Día 2 (Cryptshow Film Festival 2012) 25-04-2024 13:38 (UTC)
   
 

Área 407
(Dale Fabrigar y Everette Wallin, 2012)







Ficha técnica


Título original:
Tape 407
Año:
2012
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
87 min.
Género:
Ciencia ficción, Terror
Director:
Dale Fabrigar y Everette Wallin
Guión:
Robert Shepyer
Reparto:
Abigail Schrader, Samantha Lester, James Lyons, Melanie Lyons, Brendan Connor, Ken Garcia, Samantha Sloyan y Everette Wallin


Sinopsis


Los pasajeros de un vuelo experimentan una turbulencia severa; el ataque incesante hace que aumente el clima de pánico y terror entre ellos hasta que el avión se estrella en una remota reserva de pruebas del gobierno...



Crítica


Resulta preocupante (por no sentenciar totalmente incomprensible) cómo los aviones de última generación, en el marco del género apocalíptico de ficción, son propensos a estrellarse o, mejor expresado, a perder el planeo y terminar sucumbiendo ante la gravedad para dejar en clara desventaja al pasaje de abordo frente a la naturaleza, cuya normal voracidad es llevada al extremo en respuesta a las exigencias de la aventuras que tratarán de narrar a partir de entonces (el patetismo que en esta ocasión adoptan los lastimados alcanza cotas supremas); la terrorífica asunción citada es el posible reflejo de la caída de la poderosa tecnológica en una sociedad inmersa en la paranoia (magnificada a raíz de la catástrofe estadounidense de Las Torres Gemelas), recurso que como vertiente fílmica encuentra una infinidad de posibilidades visuales y conceptuales (la mayoría de ellas, además, tremendamente económicas) al tiempo que funciona como terrible recordatorio del propio desamparo vital pero que como premisa es constantemente desaprovechada y, es más, poco menos que denunciable debido a la inconsistencia con la que trata de desarrollarse (el desagrado alcanza su punto más álgido cuando, como en la presente, se hace cámara en mano fundamentando que debe ser así al tratarse de un material encontrado con posterioridad).


Puede que la imagen del fatídico atentado anteriormente mencionado, de tan impactante que resulta, simplemente haya quedado impregnada en el imaginario de guionistas y directores impresionables hasta convenir la imposibilidad (reforzada por la incapacidad) de emprender sus propias aventuras, limitándose a repetir infinitamente conceptos ya tratados con anterioridad, aceptando tornarse creadores tan poco talentosos que son incapaces de fabricar algo nuevo, fresco, retador o excitante (no es exigible que confluyan las cuatro deseables cualidades, pero al menos una sí debería cuanto menos vislumbrarse), firmando un producto destinado al sino al poco disfrute (como la mayoría) al suplicio (como en éste); todo el texto expuesto a modo de fugaz antesala situacional se traduce precisamente en el debut en la dirección de la dupla formada por Dale Fabrigar y Everette Wallin (éste segundo con una amplia y constatada experiencia en el terreno del cortometraje), y es así no solamente porque un avión siniestrado se antoje demasiado recurrente, sino porque la herencia se convierte desde un primer instante en una losa enorme, pesada e insalvable (para redondear la nefasta experiencia es recomendable visionarla en su horroroso, tanto o más que el apartado de maquillaje, que ya es decir al querer añadir queso a la supuesta sangre y emplear la mezcla a modo de condimento para pasta, doblaje al español, pues resulta increíble que este tipo de desastres idiomáticos se consientan aunque, la propia traducción del título ya deja entrever su inadecuación, ya que el original hace referencia a una cinta de vídeo y la traslación patria a una remota zona de experimentos gubernamentales).


Tras despegar de Nueva York rumbo a Los Ángeles teniendo prevista llevar a cabo una pequeña escala en Las Vegas, los pasajeros del Optima Air 37A (de todo ello informa una ridícula advertencia inicial acerca de la confidencialidad del material presentado como una recopilación de las grabaciones realizadas con las cámaras domésticas por parte de los presentes en dicho vuelo, siendo de hecho ésta el método para las oportunas presentaciones de las respectivas personalidades y los útiles accesorios que portan mediante improvisadas entrevistas) se disponen a efectuar la cuenta atrás para la celebración del Año Nuevo; segundos después de la demostración de los procedimientos de emergencia que las normas internacionales estipulan y apenas consumadas las maniobras de despegue surge un importante contratiempo (no en relación a los retrasos que habitualmente se dan) en la aeronave y ésta termina estrellándose, imprevisto al que solamente sobreviven Trish, Jessie, Jimmy, Laura, Charlie, Tom, Lois y Marshall (Samantha Lester, James Lyons, Melanie Lyons, Brendan Connor, Ken Garcia, Samantha Sloyan, Abigail Schrader y Everette Wallin respectivamente, a cada cual más lamentable), quienes deberán permanecer juntos para hacer frente a unas criaturas prehistóricas (una especie de impresentables dinosaurios de plástico) que ansían degustar entre sus fauces (o simplemente matarlos con sus garras, pues su metódico plan de caza consiste en atacarlos en solitario sin una finalidad claramente definida) las presas en las que se han convertido...


Convirtiéndose instantáneamente en un producto increíble (en la vertiente más peyorativa del término), el filme trata de circunscribirse (sin el menor éxito) en el género de terror con una disfunción irreparablemente impotente en cuestiones de manejo de la tensión y de las emociones, permaneciendo ajeno al sentido del ritmo y la progresión, siendo incapaz de generar expectación alguna y mucho menos despertar algún amago de inquietud (lo único que podría plantear es cuestionarse la por todos conocida incompetencia de las autoridades a la hora de auxiliar médicamente a los afectados en un accidente, algo que permanece en un muy lejano segundo plano y se difumina con el inconexo desenlace en el que se deja entrever que la ineptitud es premeditada); la estructura de la obra, formal y conceptual, no se sostiene por ningún lado, pues la larga lista de desatinos, de embustes y de errores de bulto hace que no merezca concederle crédito alguno, mas si sus flaquezas, que se cuentan por decenas (actores de tercera fila interpretando disparmente a personajes planos, tópicos que se suceden a ritmo tan vertiginoso como desorientativo, diálogos absurdos que dan lugar a discusiones sin fundamentaciones previas o posteriores, cortes nada planificados a los que suceden repetidos huecos, desprecios totales a las herramientas propias de la naturaleza, espacios físicos desaprovechados hasta la saciedad...), así lo solicitan, poca defensa puede no encontrarse sino tan siquiera originar, por no mencionar que el cartel promocional guarda una sospechosa y enorme similitud (de hecho es prácticamente idéntico exceptuando el fondo) con el de Diary of the dead de George Romero.


Absurda, previsible, irritante, exasperante e irremediablemente aburrida, la película podría haberse convertido simplemente en una mala producción, pero superando el auténtico desastre es la nada más absoluta en la que cada minuto es más insoportable que el anterior, un vértigo metafísico de antimateria que, además de ofuscar profundamente en todos los aspectos al espectador, trata de engañarlo burdamente con desquiciantes giros de guión (el más denunciable tal vez sea la aparición repentina e inexplicable de una caja de provisiones en una casa abandonada, una mágica ayuda salvadora cuyo único propósito es el de alargar agónicamente la trama); Área 407 es, en definitiva, un trabajo que no debe gozar de la posibilidad de circular por cualquiera de los cuantiosos medios de difusión existentes en la actualidad (de hecho lo más agradecible hubiese sido su no filmación, y mucho menos haberse proyectado en un certamen de cine tan prestigioso como el Sitges Film Festival 2012, ni tan siquiera en la maratón nocturna en la que lo hizo), pues ello implica que algunos pobres le concedan un visionado, lo cual no se traduce en más que en una transitoria e insultante pérdida de tiempo.




Daniel Espinosa

Dancing dogs
(Anna Nemyrovy, Charbel Bou y Giovanni Smets, 2012)


Dancing dogs




Ficha técnica


Título original:
Dancing dogs
Año:
2012
Nacionalidad:
España
Duración:
89 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Anna Nemyrovy, Charbel Bou y Giovanni Smets
Guión:
Anna Nemyrovy, Charbel Bou y Giovanni Smets
Reparto:
Sarah Shaw, Gabriela Spunt, Jo Arpin y Andrés Mercado


Sinopsis


Dos hermanas, Lily y River, se reencuentran a raíz de la muerte de su tercera hermana; la última voluntad de ésta fue que esparcieran sus cenizas en una playa donde pasaron los mejores momentos de su niñez. Buscando el lugar son secuestradas por una profesora de ballet perturbada que las obliga a preparar un espectáculo llevándolas al límite.



Crítica


Englobada dentro del fuerte apoyo que la ciudad de Sitges (concretamente el Sitges Film Festival 2012) está brindando a nuevos talentos para potenciar sus prometedores dotes (tanto directivas como interpretativas), Dancing dogs puede presumir de haber gozado de un estreno idílico en el marco del citado certamen horas antes de que éste se inaugurara oficialmente, por lo que la promoción ofrecida y la confianza depositada en el equipo responsable en aras de propiciar una difusión relativamente importante (fácilmente de ningún otro modo la hubiera tenido) ha posibilitado el visionado de dicho trabajo; así, Anna Nemyrorvy, Charbel Bou Antoun y Giovanni Smets, provenientes del centro de formación de estudios cinematográficos ubicado en Sitges Afilm, debutan tras las cámaras demostrando la futura cristalización que de buen seguro experimentarán en un futuro muy próximo, pues el alarde de talento que protagonizan es de considerable mérito (no obstante, éste queda fuertemente mermado por la dificultosa consecución del filme).


Lily (Sarah Shaw, modélica en apariencia física y muy completa actoralmente) y River (Gabriela Spunt, inentendible cuando se expresa en castellano pero convincente en su totalidad), dos hermanas compungidas por la reciente pérdida de una tercera, se embarcan en un viaje incierto con el propósito de satisfacer la última voluntad de la difunta consistente en esparcir sus restos por la playa que tanto rememoraba y en la que las tres compartieron cuantiosos momentos en la ya lejana niñez, cuya localización concreta desconocen; es por ello que se dirigen a Sitges, ciudad profundamente rural y peligrosa (nada más lejos de la realidad, pero así es mostrada en la historia) que transitan siguiendo las indicaciones que la desaparecida les proporcionó escrituralmente en sus últimos días de vida sabedora de su inminente partida digamos infinita.


La situación se torna insostenible cuando son secuestradas por Elizabeta (Jo Arpin, correcta salvo en el tramo final, en el cual desvaría sobremanera), una antigua profesora de danza clásica cuya perturbación mental la exige comportarse de manera obscena y salvaje en relación a las recién llegadas (éstas se albergan en el teatro en el que reside la extraña como consecuencia de la desorientación), a las que presiona para que escenifiquen un espectáculo llevando al límite su resistencia física y emocional, labor a la que la ayudará servicialmente su anormal hijo Íñigo (Andrés Mercado, totalmente fuera de lugar desde el primer instante, cargante y ofuscador); las jóvenes se verán obligadas a colaborar con Elizabeta y luchar para sobrevivir al tormento que las depara el destino mientras son adiestradas cual animal salvaje con la intención, por parte de la macabra maestra improvisada, de bordar la obra que urde para así evitar que clausuren definitivamente el edificio destinado a su cotidianeidad personal y profesional (ésta es la fundamentación expuesta, aunque no se esclarezca claramente).


Los reconocibles emplazamientos emblemáticos de la ciudad de Sitges (entre ellos el teatro reconvertido en cine Prado, en el que acontece gran parte de la trama), la formidable premisa de la que parte la historia (la danza se convierte en tormento en un mundo extremadamente cruel y competitivo, en el cual los habitantes padecen el desvanecimiento de sus sueños) y las genuinas caracterizaciones (todas ellas sumergidas en un océano de melancolía y locura) resultan gratificantes pero, aunque el primer tercio de película pueda incluso definirse como original, el resto peca de obvias referencias fílmicas (especialmente insufribles y contradictorias a raíz del citado secuestro de las dos chicas), propiciando que la propuesta se torne recurrente y, en último término, artificialmente inadecuada (hecho al que el conjunto de actores seleccionados perjudica en gran medida, pues salvo las dos protagonistas que logran alcanzar un nivel más que decente, los demás integrantes resultan deficientes).


Presentando innumerables carencias y errores ejemplificados constantemente en inaceptables planos (desubicados e informales) y desaprovechamiento de los recursos (la escopeta que sirve de arma de fuego amenazante muestra su plastificación alarmantemente), los directores no consiguen convencer técnicamente en ningún aspecto, ya que si bien el pulquérrimo presupuesto del filme no permite consumar la laboriosidad pretendida, la fluidez de la trama apenas acontece, hecho que sí es imperdonable de cualquier modo sin importar los medios de los que se dispongan ni mucho menos desmerecer la recurrencia emocional.




Daniel Espinosa

Insensibles
(Juan Carlos Medina, 2012)


Insensibles




Ficha técnica


Título original:
Insensibles
Año:
2012
Nacionalidad:
España, Francia
Duración:
90 min.
Género:
Fantástico, Terror
Director:
Juan Carlos Medina
Guión:
Juan Carlos Medina y Luiso Berdejo
Reparto:
Alex Brendemühl, Tomas Lemarquis, Irene Montala, Silvia Bel, Bea Segura, Juan Diego, Félix Gómez, Richard Felix y Joan Carreras


Sinopsis


La vida de David, un prestigioso neurocirujano, está a punto de cambiar, pues para poder sobrevivir a un trágico accidente debe buscar un trasplante de médula lo antes posible, para lo cual se ve en la obligación de encontrar a sus progenitores; en plena búsqueda el pasado se cruzará en su camino y le hará cambiar irremediablemente para siempre.



Crítica


El debutante Juan Carlos Medina, que hasta el momento solamente había firmado el cortometraje Mauvais jour, dirige Insensibles, película española en la que han participado también productoras de origen francés y portugués, viéndose involucrados los productores responsables del título de culto Amer y un reparto tan internacional como mejorables resultan sus interpretaciones; para su debut cinematográfico, el director ha empleado multitud de influencias (para trabajar el elemento histórico de crítica social se fijó en el cine de Costa Gavras, para el elemento malsano que predomina en la trama en David Cronenberg...), reconociendo y quedando patente que el sentido estético que pretende infundir al filme es muy próximo al de la Europa del este, recogiendo la incomodidad y las atmósferas turbias y estilizadas de algunos directores contemporáneos como David Fincher, influjos que le clarifican la metodología para suscitar (aunque no termine de consumarse completamente al entorpecerse la mezcla de géneros, ninguno de ellos aprovechado como fuera preciso) una especie memoria histórica fílmica.


Mezclando la realidad que rodea la sociedad contemporánea con la España de la Guerra Civil y la postguerra, la cinta se construye sobre un ritmo exponencialmente creciente y galopante, contando asimismo con un guión (elaborado por el prestigioso guionista de la soberbia [Rec], Luiso Berdejo, y el propio Juan Carlos Medina) repleto de misterio y giros que, no obstante, solamente encandila los primeros minutos, pues tras éstos la rutina visual y el acomodamiento secuencial generan cierto sopor, letargo que ve incrementados sus negativos efectos a causa de la tediosa lengua con la que está narrada la historia (el catalán cerrado que se emplea es de tan difícil comprensión en ciertos compases que es preciso recurrir a los subtítulos para descifrar los diálogos); la maestría que rezuma de cada una de las escenas contrarresta con la insufrible parsimonia con la que acontecen los hechos, inicialmente interesantes y finalmente aborrecibles, sucesos que lejos de ir captando la atención del público lo van alejando de la producci
ón paulatina e irremediablemente.

Tras un fatídico accidente, David (Alex Brendemühl, elegante aunque excesivamente impasible), un prestigioso neurocirujano que disfruta de una vida placentera junto a su mujer, es sometido a una serie de pruebas que le revelan el padecimiento de un cáncer cuya única solución reside en el trasplante de médula por parte de un familiar directo que se ofrezca voluntario; en aras de encontrar a la persona que le satisfaga el enorme favor transmisor acude a sus padres, quienes le confiesan haberle adoptado y desconocer el paradero de sus progenitores, noticia que crea desconfianza y cierto nerviosismo en David, pues la confesión se realiza con sumo secretismo y gran repercusi
ón (cuanto menos al principio).

La historia oculta tras la mentira, arraigada en un pasado de silencio y de misterio, pronto comenzará a ver la luz, derivando su búsqueda familiar en la época bélica acontecida durante la Guerra Civil en la que nació un grupo de extraños y peligrosos niños con la curiosa peculiaridad de ser insensibles ante cualquier dolor físico; lejos de ser un don, ésta característica implicaba un riesgo social importante, pues tal insensibilidad provocaba agresividad en los pacientes, que llegaban a automutilarse (agresiones propias que estremecen al ser plasmadas explícitamente en la cinta, así como las desmesuradas medidas que adoptaban los adultos en detrimento de la libertad de los pequeños) y terminaban volviéndose locos, motivo por el cual fueron encerrados en celdas individuales de máxima seguridad en las que permanecieron aislados hasta que Berkano (Tomas Lemarquis, fácilmente temible), uno de los elegidos para contraer tan singular poder, logró adueñarse del lugar e imponer sus propias normas, propiciando un caos colectivo que se extendió durante varias generaciones implacable y peligrosamente.


Partiendo, como también ocurría en Agnosia (sospechosamente los productores de ambas son los mismos), de los conocidos efectos que provoca la poco común enfermedad conocida como el Síndrome de Nishida, caracterizada porque aquellos que la sufren no sienten ni padecen nada ante cualquier dolor físico que se les infrinja, Juan Carlos Medina desaprovecha tal premisa y se adentra en un conflicto bélico que no debería (ni de hecho lo hace) guardar tanta relación con la trama principal, pues las vinculaciones que entre ambos campos se gestan así lo determinan; dos historias diferentes que se cruzan en un punto y acaban siendo una sola, un pasado (protagonizado magistralmente por dos j
óvenes actores de escaso renombre pero infinito talento) y un presente que convergen en un dramático conflicto psicológico situado en Cataluña contando hechos históricos situados en la década de los años sesenta que salpican el presente, una historia donde los misterios y la intriga no pasan desapercibidos, todo ello define a la perfección el ideal de la propuesta y, a pesar de cumplir las expectativas en muchos de los apartados que la componen (especialmente el audiovisual, contundente y violentamente directo), otros tantos no se adecúan a las exigencias de la obra y, por ende, la dotan de un alto grado de desagrado e insolvencia, siendo el principal error la ya comentada lentitud narrativa empleada.


Daniel Espinosa




 
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