Título original: Summer camp
Año: 2015
Nacionalidad: España
Duración: 80 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Alberto Marini
Guión: Alberto Marini y Danielle Schleif
Reparto: Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue, Andrés Velencoso, Mark Schardan, Rick Zingale, Xavier Capdet y Álex Monner
Sinopsis
En busca de diversión y nuevas experiencias, cuatro jóvenes aceptan ejercer de monitores en un campamento de verano, pero una extraña infección que se propaga con asombrosa rapidez amenaza sus vidas...
Valoración
Lo mejor: la escena del taladro rotatorio, un oasis de sádico entretenimiento, puede que el único junto a la salpicadura de sangre a la cámara como consecuencia de cierto ataque compulsivo y convulsivo, entre tanto despropósito pseudoterrorífico; el material promocional del metraje, en especial su avance audiovisual adjunto al término de la presente crítica, un perfecto ejemplo de cómo puede tergiversarse un producto de ínfima calidad hasta presentarlo como una notable obra; el intento de transmitir tensión e incertidumbre, no por alcanzar el objetivo pretendido, de hecho no sería catalogable de lamentable y sí de algo mucho peor, sino por lograrse un involuntario humor de gran mérito cuya cota máxima se encuentra en la exigencia de dramatismo actoral y en determinada llamada de despedida maternal, ridiculeces que consuman el hilarante desastre cinematográfico de Alberto Marini en este su debut.
Lo peor: la indignidad que se desprende de que financiar este tipo de películas debiera estar penado por la ley y no sea así, porque aunque requiere escasos ochenta minutos de dedicación éstos se desperdician íntegramente contradiciendo los ejercicios de confianza que sirven de apertura de la historia, sinsentido e insulsa como pocas aun considerándola una comedia; la nula decencia de Jaume Balagueró de participar como productor ejecutivo en esta especie de versión española de Wolf Creek con tintes veraniegos, un reclamo de insensato mal gusto, al igual que la premisa de la que parte la trama, sendos engaños para el espectador; el nivel de la elecciones de insultante irracionalidad por parte de los cuatro monitores de un campamento de rocambolescos detalles al situarse en una zona repleta de drogadictos con sede en una masía reconvertida en centro educacional del norte de España, quienes ultiman los preparativos para la llegada de los alistados en tales actividades, llegando los mismos en el último instante para evidenciar la ausencia de ideas intuidas desde que el elemento de contagio se atisba, un consumo hídrico alterado con setas y productos químicos cuyo propósito no parece ser uno experimental como se afirma sino uno sorpresivo, siendo todo lo contrario, realmente obvio para cualquiera desde el primer instante.