Zombie massacre 21-11-2024 10:45 (UTC)
   
 

Zombie massacre
(Luca Boni y Marco Ristori, 2013)


Zombie massacre




Ficha técnica


Título original:
Apocalypse Z
Año:
2013
Nacionalidad:
Italia
Duración:
86 min.
Género:
Acción, Terror
Director:
Luca Boni y Marco Ristori
Guión:
Luca Boni y Marco Ristori
Reparto:
Uwe Boll, Tara Cardinal, Ivy Marshall, Carl Wharton, Jon Campling, Christian Boeving, Mike Mitchell, Carl Wharton y Daniel Vivian


Sinopsis


Una central nuclear situada en una ciudad cuya población alcanza los cinco millones de habitantes explota liberando una sustancia radiactiva que convierte a su población en desfigurados zombies; el ejército tendrá que intentar evitar a toda costa que escapen del perímetro de seguridad.



Crítica


Seguramente la sola mención de Uwe Boll provocará en los aficionados al cine de terror un castañeo en los dientes y a los de los videojuegos que se les caigan definitivamente, y es que este señor es responsable de adaptaciones a la gran pantalla de juegos tan famosos como Alone in the dark y House of the dead, las cuales no conviene entrar a valorar pero que posiblemente no sean santo de devoción de dichos seguidores (solamente mencionar al respecto que mientras que la primera no se alejaba del típico thriller falto de un guión sólido la segunda suscitaba tanto bochorno como divertimento); Zombie massacre (un juego muy similar al clásico Doom de los años noventa) es la nueva adquisición del autor, quien en este caso solo ejerce de productor (hecho que se traduce en un alivio considerable para las desgastadas neuronas de la inmensa mayoría de espectadores), siendo los responsables de llevar al celuloide el proyecto Luca Boni y Marco Ristori, dupla italiana que realizó la menospreciada Eaters dos años atrás, una película que deambulaba, al igual que ésta, por el desgastado pero atractivo género de los infectados (o llámese como se desee, pues éstos reciben tantas catalogaciones diferentes que resulta imposible determinar una genérica), siendo la denunciable retahíla de comentarios gastronómicos y machistas que se da en el primer cuarto de metraje el preludio de lo que será con posterioridad el producto en su conjunto, una irreverente sucesión de guasas muy mal traídas (el mensaje de un Presidente de los Estados Unidos pasado de vueltas deja en entredicho el respeto patriótico del que siempre han presumido con mucho orgullo los estadounidenses).


El filme que ocupa presenta una historia muy tópica que no ofrece nada nuevo bajo el sol, pues el argumento (a pesar de lo que el adelanto promocional pudiera hacer pensar) se limita a recoger lo que otras cintas de semejante índole ya hicieran en su momento (de hecho ésta era conocida en un primer momento como World war Z, título que se vieron obligados a modificar a causa del lanzamiento del trabajo homónimo con el que guarda más similitudes que la propia nomenclatura protagonizado por Brad Pitt), no siendo en ningún caso el bajo presupuesto dispuesto una excusa explicativa a semejante cúmulo de despropósitos, y es que con parecida (o incluso menor) cantidad dineraria se han logrado realizar metrajes que nada tienen que envidiar a gran superproducciones; siguiendo en esta línea de reproches, la tediosa neblina que entorpece la visión (qué manía con confundir sobreexplotación con adecuación en cuanto a atmósferas tenebrosas se refiere) y el énfasis en mostrar con primeros planos los rostros de los no muertos (puramente cómicos, en especial la especie de Némesis de Resident Evil que sirve como parte del cartel promocional aun apareciendo en el minuto setenta y nueve y solamente durante unos pocos segundos muriendo precipitada y ridículamente) no hace sino corroborar el ridículo criterio por el que se ha regido la dupla direccional, convirtiendo la propuesta en una vergüenza zombie
de gigantesco tamaño disfrazada de holocausto nuclear.

La sede del gobierno estadounidense ubicada en la pequeña (aún así alcanza los cinco millones de habitantes) ciudad rumana de Rojznov, recientemente puesta en cuarentena sellándose las aguas subterráneas una vez disipada la nube de toxicidad que provocó la explosión de una central nuclear liberando una sustancia radioactiva que convirtió a los residentes en desfigurados monstruos, planea reducir a cenizas el lugar reclutando mediante el consejo del General Carter (Carl Wharton, alterna momentos de lucidez con otros de decadencia extrema) a un comando de élite comandado por el teniente con dotes de líder natural Jack Stone (Christian Boeving, odioso como pocos actores), el infalible francotirador Dragan Ilich (Daniel Vivian, por suerte será el primero en sucumbir), la letal en el cuerpo a cuerpo Eden Shizaka (Tara Cardinal, cual ninja al que encarna pasa desapercibida y cuando trata de destacar no despierta empatía sino animadversión) y el experto en explosivos John McKellen (Mike Mitchell, la uña del pulgar de su mano derecha da tanto grima como su supuesto talento), quienes recibirán una suculenta recompensa (dos millones de dólares cada uno de ellos) si la empresa que les es encomendada es llevada a buen puerto, tarea que el cuarteto presume sencilla al limitarse a colocar una bomba atómica para hacer estallar una planta de energía y exterminar toda señal de muerte (normalmente debería indicarse precisamente lo contrario pero al tratarse de caminantes...) para que todo parezca un terrible accidente y no una descomunal negligencia gubernamental; mientras el ejército intenta contener a los indeseables evitando que escapen del perímetro de seguridad (la situación pronto de les va de las manos y el desborde propicia que no pretendan más que seguir con vida), el grupo de mercenarios comprueba que escapar antes de la explosión que están a punto de provocar les resultará imposible, y es que descubren que el explosivo que deben hacer detonar está soldado al vehículo con el cual han viajado hasta la zona infectada, algo a lo que el encuentro con la hija del toxicólogo que inició la guerra bacteriológica Samantha Neumann (Ivy Marshall, puede que el único miembro del equipo actoral salvable del filme) en una de las celdas del departamento policial que visitan y la revelación de ésta de que no se trata de un virus sino se una citotoxina segregada por un organismo microbiótico sintetizado en un laboratorio elaborada para salvar vidas pero empleada para destruirlas por quienes financiaron el proyecto aprovechándose del irreparable efecto secundario de actuar sobre los tejidos cerebrales destruyendo cualquier capacidad de los conectores nerviosos que controlan el aumento de la ferocidad alcanzando ésta niveles exponenciales amén de la degeneración física potmortem (larga explicación que se antoja oportuno incluirla en la crítica al ser una de las pocas cosas tratadas de explicar con cierto rigor) no ayuda precisamente a la hora de tener esperanzas, las cuales después hallan en el simple y llano deseo de ajusticiar a quien les contrató.


Aunque por todo lo expuesto parezca mentira, el maquillaje de algunos caminantes es, junto con la banda sonora tanto del prólogo como de los títulos de crédito, el mejor aliciente de un filme tan desastroso como lo son los actores seleccionados para interpretar los respectivos personajes, pudiéndose salvar solamente la breve e inesperada aparición de corte cuasi erótico de uno de ellos (su rostro será muy posiblemente el único reconocido por una multitud medianamente grande al tratarse del mencionado director reconvertido a productor para la ocasión) en el desinhibido epílogo, el cual proporciona al menos cierta diversión al respetable durante escasos segundos (estimar si son minutos queda fuera del alcance de uno al desconectar inmediatamente); lo peor, amén de todo lo señalado hasta aquí, es la antítesis de la ya citada genial Eaters al estar rodada de forma precaria (la primera media hora promete emociones fuertes pero una insoportable penosidad acontece, en especial en cuanto a gestos faciales de las criaturas se refiere), con poca (y mala) acción y descuidando de manera descarada lo que hiciera grande al anterior filme de los italianos, las curiosas caracterizaciones que circulan con total pena y absoluta gloria por la pantalla a pesar de que algunas de ellas protagonicen escenas destacables dentro de tanto componente desechable (el mercenario con aspecto de actor de cine para adultos reventándole el cráneo a una niña ya convertida con un bate de beisbol impactará a los menos acostumbrados a salvajadas varias aun siendo
ésta descafeinada).

Parece ser que para Uwe Boll (el nombre propio de la película sin lugar a duda) el esfuerzo de rodar cintas una tras otra, a cual más infame, se ha acabado convirtiendo en toda una escuela de cine de la que bien es cierto que ha sabido aprovechar todo lo posible firmando paulatinamente en los últimos años, transitando entre lo más que decente y lo bastante bueno (ejemplos de ello son Asesinos múltiples, Darfur y Rampage) con disposición considerablemente menor a la de otros (véase Paul W.S.Anderson y Marcus Nispel), el problema reside en que el único que tiene la fórmula mágica para lograr tal proeza es él, y cabe recordar que los directores de Zombie massacre son Luca Boni y Marco Ristori, así que todo está dicho; la propuesta, de naturaleza transitoria desde su propia concepción, cuenta con una presentación de los personajes casi tan delirante como los inexpresivos actores que los interpretan, siendo el conjunto barato, demasiado simple (aunque no aspire a nada) y direccionalmente penosa (el nefasto montaje llama poderosa y negativamente la atención), por lo que es exclusivamente recomendable (y a duras penas) para fans de las producciones de serie zeta que no pretendan tomársela en serio, el resto corren seriamente el riesgo de no permanecer viéndola hasta el insultantemente torpe final.



Daniel Espinosa

 
 
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