Wolf Creek 2 29-03-2024 05:30 (UTC)
   
 

Wolf creek 2
(Greg Lean, 2014)


Wolf Creek 2




Ficha técnica


Título original:
Wolf creek 2
Año:
2014
Nacionalidad:
Australia
Duración:
102 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Greg Lean
Guión:
Aaron Sterns y Greg Lean
Reparto:
John Jarratt, Ryan Corr, Shannon Ashlyn, Philippe Klaus, Ben Gerrard, Gerard Kennedy, Annie Byron, Lucy Bayet y Chloe Boreham


Sinopsis


Dos mochileros visitan el legendario cráter de Wolf Creek, sin embargo, su aventura se convertirá en una pesadilla cuando se encuentren cara a cara con el último hombre que cualquier persona querría enfrentarse...



Crítica


Por qué modificar una fórmula que anteriormente ha dado unos resultados formidables es la cuestión que se ha formulado (y contestado sin dilaciones) a sí mismo Greg McLean a la hora de afrontar la secuela de un título que él mismo dirigió en el que supuso su debut en dos mil cinco con apenas un millón de dólares de presupuesto recaudando sesenta a nivel mundial, y es que, más allá de la cifra económica (importante y significante como ella sola) lo cierto es que Wolf creek causó cierto furor entre el público amante del independentismo mejor conformado, logrando cosechar excelentes críticas por parte de propios y extraños; en ésta continuación se respetan meticulosamente todas las directrices esenciales de aquella, desde el número inicial de protagonistas predestinados a sufrir una terrible muerte hasta el rostro del asesino en serie, siendo de hecho las similitudes (de los detalles reseñables, siendo los criticables altamente delatadores) entre una y otra tantas que cuesta no caer en la tentación de recurrir a comparativas aun albergando ésta multitud de secuencias que no agradarán lo más mínimo a los defensores de los animales (la escena del canguro volador que encuentra una terrible muerte junto con sus parientes suicidas y el empalamiento canino cimientan dicha creencia) y otras tantas de pintoresco clasicismo (desde cabalgar sin razón figurada a lomos de un caballo ajeno hasta un concurso con agónicos castigos ante errores, pasando por el deleite que supone la hospitalidad de un clan disfuncional que recuerda enormemente al de La matanza de Texas, las situaciones próximas a la ridiculez menos oportuna se suceden), siendo por éstos y otros motivos que se expondr
án en adelante por los que sale mal parada al no poder atribuirla adjetivaciones ni de originalidad ni de sorpresa.

Aconsejando encarecidamente el visionado de la citada cinta predecesora (no tanto porque se dé una prolongación que imposibilite seguir el hilo, de hecho es del todo inexistente, sino por descubrir una pequeña y humilde joya nada pretenciosa), es preciso señalar que la actual nace para saciar el entretenimiento de todos aquellos a los que les entusiasme la sangre y los asesinatos sin sentido, amén de recrearse nuevamente con el campesino paleto (al menos es considerado como tal por los demás) encarnado por John Jarratt a modo de psicópata de turno con tanta fidelidad que cuesta trabajo pensar que en la vida real pueda comportarse de distinta manera; la lograda ambientación de un realismo inusitado, combinando la fotografía de Toby Oliver (quien ha tomado el relevo de Will Gibson) con escenas de auténtico mérito escénico (el ejercicio interrogativo cerca del final al más puro estilo “un, dos, tres, responda otra vez” tal vez sea uno de los más espectaculares que se han visto en mucho tiempo, un magnífico ejemplo del retorcido sentido del humor del que el siempre acechador villano hace gala), resulta lo mejor del filme, el cual puede contentar como otros tantos sin tenerse en cuenta lo que simboliza en relación a la franquicia, una prolongación mayormente fallida en la que impresentables cánticos que se confunden con valiosos conocimientos desesperan en el peor momento posible, cuando cierta tensión se ha transmitido certeramente.

Katarina y Rutger (Shannon Ashlyn y Philippe Klaus respectivamente, magníficos en sendas personificaciones de potenciales mártires) son una pareja (tanto en número como en relación mantenida) de mochileros alemanes que abandonan temporalmente sus desinhibidas vidas para emprender un viaje para visitar algunos de los emplazamientos más emblemáticos de la calurosa Australia, entre ellos paradisíacos lagos, elevadas montañas y, cómo no, el legendario cráter de Wolf Creek, acampando finalmente en el Campo Nacional tras apreciar que la herencia del altruismo no está muy extendida entre los lugareños; caída la noche, una enigmática figura les aborda para ofrecerles acercarlos hasta un parque de caravanas próximo, pero el rechazo a tan aparente generosidad propicia que se dispongan a sufrir la ira del extraño, y es que se trata de Mick (John Jarratt, menos carismático que en su anterior incursión pero igualmente cumplidor), un ganadero (especialista en cazar cerdos, en el más amplio sentido del vocablo) que, con su polvorienta camioneta y su rifle de alta precisión, decide ajusticiar a la pareja y a un tercer individuo, Paul (Ryan Corr, quien hace de la complicación de surgir de la nada en el ecuador una virtud al entregarse en sobre todo en cuerpo y también en alma), un buscador de emociones diferentes de origen británico (las nacionalidades no son relevantes pero por alguna razón son variadas, siendo de hecho el único dato personal tratado respecto a éste último junto con determinadas muestras de los buenos estudios que ha cursado) que, fruto de la casualidad, se convertirá en el indeseable relevo del sufrimiento que el patriótico maníaco imparte asiduamente con gran profesionalidad castigadora y mayor regocijo...

Uno de los aspectos más notorios de la primera entrega residía en el especial hincapié que se hacía en mostrar el desierto y el ambiente en calma que le precede, plasmando el peso de la soledad y la lejanía de cualquier lugar y logrando una comparación entre antagonista y territorio muy exacto, ambos afables en un inicio y terribles una vez exponen sus credenciales más feroces, dejando sin escapada a las víctimas al verse inmersos en un escenario que resulta una trampa mayor que la guarida que posteriormente los retiene bajo la certeza de que cada año treinta mil personas son reportadas como desaparecidas en tierras australianas (el noventa por ciento son encontradas en el plazo de un mes pero otras no son vistas nuevamente), lo cual es indiscutible en contra partida a la afirmación de que el filme está basado en hechos reales; tal virtud se observa únicamente hasta poco antes del ecuador, desvaneciéndose tras él en virtud de un contenido más enfermizo desde la perspectiva de la plasmación del gore (si bien es cierto que podría haber sido mucho más explícito el maquillaje es de una factura tan bella y alta que encandila) y la figura de una amenaza que hace del conocimiento del entorno la mayor de sus virtudes, la más inmediata representación del terror psicopático que, sin embargo, deja mucho que desear en cuanto a lindezas (las frases proferidas en el pasado por el mismo, de un sentido del humor tan macabro como inteligente, eran tan satíricas como ahora pero más persistentes) y revelaciones (sin duda el espectador agradecería mayores desvelamientos acerca del por qué de tanto salvajismo, amén del claro racismo extremo en el que se fundamenta gran parte del mismo, llegando a tildar a los turistas, textualmente, de malezas nocivas).

Greg McLean se ha repuesto de la debacle de la inicialmente prometedora pero finalmente insoportable El territorio de la bestia retornando a sus orígenes, a la obra que le hizo popular (en especial entre los frecuentadores de certámenes especializados), limitándose a realizar una especie de homenaje de la misma que, además de la obviedad de su desarrollo, no gratifica al diluirse el acertado ritmo inaugural y decrece en intensidad a medida que transcurren los minutos entre recurrencias soporíferas (la cantidad de persecuciones sobre ruedas que acontecen desesperan sin remedio); es muy probable que una tercera parte vea la luz en un futuro (muy lejano de producirse una distancia temporal tan grande como la que ha habido entre la original y la presente) a juzgar por el desenlace que se presenta y lo cierto es que esto no puede significar una mala noticia, pero para ello el autor (o quien asuma el rol detrás de las cámaras para la ocasión) deberá confeccionar una producción mucho más atractiva tanto argumental como visualmente, porque volver a repetir elementos se antojaría todo un error (tanto o más que el inconcebible don de la omnipresencia del poderoso cazador, capaz de localizar a sus presas y, milagrosamente, aparecer a escasos metros de ellas), de no percibirse como tal ya en este caso particular.



Daniel Espinosa

 
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