The raid 29-04-2024 13:40 (UTC)
   
 

The raid
(Gareth Evans, 2011)


The Raid




Ficha técnica


Título original:
Serbuan maut
Año:
2011
Nacionalidad:
Indonesia
Duración:
101 min.
Género:
Acción, Suspense
Director:
Gareth Evans
Guión:
Gareth Evans
Reparto:
Iko Uwais, Yayan Ruhian, Joe Taslim, Donny Alamsyah, Ray Sahetapy, Ananda George, Verdi Solaiman, Pierre Gruno y Tegar Satrya


Sinopsis


En el corazón de los barrios más peligrosos de Yakarta se encuentra un edificio seguro e impenetrable para los asesinos y gánsteres más peligrosos del mundo; hasta ahora, el bloque de apartamentos en decadencia ha sido considerado intocable para los miembros más valientes de la policía. Oculto bajo el manto de la oscuridad antes del amanecer, un equipo SWAT de élite tiene la tarea de asaltar el edificio con el fin de acabar con un famoso capo de la droga que se oculta en su último piso, pero cuando un encuentro casual con un ayudante descubre su plan, la noticia del asalto policial llega el señor de la droga...



Crítica


Con un planteamiento que recuerda plenamente al de La horda (sustituyendo a los zombies protagonistas inevitables de ésta por personas armadas), Gareth Evans dirige y escribe una de las cintas más espectaculares del Sitges Film Festival 2011, una espiral de violencia que argumentalmente no resulta especialmente atrayente (tal vez por la recurrencia al mismo) pero visualmente convierte la propuesta en una experiencia extremista como pocas al mezclar la espectacularidad asiática (procedencia del metraje) con los recursos estadounidenses (a cargo del director); siendo sus puntos fuertes la inmaculada puesta en escena y la brutalidad de sus secuencias, el filme logra transmitir de brillante manera el sentimiento de dolor que los innumerables personajes secundarios (en gran medida, aunque también algún que otro protagonista) que van apareciendo en escena padecen, sensaciones que prácticamente se viven en primera persona gracias a una cámara posicionada estratégicamente, recogiendo los cientos de proyectiles que las decenas de armas disparan y las contundentes (y abundantes) escenas centran las armas blancas como principal utensilio.


Un equipo de fuerzas de élite se introduce en un bloque de pisos de Jakarta (muy similar al que vimos en la ya mencionada La horda), en el que los criminales más peligrosos del país se refugian; el soldado Rama (la estrella del cine asiático Iko Uwais, que actualmente es una de las más flamantes figuras del género de los últimos años y vuelve a demostrar el por qué, demostrando que la excesiva popularidad no siempre conlleva el desastre) vivirá el fracaso de la misión quedando atrapado, junto a otros compañeros suyos, en evidente inferioridad de condiciones en un edificio que bien podría convertirse en sus tumbas, hecho al que contribuye la certeza de no poder abandonar el lugar al estar completamente bloqueado y vigilado de arriba abajo (a través de un cableado de televisión que se encarga de capturar todo movimiento).

Mientras el equipo de policías va sucumbiendo bajo el fuego enemigo, Rama intentará llegar a la azotea para poder enfrentarse a los enemigos con cierta racionalidad, al mismo tiempo que culminar con éxito (salvando el hecho de las numerosas bajas acontecidas) el objetivo inicial de la misión, consistente en terminar con la vida del mayor dirigente del lugar, Tama (Ray Sahetapy, soberbio en su papel); mientras éste utiliza a todos los vecinos (sicarios suyos) a modo ataque y protección, Rama deberá sobrevivir escondiendo en un lugar seguro a su malherido superior Jaka (Joe Taslim, algo exagerado pero convincente) y uniendo fuerzas con su reencontrado hermano Andi (Donny Alamsyah, genial a la par que mortal), un antiguo miembro del cuerpo infiltrado desde hace seis años en la organización criminal fruto de la intervención, al descubrir que toda la misión ha sido ideada por el teniente Wahyu (Pierre Gruno, soberanamente sobrante) en busca de su ansiada venganza personal.

The raid deja al espectador con la sensación de haber presenciado una de la obras más duras y violentas que el séptimo arte a brindado en su historia, y es que el dolor físico está tan (y en tantas ocasiones) recogido en la pantalla que resulta imposible no congeniar con él y recibir parte del mismo mediante su visión; no se trata de una cinta que aporte demasiado contenido a nivel emocional y/o intelectual, pero el despliegue de la inventiva visual y el diseño de las secuencias de acción (con una fisicidad plenamente contundente) son una verdadera gozada, mecanismos de los que se vale el atrevido director para elaborar un metraje que mantiene la adrenalina a altos niveles durante toda su duración, un ejercicio de violencia puramente física que agradecerá la inmensa mayoría del público y provocará más de un dolor de cabeza (instantáneo y prolongado) incluso al espectador más experimentado.

Sin más dilación procederé a la clara conclusión que se extrae del visionado de la película, que no es otra que la culminación de una vorágine de sangre (parcialmente lógica merced a la obligada supervivencia a la que se ven obligados a recurrir los protagonistas) totalmente brutal que compagina tiroteos con duelos viscerales, momentos de tensión con otros de acción y, en definitiva, una puesta en escena espléndida con unos efectos especiales de infarto que hacen de The raid una cinta indispensable para cualquier amante del cine, una de esas producciones que calan bien hondo de manera irremediable (y lo afirma alguien que no es precisamente partidario de este tipo de propuestas, pero ante el perfeccionismo no cabe otra posición que la congratulación y la magnificación de adjetivos positivos) y justifican que la industria del cine siga estando sumamente presente en la sociedad.



Daniel Espinosa



The raid 2

(Gareth Evans, 2014)


The Raid 2




Ficha técnica


Título original:
The raid 2
Año:
2014
Nacionalidad:
Indonesia
Duración:
146 min.
Género:
Acción, Suspense
Director:
Gareth Evans
Guión:
Gareth Evans
Reparto:
Iko Uwais, Arifin Putra, Oka Antara, Julie Estelle, Yayan Ruhian, Tio Pakusodewo, Ryuhei Matsuda, Alex Abbad y Kazuki Kitamura


Sinopsis


Poco después de finalizar una sangrienta redada, el inspector Rama se ve obligado a infiltrarse en un sindicato del crimen con el fin de proteger a su familia y descubrir la corrupción en el seno de su propia unidad.



Crítica


Pura adrenalina hecha película (a excepción de los primeros compases, más pausados, el resto es un no parar permanente), ése sería el más oportuno eslogan a atribuir a The raid 2 (en algunas zonas se estrenará junto con la extensión “Berandal”, cuya reveladora traducción sería “Matones”, acompañando al dígito), producción que ha sido descrita como El caballero oscuro e incluso El padrino de la acción y, aunque pueda antojarse una definición un tanto exagerada, lo cierto es que a lo largo de nada menos de dos horas y media (la extensión de la duración no se percibe larga cuando se procede al visionado sino todo lo contrario) el espectador se deleitará con excelentes coreografías, cuidados golpes, bestiales persecuciones y un guión que, sin ser el más original de la historia ni mucho menos, se muestra de un modo muy sólido (y valga señalar que menos visceral al percibirse más consistente en relación a su predecesora y tal vez por ello escasamente sorpresiva) y se desarrolla natural y ágilmente permitiendo conocer mejor a los personajes presentados en la primera entrega y el origen de sus motivaciones (todas circunscritas en el ámbito de la salvaguarda familiar); basta con admitir que tras esta incursión en el cine indonesio (la nacionalidad oficial de la cinta es ésta y no la estadounidense como pudiera creerse en un principio) nadie puede dudar de la valía de la camaleónica figura del británico afincado en Jakarte Gareth Evans (quien ya denotó su valía en el primer capítulo y dio muestras de su talento en el poderoso segmento “Refugio seguro” junto a Timo Tjahjanto en la notable antología de terror V/H/S 2) para asumir el rol de maestro de ceremonias tras las cámaras para evidenciar la satisfacción de tan violento largometraje (la exhibición en salas comerciales, aun previa censura, es prácticamente inimaginable por éste y otros menesteres), cuya espléndida fotografía y eterna crudeza contradicen aquella sentencia que muchos entendidos en la materia han defendido durante años, que segundas partes nunca fueron buenas, algo que jamás podrá aceptarse como cierto tras éste filme (de hecho ya ocurrió, sin ir más lejos ni necesitar adentrarse en temáticas de diferente índole, con la magistral secuela de Terminator, entre muchas otras
).

Preestrenada en territorio español en el Festival de Nocturna 2014 (los asistentes allí presentes fueron unos auténticos privilegiados ya que, según afirma la distribuidora patria adquiridora de los derechos de la obra, ésa fue y será la única oportunidad de verla en pantalla grande, pues su venta irá directa al formato doméstico) celebrado en la capital madrileña (donde recibió una sonora ovación en señal de grata satisfacción final por parte del respetable) y avalada por parte de la prensa internacional (algunas de las palabras que la han dedicado han sido “sólo los espectadores con reconocimiento cero por el género saldrán poco impresionados” por Joshua Rothkopf de Time Out, “esta rara secuela amplía el alcance de su predecesora para producir algo más grande, más rico y mucho más gratificante” por Tim Grierson de Screendaily y “ni su drama encubierto ni las de dos horas y media de duración perjudican los numerosos y vigorosos festivales de lucha” por Nicolas Rapold de The New York Times), escritos que no se alejan demasiado de la verdad aunque la maquillan parcialmente; a pesar de que la cinta crezca en interés e intensidad a medida que avanza la trama la misma se torna algo larga y hasta pesada al contener demasiados elementos argumentales prescindiblemente explicativos a la par que poco convincentes, aunque el buen uso del recurso de la cámara lenta (la ofrenda de buenas ralentizaciones son múltiples pero selectas) y el apoteósico final (que pase a los anales de la historia es irremediable y si no lo hace será porque la difusión no es lo suficientemente justa), así como el nulo respeto de estereotipos (todos son candidatos a matar y morir) consiguen que esto quede en un segundo plano apenas detectable, e incluso las escenas que son similares a las de la primera entrega se perciben como elocuentes homenajes rememorativos y no como burdas repeticiones, lo cual es todo un éxito al alcance de muy pocos logrado a raíz del cambio a un lienzo más ambicioso y épico cuyo alto voltaje deja espacio al sentimentalismo más dramático (los conflictos conyugales están siempre presentes), a la corriente denominada “torture porn” (de un modo descafeinado) y hasta a momentos musicales (por la entonación de una canción sucedida pr
ácticamente en el ecuador así es).

Decidido a encontrar al responsable de la reciente muerte de su hermano para ajusticiarlo Rama (Iko Uwais, pletórico ejerciendo de absoluto protagonista en la sombra aunque algo desmejorado físicamente y no precisamente por la cicatriz que presenta su mejilla izquierda ejemplificando lo consecuente que es ésta continuación), un reputado inspector de la ley implicado en un sinfín de infiltraciones para descubrir las denunciables intenciones de quienes se posicionen contra la justicia, se une a una pequeña unidad policial que actúa paralelamente a la corporación general para entrenarse y aprender las más letales técnicas y, así, acercarse paulatinamente con credenciales a benefactores, círculo de confianza y, finalmente, a Bejo (Alex Abbad, algo ridícula su caracterización pero imperiosa su encarnación), el hombre al que busca, quien asesinó a sangre fría a su pariente, con el que mantenía un escaso trato pero por el que sentía especial predilección; para llegar a él deberá ganarse la confianza de la organización criminal que dirige (el dominio territorial entre ésta y otra banda y especialmente la ruptura de la tregua que mantenían ambas es la principal causa que revoluciona la ya de por sí compleja situación), destacando entre los integrantes de ésta Bangun (
Tio Pakusodewo, tan sobrio como sombrío) y su hijo Ucok (Arifin Putra, excepcional como suele serlo otro actor al que se asemeja mucho, Joseph Gordon), quienes dificultarán que las precisas directrices den los frutos deseados en la medida que se defiende con una identidad falsa entre corrupciones, celos, impaciencias, promesas vacías, traiciones y sospechas en una venganza que se va subjetivando cada vez más hasta no discernir claramente cuál es el camino a seguir en su afán de investigar (muy, exponiéndose en demasía) de cerca a sus objetivos.

Con una amplia diversidad de emplazamientos (plantaciones, vehículos, fosas, habitaciones, celdas, patios, almacenes, karaokes, estanques, clubs, discotecas, callejones, metros, fábricas, restaurantes, párquines, carreteras, garajes..), armas (escopetas, pistolas, puños tanto carnales como americanos, retretes, escobas, muros, cuchillos, piedras, rifles, maderas, mesas, sillas, ametralladoras, cristales, bates, machetes, bisturís, botellas, navajas, martillos, fogones, revólveres, corbatas, cinturones, puertas, estanterías, bidones, escaleras, bandejas..) y escenas de dureza extrema (la mayoría precedidas de un intercambio de desafiantes miradas que desembocan en luchas campales en las que se ven envueltos decenas de sujetos), las ubicaciones de la cámara (en lugares que se escapan a toda lógica e impactan sobremanera desde ángulos imposibles) transmiten tal genuinidad que no merece sino ser visionada, no siendo preciso para ello ser un amante de las artes marciales, las tonalidades alternativas o las sobreexposiciones de efectos especiales, pues esta tríada de aspectos está tan bien definida que no defraudará a nadie; todo lo que acontece en la trama coge empaque a medida que avanza y surge un largometraje con algo que contar, y además de una forma muy interesante a la par que impresionante, conformando un producto no imprescindible pero sí muy aconsejable en el que el antagonista por antomasia se descarta en virtud de un abanico de archienemigos a cada cual más resultante y carismático, y es que la frase inicial, “en realidad es una cuestión de ambición”, es una definitoria e imperiosa declaración de intenciones.


A los rostros ya conocidos (a excepción de aquellos que fallecieron en la anterior epopeya conflictiva) se unen otros igualmente importantes para el correcto devenir de la intríngulis y, en este sentido, la esperada aparición de Yayan Ruhian se hace esperar casi una hora pero es sin duda uno de los iconos de los dos filmes y por ende uno de los mayores reclamos, siendo por ello mayor el desencanto que genera su labor (amén de ser fugaz su labor se le humaniza de tal modo que pierde toda sustancia maquiavélica depositada en su figura anteriormente, al tiempo que se sacrifica su regreso en el futuro por la fatalidad del destino que le es deparado), algo contrarrestado por unos secundarios de lujo que infunden respeto (término al que se hace alusión muchas veces a lo largo de la película) y derrochan profesionalidad, repartiéndose entre todos (junto con los cientos de figurantes cuyo exclusivo propósito es el de recibir dolor y hacer que traspase la pantalla, siendo algunas reacciones algo exageradas); Gareth Evans se autoimpuso (por todos era sabido que, de llevarse a cabo una continuidad sería él mismo el encargado de proceder a ello) un listón tan alto que era impensable que pudiera alcanzarlo (superar la excelencia se debe presumir un acto de fe fuera del alcance del ser humano) de nuevo, pero así ha sido mayormente, y es que The raid 2 eleva la franquicia (ya se puede considerar así al haber visto la luz dos episodios y, sin duda, hacer lo propio más en un futuro próximo) a una épica del crimen en toda regla cuya comparativa resulta imposible al no poderse encontrar ningún título tan siquiera próximo a la calidad (en todos los aspectos, tanto interpretativos como técnicos, especialmente en lo concerniente al exquisito montaje del que hace gala, uno únicamente equiparable al del gran Quentin Tarantino en sus mejores tiempos, aquellos en los que contaba con la estimable ayuda de Sally Menke en dicha labor, la cual falleció en extrañas circunstancias a la temprana edad de los cincuenta y siete años hace menos de cuatro años) que ésta alberga sin repetir (apenas) situaciones, proponiendo otras más próximas al convencionalismo alternativo pero expandiendo el universo creado hasta convertirlo en un género particular en sí mismo.



Daniel Espinosa

 
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