Día 6 (Sitges Film Festival 2018) 05-05-2024 23:20 (UTC)
   
 

Dead Night
(Brad Baruh, 2017)






Ficha técnica

Título original: Dead night
Año: 2017
Nacionalidad: EEUU
Duración: 76 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Brad Baruh
Guión: Brad Baruh
Reparto: James Bartz, Mikie Beatty, Shauna Case, Jagger Chase, Gina Comparetto, Barbara Crampton, Kay Darcy, Sophie Dalah, Brea Grant, Alison Haislip, Joshua Hinson, Joshua Hoffman, Sharon Lubin, Elise Luthman, Keana Marie, Sky Soleil, Alexander Ward y Chase Williamson


Sinopsis

Una madre pierde su cordura y desencadena una serie de asesinatos...


Valoración

Lo mejor: la fórmula para relatar la historia sorprende e impacta a partes iguales valiéndose, lejos de genéricas estructuras, de dos perspectivas muy diferentes para evidenciar cuánto se puede distorsionar (sino manipular) la realidad a base de ficticias recreaciones e interesados testimonios con un montaje muy particular que generará disparidad de opiniones en cuanto a valía se refiere, resultando una mezcla de Almost human, Hatchet y La cosa juzgando, respectivamente, atmósfera, sadismo e infestación; la siniestra raza que habita en los frondosos y gélidos bosques y su ancestral ritual de regeneración, un desafío para los sentidos que maravilla aunque no todo el mundo lo apreciará así por la precariedad visual (en comparación con producciones de mayor presupuesto) con la que se plasma, tratándose de un descuidado aspecto cuya razón de ser se haya en un alegato tan rústico como el hogar que sirve de epicentro de la acción; la leyenda de la asesina en serie “madre hacha” forjada a raíz del episodio del programa televiso “Inside crime”, una de tantas ocurrencias (conviene destacar también la mordaz publicidad electoral emitida durante el citado espacio criminológico y el curativo depósito de óxido de hierro que subyace bajo la morada empleada cual retiro espiritual) que hacen presagiar que una secuela (en absoluto se descarta la idea a tenor de la microescena de tras de los créditos) podría expandir más tan prometedor, visceral e inquietante universo.

Lo peor: la incomprensible pasividad adoptada ante la licencia de autoinvitación de cierta candidata al gobierno encarnada por la célebre Barbara Crampton que, sobreactuando para la ocasión (como el guión la exige), termina convirtiéndose en la gran atracción de este parque de terror creado por Brad Baruh, siendo desquiciante para el resto de personajes e inolvidable para el espectador; el anticipo del desenlace de la trama apenas iniciada la película ya que, pese a diferir el plano motivacional del conjeturado en un primer momento, la ejecución de un plan maestro (seguro que mucho más oscuro, perturbador y utópico de lo imaginado al proponerse una curiosa visión de una de las figuras más emblemáticas del cine fantástico) se pronostica sin margen de error a los cuatro minutos, residiendo la verdadera intríngulis en el por qué y el quién (resuelto posteriormente) en lugar de en el cuándo, el dónde y el qué (revelado tempranamente) de las clásicas incógnitas a responder; el salto temporal de nada menos que cincuenta y cinco años (del mil novecientos sesenta y uno al dos mil quince) no goza de fundamento suficiente, pues si bien sirve para dilucidar determinado impulso actitudinal (“para entender la mente de un depredador debemos conocer a su presa”) no se aclara ni exprime tanto lo debido.



Daniel Espinosa




Ghost stories
(Andy Nyman y Jeremy Dyson, 2017)






Ficha técnica

Título original: Ghost stories
Año: 2017
Nacionalidad: Reino Unido
Duración: 93 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Andy Nyman y Jeremy Dyson
Guión: Andy Nyman y Jeremy Dyson
Reparto: Martin Freeman, Alex Lawther, Jill Halfpenny, Andy Nyman, Paul Whitehouse, Nicholas Burns, Daniel Hill, Kobna Holdbrook, Jake Davies, Ryan Oliva, Derren Brown, Samuel Bottom y Lesley Harcourt


Sinopsis

Un escéptico profesor se embarca en un viaje hacia lo desconocido...


Valoración

Lo mejor: la exquisita dirección de una dupla que logra centrar o desviar la atención del espectador a su completo antojo sin que éste tan siquiera se percate, quedando maravillado por sobresalientes interpretaciones (destacar a algún actor sería complicado e injusto pero Martin Freeman brilla con luz propia), significativas expresiones (“kajok”, “zloslivy”...) e ingeniosos conceptos (“síndrome del encierro”, “terror existencial”...) para sufrir la vida gobernada por el miedo supersticioso (o lo que es lo mismo, el pavor a lo desconocido) que se relata con la precisión propia de un cirujano, con cometido sosiego y abrumadora expectación, como un incesante goteo (se escucha uno ciertamente por ello) de emotivas, reflexivas e intencionales ideas en el que las creencias familiares y los prejuicios culturales dictan gran parte de la sentencia que separa al protagonista; la recreación de los incidentes (el fantasmagórico sobre un alcohólico vigilante con emocionales bagajes, el demoníaco sobre un psicótico mentiroso con una demenciales obsesiones y el espiritual sobre un insolente profeta con premonitorias sospechas) es realmente tenebrosa, consiguiéndose una atmósfera tan opresiva e hipnótica que el público deseará repetir el visionado incluso antes de concluirlo al tratarse de una agradable propuesta multireferencial que comienza como una oscura versión de la célebre serie Pesadillas y termina como psicológica dicción del inquietante metraje The inkeepers, todo ello con reminiscencias a Evil dead, Grave encounters y Paranormal activity (entre muchas otras) para reinventar libremente la homónima obra teatral en la que se basa; la metáfora como principal arma narrativa es un recurso maravilloso e inusual (desde la ventana entreabierta hasta la identidad ocultada, pasando por el psíquico farsante), invitando así a sumergirse en una estremecedora e incierta investigación construida a partir de geniales ocurrencias en detrimento de los clásicos efectos especiales, lo cual sorprende a la par que congratula al tratarse de una diferencial fórmula.

Lo peor: el innecesario comentario (uno de tantos de hecho, pues el humor negro abunda) sobre masturbarse pensando en John Travolta en un contexto estéril con lo que, por desgracia, dicho actor ha tenido que sufrir en su vida privada (omitiendo el terreno profesional, en el que el paulatino decrecimiento de su éxito desde aquella época dorada de finales de los setenta en la que firmó títulos de tanto renombre como Fiebre del sábado noche y Grease ha mermado notablemente su imagen hasta participar en bodrios como Campo de batalla: La Tierra y Dos canguros muy maduros, retomando el buen hacer en su dilatada carrera con El valle de la venganza y Hombres de élite), y es que alguien que ha perdido a un hijo de apenas dieciséis años de edad merece más respecto si cabe que cualquier otro individuo (ya de por sí digno del mismo sea cual fuere su ocupación y preocupación); los dramas personales de los personajes no despiertan demasiado interés y parecen (lo siguiente es solo una impresión prematura al restar estrechamente ligados a la postre peo conviene mencionarla) tener cabida apenas como sumatorio de minutos a un producto que, dividido por capítulos (a cada cual más perturbador que el anterior), se asemeja más a una serie compuesta por episodios independientes que a una película convencional formada por contenidos sustanciales, si bien resulta una curiosa antología de terror en la que el único elemento de un unión es el entrevistador y la relación que éste guarda con determinados números que van mostrándose en pantalla (6, 79, 19, 20, 48..., así como una hora exacta, las tres y cuarenta y cinco minutos) y éstos, a su vez, con un trauma del pasado que evidencia que “todo acto tiene sus consecuencias” (cobardía), “no todo es lo que parece” (percepción) y, sobre todo, “el cerebro ve lo que quiere” (simbolismo); la recepción de la misteriosa cinta de desconocida procedencia que precipita los sucesos, no por el remitente sino por el sentido, convirtiéndose pronta e inequívocamente en una mera excusa argumental de la que el sofisticado guión se vale sin más para hacer que propios y extraños pierdan la fe en el propio juicio común en virtud de una atractiva aventura sin sereno destino, precisando una importante apertura intelectual para deleitarse con ella como es debido.



Daniel Espinosa




Suspiria
(Luca Guadagnino, 2018)






Ficha técnica

Título original: Suspiria
Año: 2018
Nacionalidad: Italia
Duración: 152 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Luca Guadagnino
Guión: Dave Kajganich
Reparto: Dakota Johnson, Tilda Swinton, Chloë Moretz, Mia Goth, Jessica Harper, Sylvie Testud, Angela Winkler, Malgorzata Bela, Renée Soutendijk, Ingrid Caven, Lutz Ebersdorf, Vanda Capriolo y Toby Ashraf


Sinopsis

Una joven bailarina de ballet viaja a una prestigiosa academia de danza alemana, descubriendo prontamente que algo siniestro rodea el lugar...


Valoración

Lo mejor: el primer gran proyecto de Amazon studios en su particular transición de apertura de mercados (la compañía se dedicaba hasta ahora al comercio electrónico en la nube a nivel mundial) para expandir horizontes y convivir (sino competir) con otras empresas como HBO y Netflix (plataformas que proporcionan mediante tarifa plana mensual contenido multimedia bajo demanda por internet) no puede tildarse sino de atrevido en aras de adaptarse a las exigencias de los usuarios para proseguir cosechando éxitos ante la certeza de que el mundo del entretenimiento está en constante cambio, por lo que iniciar esta nueva andadura con tan singular e inclasificable obra resulta una decisión atrevida y plausible; la tensión generada a partir de la opresiva atmósfera provoca un delirio tan grande como el aludido en la interminable trama, desembocando el confuso e irritante devenir en un depravado e incisivo desenlace que hará las delicias del más sádico, sentencia tan contradictoria como las sensaciones que despierta la propuesta, siendo ésta un auténtico regalo para los sentidos del espectador que, atónito (por más que medite al respecto no encontrará el por qué), comprobará cómo durante ciento cincuenta minutos es incapaz de desviar la mirada la pantalla; el buen hacer de Dakota Johnson y Tilda Swinton (secundadas por una inmensa Mia Goth) como principales protagonistas femeninas (la primera con mayor química respecto a la segunda en comparación con la percibida junto a Jamie Dornan en la mediocre adaptación de la novela 50 sombras de Grey) facilita la digestión de la mayoría de secuencias (altamente impactantes e infinitamente sugerentes, redundancias a parte) que, a lo largo de seis actos y un epílogo, transforman oscuridad, lágrimas y suspiros en tres conceptos que dan mucho de sí individualmente pero más en comunión, trascendiendo mucho más allá de sus respectivos significados para cobrar fantásticas (en cuanto a género) proporciones.

Lo peor: la revisión (que no es tal) de Luca Guadagnino del clásico homónimo dirigido por Dario Argento allá por el mil novecientos setenta y siete, basándose en los personajes originales del propio autor y Daria Nicolodi, obedece a un guión (urdido por Dave Kajganich) excesivamente sustentado en el apartado audiovisual (con inadvertidas piezas musicales de Thom Yorke y exquisita fotografía de Sayombhu Mukdeeprom), respetando de aquella solo la época (como mero contexto sociocultural) y la especie de híbrido entre Carrie (poderes paranormales) y Cisne negro (talentos danzatorios) porque, amén de lo mencionado, ningún nexo en común se observa aunque sí muchos paralelismos para no rivalizar (hubiese sido una inmolación anunciada) sino complementar (con más intención que efectividad) a aquella; la expectación previa da paso al desconcierto posterior y a la indiferencia final, siendo una muestra fehaciente de ello la siempre espontánea reacción del público asistente al Sitges film festival (tal vez convenga aclarar que la película inauguró la edición número cincuenta y uno de tan prestigioso certamen) que, al término de la proyección, brindó discretos aplausos como reconocimiento de una experiencia única cuya desastrosa y pretenciosa narración dilapida cualquier atisbo de genialidad fílmica, excediéndose el responsable en un registro melodramático en el sentido empoderado del conflicto de telón de fondo en detrimento de una correcta confluencia de fe, política y brujería, los tres pilares básicos sobre los que pivota el metraje; la delgada línea que separa la osadía de la temeridad se cruza en demasiados compases para explorar los misterios del deseo femenino sin, a la postre, convicción suficiente, analizándose vagamente los vínculos entre técnica y perversión hasta que, por arte de magia (palabra traía a colación expresamente), toda lógica (ficticia) se desvanece al introducirse un demoníaco e inesperado giro argumental.



Daniel Espinosa

 
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