- La claqueta metálica 13-05-2024 12:58 (UTC)
   
 

 “La claqueta metálica”, de Gore Gamboa



La claqueta metálica



Con una contundente declaración de intenciones desde la propia portada de la obra (precisamente la ilustración visual de lo que el titulo anuncia, una claqueta metálica), en la que se lee
por primera vez la sugerente propuesta que paulatinamente se desarrollará (poner al alcance de todos los secretos del guión cinematográfico), el autor inicia su dinámica sucesión de ideas transferidas directamente de la mente de la inimitable personalidad a la que entrevista con diez argumentos que convierten en recomendable el tomo, haciendo en ellos alusión a conceptos tan importantes como creatividad, imaginación, motivación y humor, términos que debieran confluir para dar como resultado las bases escriturales de una producción mediana o incluso altamente atrayente, diferencial de otras tantas atendiendo a que el actual mercado del séptimo arte es tan extenso como redundante (en muchas ocasiones por obligación expresa al diferir los deseos propios de las imposiciones comerciales, primando en tal caso el objetivo dinerario); el siguiente punto se centra en una breve nota de advertencia a modo de carta de presentación, apenas tres párrafos que bastan para apreciar que la comicidad (y la complicidad) estará presente a lo largo de todo el viaje, escueta hoja a doble cara a la que sigue un prólogo firmado por el tildado de productor multifunción Francesc Aguilar siguiendo la misma línea de recepción y bienvenida y, enlazando la información que más adelante se encuentra, el preludio de la única obra que la ley vigente permite que salga a la luz pública sin dañar el derecho a la imagen de Hidalgo Porras, quien fue visto por última vez en el ya lejano año dos mil once y, con misterio (tal vez idóneo) e inmediatez, desapareció de la faz de la Tierra tras discutir acaloradamente en un lujoso restaurante de la costa catalana a altas horas de la noche catalana según afirman dos testigos oculares, un extraño suceso que convierte a este compendio, divertido a la par que irreverente, tan práctico como disparatado, en una oportunidad ideal de gozar, a partir de una inteligente división en tres segmentos (a cada cual más aconsejable, cuyas propicias nomenclaturas son “Entrevista con el bandido”, “Cosas que nunca te dije sobrio” y “You’ll never walk alone”), de las benditas locuras de una figura sin igual con una envidiable faceta camaleónica para adaptarse a cualquier circunstancia posible.

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Amén del entretenimiento que se desprende de las palabras de Hidalgo Porras, ayudante de dirección, montador, guionista, productor y director nacido en la localidad cordobesa de Espejo (aunque posteriormente se mudara a Guinea en la actualidad reside de nuevo en España disfrutando de su merecida jubilación) objeto del presente volumen biográfico (ante todo se trata de ello, pese a que pueda llegar a confundir la estrategia de alternar la entrevista principal con educativos contenidos (in)formativos), la publicación contiene un sinfín de frases para la posteridad, reflexivas (“es nuestra actitud la que en el desarrollo de una tarea compleja determina su éxito o fracaso”), desternillantes (“aquello era lo más parecido a un aeropuerto con huelga de controladores”), reminiscentes (“hay tres maneras de hacer las cosas, la correcta, la incorrecta y la mía”), sinceras (“para mí el cine son cuatrocientas butacas que llenar”), reveladoras (“a nosotros nos contrataban con planes concretos, la mayoría de las veces personas supuestamente ricas y desequilibradas que no sabían en qué malgastar su fortuna”), filosóficas (“la sola existencia es la aventura original”), advertidoras (“los estudiantes deben despertar, no deben comportarse como marionetas autómatas”), sugerentes (“la gente no sabrá nunca la de hermosas nalgas turgentes y de tetas gordas que se han quedado por el camino”), inspiradoras (“tenemos mucho tiempo por delante para crear los sueños que aún ni siquiera imaginamos soñar”), reflexivas (“en el momento presente es considerablemente más fácil hacer que una persona arda o vuele por los aires”), sabias (“hay que elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos”), autocríticas (“creo que mi mayor mérito en la vida es que no me hayan partido nunca la cara a pesar de mi enorme bocaza”), machistas (“podrán explicarme científicamente mil veces que la mujer es más inteligente que el hombre, sin embargo, estos ojos nunca han visto ni verán a un hombre que se abotone la camisa por la espalda”), satíricas (“ahora para recuperar el tiempo invertido en mis locuras y como está comprobado que las señoras son más longevas que nosotros, el año que viene pienso travestirme en mujer fatal para seducir a la muerte”), desgarradoras (“soledad e infierno se postulan demasiado a menudo como sinónimos de una misma palabra”), lapidarias (“las muertes épicas siembran los cementerios de los valientes”), meditativas (“es complicado hablar de influencias en estos tiempos de postmodernismo donde se justifica el plagio irrespetuoso con el homenaje”), ácidas (“hay que ser prudente sobre a quién tomas como maestro ya que he visto truños de ciervos más lustrosos que la labor artística de muchos supuestos profesionales”), históricas (“entonces o hacías una película que apoyaba el antifranquismo o eras un paria, que no valías ni para dar sombra”), reiterativas (“no expliques con palabras lo que puedes argumentar con imágenes”), ateas (“mi tarea básicamente consiste en rezar diez padrenuestros y tres avemarías porque, por si no lo sabes, Dios es un rencoroso hijo de mil perras sarnosas al que hay que tener contento”) y un largo etcétera en cuanto a índoles de refiere, siendo los ejemplos citados relevantes en cuanto a resultar muy orientativos.

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Asimismo, la citada sucesión de enseñanzas mediante las cuales la obra recoge diferentes apartados dedicados a los más variados campos relacionados con la intríngulis subyacente para iniciarse en la materia desde las mismas bases de ésta a modo de existenciales memorias personales comprende claves fundamentales (consejos para elaborar un escrito coherente y valioso), cuestiones básicas (el significado de guión literario, construcción dramática, escena, secuencia, toma, plano, plano secuencia, acción interna y profundidad de campo, así como la escala de los principales planos, tanto de forma explicativa como visual), géneros elementales (las características de las tipologías documental, comedia, adolescente, negro, thriller, western, dama, romántico, bélico, road movie, terror, fantástico, ciencia ficción, musical, acción y el sinfín de subcategorías y combinaciones derivadas de ellas), coherencias estructurales (los pilares que debe respetar la tríada composicional planteamiento, nudo y desenlace), argumentos universales (son concretamente veintitrés los más recurridos, búsqueda de tesoros, regreso al hogar, huida del hogar, fundación de una nueva patria, intruso benefactor, intruso destructor, venganza, mártir y tirano, contraste entre lo viejo y lo nuevo, amor voluble y cambiante, amor redentor, amor prohibido, mujer adúltera, seductor, impulso destructor, ascensión por el amor, ansia de poder, pacto con el diablo, ser desdoblado, autoconocimiento, interior del laberinto, creación de vida artificial y descenso a los infiernos), adaptaciones de una novela (directrices para convertir el texto en imágenes e ilustrar los cambios internos de los personajes sin obviar los elementos estáticos), etapas del guión (la matización de seis sencillos pasos y las piezas imprescindibles superobjetivo temático, supraidea, storyline, sinopsis y tratamiento cinematográfico), elementos esenciales (decorado, actores, accesorios, vestuario, iluminación, sonido y, una vez contemplados los mismos, la bifurcación hacia la técnica de la escaleta o de la carpeta de personajes), clasificaciones de personajes (principales, secundarios y menores y sus respectivas subclases), creaciones de personajes (facetas, caracterizaciones, pluralidad, identificaciones, diálogos y consejos al respecto), equipos de trabajo (de producción, de dirección, de iluminación y de cámara de arte) y formalismos (la diversidad de formatos escriturales y las mínimas reglas generales a respetar), comprimiendo en sólo diez puntos en último término dicha primera parte para auxiliar en caso de que el muy temido bloqueo del en cualquier caso genuino escritor surja.

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Diez guiones completos (no cabe detallar nada de ellos e instar a dejarse absorber profundamente por su calidad global e individual) de otras tantas cintas de corta duración internacionales (la japonesa “Siempre” de Hayashi Tsunetomo, la húngara “La duda” de Ervin Mészáros, la danesa “Un final feliz” de Alf Grundtvig, la griega “Regresar al pasado” de Costas Castoriadis, la italiana “Vuestras caras sucias” de Francesco Bobbio, la rumana “En mi casa” de Constantin Blaga, la rusa “La psicóloga” de Pável Odoyevski, la australiana “La noche que olvidé despertar” de Peter Greer, la francesa “Buen viaje” de Jacques Brabant y la noriega “Vacío interior” de Arne Pedersen, junto con sus respectivas síntesis de sendas clases magistrales facilitadas por los estudiantes que tuvieron la oportunidad de asistir a tan singulares ponencias (en efecto, se trata de adaptaciones de las versiones originales a un lenguaje más coloquial para una mayor comprensión por parte de ellos), componen una segunda sección extraída de clases magistrales, cursos y talleres impartidos por el nombre propio del libro, refutando la comprensión de cuán complicada es la tarea que se analiza y examina con detenimiento, no siendo necesario, como ya se ha especificado anteriormente, diseccionar las historias al tratarse de un gran atractivo para adquirir el producto y, por ende, un valioso sumatorio que bien merece respetarse sin profundizar.

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Sirven de antesala y conclusivo epílogo a una irremediable despedida cinco escritos, los del controlador de calidad Oscar Segura con “Rebobinando VHS” reflexionando acerca de las constantes referencias de los cinéfilos, del experto en bandas sonoras Jaume Chavarria con “Lápiz y papel” trazando símiles con fechas pasadas, del fiscal cinematográfico Daniel Mayor con “La butaca vacía” anhelando sentimientos que no logra renovar, del pacificador hertziano Ramón Mayor con “Este es el sitio ideal” ensalzando el don de ajusticiar la ardua labor entre bambalinas y de la sobrasada mecánica Joan Rapinya con “Mi nombre es Joan de Son Rapinya” poniendo de manifiesto la desproporcionada baja temperatura que presentan las salas de cine incluso en invierno, a los que siguen una breve filmografía del gran protagonista, Hidalgo María Porras Gómez (no está de más citarlo por enésima vez, siendo ahora concisos en su extensión), los inestimables agradecimientos de Gore Gamboa y un último detalle, una serie de recursos recomendados para seguir avanzando complementarios a las referencias, los enlaces y los programas que van mencionándose en una formativa lectura en la que los consejos y directrices no encuentran límites, ni tan siquiera en las líneas que ocupan, sino que trascienden más allá de las más de doscientas hojas que comprende el volumen objeto de la presente crónica para situarse en un plano mucho más servible sin destinarse a un sector concreto, todo lo contrario, al más amplio y plural concebible.

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La única polémica que pudiera desembocar en comentarios negativos se encuentra en el lenguaje, simpático para unos y soez para otros (posiblemente muy próximo a la censura más extremista, sugiriendo de hecho en contadas ocasiones el artífice de tan singular novela descartar algunas expresiones y opiniones) del que hace gala el mencionado profesional multifuncional, políticamente incorrecto e irreverente, criticando no solamente muchos de los aspectos de la industria cinematográfica sino también a compañeros con los que en su momento compartió labores fílmicas (“era una actriz maravillosa aunque le olía  la boca a vieja cosa mala”, “ese disléxico de la vida tuvo la suerte de que me callé como una cortesana de saldo”...), ya que no ofende quien quiere sino quien puede y optando por atacar en lugar de argumentar nadie merece (por mucha razón que pudiera tener) tan siquiera un mínimo respaldo (acentuando dicha crítica más si cabe el hecho de solicitar respeto y reconocimiento en varios compases, una postura cuanto menos egoísta al no desear ni defender lo mismo para los demás), no abundando (por suerte) dichas palabras malsonantes hacia quienes considera profundas enemistades del pasado, profiriendo las existentes sin filtro cual oración interiorizada, un rasgo del ecuatoguineano rescatado del olvido (sino del anonimato para muchos) que denota cierto resentimiento hacia él mismo, abriendo en cualquier caso algo más que su corazón para repasar más que su trayectoria su existencia, fructífera (en el más amplio sentido de la palabra) donde las haya, un minúsculo debate del tomo que no le resta exquisitez al aunar conocimientos, anécdotas y, sobre todo, experiencia; poco más cabe añadir en estos humildes párrafos salvo el deseo de dedicar estas últimas palabras a su responsable, Gore Gamboa (si en líneas pasadas se recurría a la repetición del nombre del entrevistado no lo iba a ser menos el del entrevistador), para decirle (o mejor expresado, escribirle) que un regalo contrae emociones, sentimientos que quien lo ofrece quiere transmitir a aquel que lo recibe y el detalle del mismo con un servidor al proporcionar un ejemplar (estimable dedicatoria incluida) no hace sino acentuar la pasión que uno ya sentía por esta vertiente del séptimo arte que es la literatura y el afán de seguir apostando por nombres posiblemente desapercibidos pero, sin duda, destacables y merecedores de toda difusión, por lo que resta finalizar el análisis con un término de gratitud aplicable a cada segundo invertido en esta imperdible lectura, (millones de) gracias.

Daniel Espinosa

 
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