Dogtooth 23-04-2024 12:51 (UTC)
   
 

Dogtooth
(Yorgos Lanthimos, 2010)


Doogtooth




Ficha técnica


Título original:
Kynodontas
Año:
2010
País:
Grecia
Duración:
96 min.
Género:
Drama, Fantástico
Director:
Yorgos Lanthimos
Guión:
Yorgos Lanthimos
Reparto:
Christos Stergioglou, Michele Valley, Aggeliki Papoulia, Christos Passalis, Mary Tsoni, Stephane Debac y Alexander Voulgaris


Sinopsis


En una villa de alto standing, rodeada por una enorme empalizada, conviven felizmente un matrimonio y sus tres hijos; el cabeza de familia puede salir de la casa mientras que el resto son manipulados en una realidad alternativa que los mantiene aislados por completo del exterior.



Crítica


El desconocido y poco convencional Yorgos Lanthimos nos presenta una cinta que escapa a la imaginación de cualquier ser humano, un terrorífico ejercicio mental en busca de la perfección a través del máximo exponente del popular dicho “todo queda en casa”; no es solamente la claustrofóbica (y a la vez elegante) atmósfera la que consigue atrapar al espectador, generándole una extraña sensación de linealidad pero al mismo tiempo inquietud desde el primer segundo, sino que el hecho que no se pronuncie ni un solo nombre a lo largo de la cinta (solamente escuchamos en un par de ocasiones el apellido de la familia protagonista, los Petrou) logra dotar a la historia de más misterio, y la ilógica (pero al mismo tiempo coherente) evolución de los hechos no hace sino redondear un plato compuesto por curiosos y extraños ingredientes que de buen seguro no gustará a todos los paladares (aunque a los que sí agrade lo hará intensamente); muchos tildarán el filme de aburrido e insulso, falto de ritmo y argumentalmente horrible, pero a mi entender es todo lo contrario, puesto que la inteligencia que se desprende de los diálogos y los hechos desconcertantes hacen de Dogtooth (también titulada Canino en según qué lugares) una película brillante y un símil perfecto entre el adiestramiento que los perros suelen padecer y el que sufren los miembros de esta familia, que forman entre ellos una especie de secta de la que les resulta imposible escapar.

La cinta empieza con un sugerente juego en el que las palabras tienen un significado totalmente distinto al que comúnmente se les suele atribuir; así tenemos que la escopeta es un hermoso pájaro, un zombie es una pequeña flor amarilla, una vagina es una lámpara grande... un vocabulario sorprendente que proviene de la cabeza pensante de la familia Petrou, el padre (un espectacular Christos Stergioglou), quien manipula a su merced a su mujer (la ausente Michele Valley), su hijo (un impresionante Christos Passalis), su hija menor (la virginal pero tremendamente inteligente Mary Tsoni) y su hija mayor (Aggeliki Papoulia, quien ansía salir del hogar desesperadamente), todos ellos conviven completamente aislados de la sociedad en su enorme villa, con la única visita ocasional de Christina, que solamente realiza la función de mantener relaciones sexuales con el hijo (a los cinco minutos tiene lugar la primera de una larga lista, todas ellas frías e impersonales, basadas en la necesidad).

El único que abandona la morada (para ir a trabajar a la empresa en la que ejerce de jefe) es el padre, mientras los demás miembros permanecen herméticamente encerrados, promoviendo juegos tan curiosos como peligrosos (permanecer el máximo tiempo posible con un dedo debajo de agua hirviendo, tomarse un anestésico y ver quién se despierta primero, etc.), para ganar pegatinas que representan logros, intercambiables por diversas elecciones que conllevarán actividades familiares; todo continuará con normalidad, es decir, con suma disciplina y rutina controlada a la perfección, hasta que la hija mayor comience a tener curiosidad por lo que hay fuera, una atracción irremediable por salir a la calle y comenzar a relacionarse con la gente que la llevará a arrancarse un diente (ya que, según han aprendido desde pequeños, el único modo de saber si alguien está preparado para ello es perder uno de los molares) a golpe de piedra, la escena más fuerte de la película que a la vez servirá para llevarnos al desenlace, un final incierto que deja abiertas las puertas a una posible secuela y que en todo caso es una forma extraordinario de poner el broche de oro a la enigmática historia.

Una de las escenas más significativas del metraje es la que acontece en la zona en la que la valla separa la casa del exterior; supuestamente vive el hermano mayor al otro lado de la misma (aunque es una invención de los padres para controlar a los hijos), y ha muerto a causa de un gato, el animal más feroz y peligroso que existe en la faz de la Tierra (esa es la explicación que le dan los padres para evitar que la hija mayor siga empeñada en salir afuera, y por lo tanto que siga con temor y obedezca sus órdenes como siempre ha hecho); asimismo, la poco menos que enfermiza obsesión por mostrarnos cuerpos desnudos (en especial femeninos) no resulta del todo comprensible desde el punto de vista de la necesidad (lo contrario sucede con otra de las constantes del filme, los lametones, ya que sirven para vincular a los protagonistas directamente con los perros, la metafórica finalidad de Dogtooth), puesto que el director parece recrearse excesivamente en estos detalles cuando no parecen tan trascendentes; además, algunas escenas se hacen interminables (como la del baile de celebración del aniversario de los padres), y terminan por desesperar al espectador, que en ningún caso se ve recompensado (visualmente) por su paciencia hasta la conclusión de la cinta, aunque el público más exigente (pero sabio) sabrá valorar muy positivamente el derroche de buenas ideas que van aconteciendo.

Resulta difícil no realizar comparaciones entre Dogtooth y cintas como Caché o Funny Games (ambas del genuino Michael Haneke), aunque ésta se aleja todavía más de los tópicos y nos presenta una trama tan lineal como contundente, en la que la insistencia en la limpieza y la pulcritud son claros ejemplos del cuidadoso y meticuloso trabajo que ha llevado a cabo el equipo de producción para componer un universo paralelo a la realidad (ya que aunque parezca algo exagerado es así) perfectamente creíble en el que no es preciso recurrir a grandes escenas (en cuanto a violencia visual) para transmitir el mensaje que Yorgos Lanthimos pretende, que no es otro que evicenciar que el exceso de estímulos positivos y la carencia absoluta de contacto con la sociedad no evitan en ningún caso la violencia, ya que ésta aparecerá tal vez con más profundidad e intensidad que si fuera invocada de un modo natural.



Daniel Espinosa

 
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