The voices 28-03-2024 10:53 (UTC)
   
 

The voices
(Marjane Satrapi, 2014)


The Voices




Ficha técnica

Título original:
The voices
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
103 min.
Género:
Comedia, Suspense
Director:
Marjane Satrapi
Guión:
Michael Perry
Reparto:
Ryan Reynolds, Gemma Arterton, Anna Kendrick, Jacki Weaver, Michael Ruscheinsky, Gulliver Grath, Stephanie Vogt y Paul Brightwell


Sinopsis


Jerry, un mediocre empleado, vive en un piso con la única compañía de sus mascotas, con las que se comunica retroalimentándose diariamente.


Crítica


Un hombre que no solamente habla con sus mascotas y éstas le contestan entendiblemente sino que además sus consejos penetran en él cual orden directa del supremo (el resumen de The voices daría mucho más de sí, pero básica y escuetamente ésta sería la síntesis) puede antojarse un argumento de lo más novedoso, pero no cabe olvidar que suelen existir antecedentes que dejan a uno con la sensación de que han intentado engañarle haciéndole creer que se encuentra ante una extraordinaria originalidad cuando en verdad no está visionando más que un concepto reciclado; ésta no es una excepción a lo comentado y se puede reprochar de entrada a Marjane Satrapi (la teoría de que las mujeres son más bondadosas en tal respetuoso aspecto se derrumba por completo) que haya poco menos que plagiado en la que supone su tercera obra a Steve Cuden y su independiente a la par que imperdible Lucky (la difusión en el territorio patrio fue tan escasa que apenas circuló por algunos videoclubs), cuya sinopsis hace creer que la presente no es que beba sino que parte de ella con la salvedad de doblar la cantidad de animales y algún que otro pequeño matiz contextual, nada más lejos de la realidad, la premisa es idéntica pero el enfoque de la peculiaridad dista cuantiosamente entre las dos, no pudiéndose apenas relacionar ambas.

Inevitablemente pasará mucho tiempo hasta que se desvincule a Marjane Satrapi de Persépolis, en su versión literaria y también en la cinematográfica (la novela gráfica se publicó en el dos mil y la adaptación siete años después), pues la manera en la que se situaba en el centro de la historia, reconstruyendo a través de su recuerdo los hechos acontecidos en los años setenta y ochenta, fue considerada por muchos una huella muy difícil de borrar, augurando que nuevos trabajos se recibirían con tanto temor como ansia (su segundo largometraje, Pollo con ciruelas, pasó prácticamente desapercibido para el gran público fruto del presagiado efecto); no obstante, pensaron los entendidos y la propia realizadora, puede que lo conveniente sea no figurarse un resurgir primigenio sino una maduración de aquellos inicios, y esto es lo que ocurre precisamente, que la misma conserva intacto el poder sugestivo y creativo de sus inicios con un regreso en el que busca (y halla) una tenaz reivindicación, una irrebatible muestra de que puede reinventarse permaneciendo fiel a sus principios, y lo logra mediante la elaboración de un universo formal y temático que evolucionada por sí mismo, sin forzar lo más mínimo la base sobre la que elocuente e inteligentemente pivota.

Hace ya meses que el afable, amable, indeciso e inquieto Jerry (Ryan Reynolds, cuyo camaleónico don actoral, demostrado en la totalidad de los títulos en los que ha participado, le hace merecedor de un reconocimiento por su ya dilatada carrera en general o por ésta labor en particular), un humilde empleado de la sección de embalaje y envío de la fábrica Milton Mellow, no muestra síntomas (al menos tal y como los entiende él) del severo trastorno de bipolaridad que padece y ello, curiosamente, no se debe a seguir escrupulosamente las indicaciones que le profiere la psiquiatra que frecuentemente le imparte terapia sino a declinar la ingesta de la dosis diaria que le ha sido prescrita a raíz del oportuno diagnóstico, erróneo en cualquier caso, pues no la ha revelado su mayor secreto, una tormentosa herencia que, según se fallecida madre (a la que asesinó por petición expresa de ella para ahorrarla innecesarios sufrimientos, algo que ha asumido como natural, trauma al que debe atribuirse en gran medida la angustia y melancolía que alberga perpetuamente), supone el don de poder ser testigo de excepción de las conversaciones secretas de la Tierra; el rechazo medicamentoso no le ha afectado más allá de percibir las insalubres condiciones en las que vive en su piso adosado a una antigua bolera local (el factor pintoresco está presente hasta en dichos detalles, en efecto) como idílicas, pero la celebración de un picnic junto a sus compañeros de trabajo y un fatídico accidente con Fiona (Gemma Arterton, quien asume el necesario peso femenino de la intríngulis argumental con destreza), la compañera contable a la que ama en secreto (mariposas revoloteando a su alrededor cuando está cerca de ella bien lo denotan) trastocará su perfectamente imperfecta (guiarse por los consejos que le brindan Bosco y Bigotes, racional perro y temerario gato respectivamente, se antoja cuanto menos extraño) existencia entendiendo, a base de errores (el mayor la alternativa psicopática por la que opta de descuartizar para envasar en fiambreras y guardar en la nevera a sus deslices carnales), que sólo porque ciertos pensamientos le invadan no es preciso actuar cediendo ante tales impulsos, los más primitivos y menos racionales.

La mirada pluridisciplinar de la que el largometraje hace gala permite transitar por diferentes registros tanto a la trama como al protagonista de la misma, recorriendo múltiples tesituras, desde propias de la comedia romántica (el sentimiento que subyace como perenne telón de fondo es algo confuso pero entremezcla contundente emotividad) hasta típicas del surrealismo musical (la inmensamente demencial canción que acompaña a los créditos, con Jesucristo formando parte de un desternillante grupo que canta y danza melódica y coreográficamente, sería el mejor ejemplo), descubriéndose tras ellas un microcosmos en el que lo cuotidiano puede alterarse por completo en cuestión de segundos sin duda uno de los valores del género fantástico al que pertenece la película; el tono clásico de una fábula (mantenido en todo momento en un grandioso primer o un silencioso segundo plano) crece progresivamente hacia el delirio más extravagante en ésta pieza conformadora, a la postre, de una luminosa (el apartado artístico sobresale por encima del resto, ninguno de ellos por debajo de la notabilidad) experiencia sensorial de complicada catalogación (los adjetivos irán desde infame bodrio hasta mítico culto) que, en cualquier caso, tanto a propios como a extraños, a neófitos y experimentados en la materia, sorprenderá (positivamente) a raudales.

The voices
se traduce en diversión sin fin, contribuyendo a ello de forma activa la selección musical, temas introducidos cuando y donde corresponde asiduamente sin implicar dotarla de infantilismo, residiendo tras la propuesta otro de los grandes objetivos exigibles, convertir lo ordinario en extraordinario, capacidad que viene dada por una mirada primitiva (entendida en sentido positivo) que permite asimilar una concepción diferente del mundo que encandilará a más de uno aun percatándose que para creerla se debe portar una grave enfermedad (aunque en el metraje se alude a la personalidad múltiple originarían parecidas derivaciones patologías varias); cualquiera que tenga la oportunidad de visionar la cinta objeto de la presente crítica no debe dejarla escapar (de hecho, si puede hacerlo dos o incluso tres veces, pues los matices que cada vez descubrirá le harán enfrentarse a un ejercicio cinéfilo nuevo) , porque dirección, guión y reparto se complementan casi (por citar alguna carencia, restan cabos sueltos sin resolver cuya deducción hubiera facilitado una mayor incisión en el pasado y la mayoría de personajes secundarios no justifican su presencia más que para incrementar el número de figurantes al no desarrollarse ningún aspecto ni siquiera de las víctimas) inmejorablemente, demostrando cuan peligroso es quien carece de criterio y persiste vulnerable e influenciable (puede que sin llegar al extremo plasmado, evidentemente), ya sea por cuestiones patológicas o de diferente índole.


Daniel Espinosa




 
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