Título original: The witch
Año: 2015
Nacionalidad: EEUU
Duración: 87 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Robert Eggers
Guión:Robert Eggers
Reparto: Anya Taylor, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Lucas Dawson, Ellie Grainger, Julian Richings y Bathsheba Garnett
Sinopsis
Una familia de colonos formada por un matrimonio y sus cinco hijos vive cerca de un bosque que, según las creencias populares, está controlado por un mal sobrenatural; cuando su hijo recién nacido desaparece y los cultivos no crecen, los miembros de la familia se rebelan entre ellos.
Valoración
Lo mejor: la asunción e interiorización, por parte del reparto, de unos roles complejos muy difíciles de defender y, sin embargo, antojados naturales debido a la soberbia con la que los encarnan; la incerteza que genera la selección de piezas musicales, básica pero estremecedora hasta el punto de ser mucho más poderosa que la propia imagen; la ambientación de una época pasada, concretamente el año mil seiscientos treinta, momento histórico en el que la caza de brujas era habitual sirviendo en la presente cinta como pecaminoso símil familiar en el que las sospechas invaden todo resquicio de intimidad, un clan directamente relacionable con cualquiera actual de origen americano con la salvedad de que, muy posiblemente, ahora fuera mucho más bárbara y primitiva si cabe pese a que pueda parecer todo lo contrario a causa de la manera a través de la cual se desarrollan los inquietantes hechos narrados con un ritmo, valga indicarlo para evitar desesperos, pausado.
Lo peor: la inmerecida oportunidad de la que ha gozado el filme de inaugurar un certamen de tanto renombre como el Sitges Film Festival en su cuadragésimo octava edición por haberse exhibido en otros y cosechar buenas críticas, suscitadas en gran medida por la publicidad engañosa que de él se ha dado, motivo por el cual la gigantesca sala del Hotel Melià, sede por excelencia del mismo, presentaba prácticamente la totalidad de su aforo completo, lo cual se traduce en poco menos de mil trescientos ochenta asistentes; la constante alusión a la religión cristiana, estando dicha corriente credencial presente en todo momento sin demasiado sentido amén de la lógica oposición satánica que supone; el pésimo poder de convicción conjuntiva que resta a la postre, tras haber visionado escenas meritorias que plasmaban diversas fábulas fantásticas e infantiles, mitológicas valideces que se desvanecen al anunciarse la advertencia, tras la última secuencia, de haberse recogido diálogos y sucesos oficialmente documentados, alegato que debiera impresionar pero no hace sino patentar un nuevo caso de aprovechamiento de la tan recurrida en la última década falsa filmación inspirada en hechos reales de un modo inusual e incluso hipnótico.