es considerado potencialmente peligroso...


Una vez desmontada la teoría reconvertida en mito de la mala memoria de los peces (recientes estudios aseguran que pueden llegar a los doce días, investigándose ahora si ello se debe a fármacos o condiciones ambientales, pues los resultados hacen referencia a anfibios cuya vida se desarrolla en acuarios) pocas cosas pueden sorprender, pero ésta es una de esas pocas excepciones al optar el autor por una fórmula anticuada a la par que imperecedera para proponer un producto poco genuino pero altamente adictivo, en gran medida gracias a un ritmo lineal, lo cual es preferible en comparación con el irregular e insatisfactorio, y un desenlace cuyo inesperado giro está mal justificado pero al menos no es tempranamente deducible; con indefendibles errores (las interpretaciones no es que dejen que desear sino que catalogar como tal el mero hecho de aparecer en escena sin infundir emoción alguna para encarnar caricaturescos estereotipos es una osadía) y un apartado sonoro de precaria calidad (muchas de las frases que se pronuncian son inentendibles), el filme no apasiona pero sí cautiva debido a la amenidad con la que transcurren los poco más de ochenta minutos, adecuada duración que, por suerte, no ha sido alargada (como de hecho suele ocurrir) para aparentar poseer más contenido del que realmente alberga.


Varsity blood
tal vez no haga alarde de originalidad (si algo se economiza en el filme es precisamente la misma, observándose un sinfín de reminiscencias directamente relacionables con cintas de tremenda popularidad), aunque si se puede recomendar por alguna rezón inmediata es por ello, por ser un menú elaborado con los mejores ingredientes de los platos más destacados internacionalmente, tanto clásicos como modernos (especialmente de los primeros), y es que la selección de situaciones a las que deben enfrentarse los múltiples personajes es tan variada como atractiva y, en último término, lograda, un slasher (el subgénero en el que nunca falta la presencia de un psicópata que asesina brutalmente a adolescentes, la mayoría de las veces mientras están envueltas en prematuras relaciones sexuales o prohibido, que se encuentran fuera de la supervisión de algún adulto) con evidentes tintes ochenteros que, al no innovar en ningún aspecto, puede que no sea del agrado de recientes generaciones pero que, en el lado opuesto, lo degustarán casi orgásmicamente quienes vivieron la época dorada de la citada corriente y los amantes de la misma; magnífica para proyectarse en festivales especializados y relativamente recomendable para visionarla en formato doméstico (la opción de acudir a una sala para proceder a hacer lo propio se debe descartar sin la menor dilación al no presumirse factible el estreno en la gran pantalla), la película no defraudará al apenas generar expectativas y no solamente colmarlas sino superarlas con creces, pues otras comercializadas cual magistral pieza no llegarían tan siquiera a hacerla sombra, abanderando el lema que todo metraje de procedencia humilde como el de la presente debiera cumplir, entretener sea como fuere, pero siempre funcional y complacientemente.



Daniel Espinosa

 
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